Lunes, 25 de agosto de 2008
En la marcha de Denver: Luchando por un fin
a la guerra, la tortura y la
represión
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Elaine Brower
Traducción libre del inglés enviado
por Revolución
El domingo, 24 de agosto, más de 700 personas se juntaron a temprana hora
frente al Capitolio de Denver para inaugurar una semana de protesta contra la
Convención Nacional Demócrata y el ambiente militarista opresivo que rodea a los
que decidimos ejercer la libertad de expresión que el gobierno quiere
negarnos.
El mitin comenzó a las nueve de la mañana con un grupo de oradores que nos
motivaron desde lo alto de la escalinata. Lo organizó Recrear el 68 (R68), una
coalición de grupos y personas antibélicos de Colorado. Los manifestantes
escucharon discursos de Cindy Sheehan, Fred Hampton Jr., Ron Kovic (el ex
combatiente de la guerra de Vietnam y autor del libro Nacido el 4 de
julio), Ward Churchill, Larry Hales, Cynthia McKinney, Larry Holmes y
otros, y los animó el rap del grupo Dead Prez.
La escena frente al Capitolio no fue una reproducción de Chicago de 1968 en
que la policía golpeó a miles de manifestantes, pero sí fue muy viva y
vigorizada con la participación de gente de todas las capas sociales, de todas
partes del país, y de dos a 72 años de edad. Había gente de lugares tan lejanos
como Florida y Massachussets.
La marcha tenía una vitalidad y un compás propios que marcaron la pauta para
un día de marchas briosas y momentos de confrontación... todo eso frente a
semanas de amenazas de represión y la formación de un enorme despliegue policial
equipado con todo, desde los revólveres y las cachiporras tradicionales a armas
de “control de multitudes” de tecnología de punta. Desafió la construcción de un
“Guantánamo sobre el río Platte” y las “Jaulas de Libertad” alambradas, donde
los manifestantes tendrían la “libertad” de expresar sus opiniones sobre las
guerras de Irak y Afganistán, el desarrollo de un estado policial y de espionaje
y las demás medidas que el régimen de Bush ha desarrollado con la plena
cooperación del Partido Demócrata. Desafió a los propios demócratas y a muchos
autodenominados “activistas pro paz” que han tenido la vergüenza de negarse a
participar en esas protestas y exhortar a los demás a evitarlas también. Frente
a todo eso, los manifestantes iniciaron su marcha con brío y determinación.
La marcha al centro Pepsi
Como a las 11 de la mañana, todos se bajaron de la banqueta y salieron a la
calle decididos a marchar una milla directamente al centro Pepsi, donde estaban
los delegados de la convención y la prensa. La policía de Denver se había negado
a darle un permiso al R68 para marchar hasta ahí. Al contrario, se empecinaba en
obligarlos a la fuerza a protestar en la “Jaula de Libertad”, que se había
construido para permitir la “libertad de expresión”. La Jaula estaba a tanta
distancia que los delegados no iban a poder ver ni oír las demandas de ¡poner
fin a las guerras, la opresión y la tortura, y de devolvernos nuestra
constitución!
Sin embargo, los activistas no iban a aceptar ser acorralados a la Jaula. En
el camino la marcha creció a más de mil personas. La calle estaba llena de
manifestantes de una banqueta a la otra. El ex-combatiente de Vietnam contra la
guerra Ron Kovic encabezó la marcha en silla de ruedas y se unió a una gama de
coros, de “cerrar Guantánamo” a “retirar las tropas ya”. Los participantes
estaban tan vivos y resueltos que no era posible ignorarlos.
Mientras tanto, los policías, vistos anteriormente en nuevos camiones de
transporte que los llevan colgados por fuera ya vestidos de combate y con
metralletas, y los policletos que cargaban esposas, cachiporras, gas “mace” y
armas al cinto, iban siguiendo y rodeando a la marcha. Los manifestantes no les
prestaban atención y en ciertos momentos corearon recio y con desafío “5, 4, 3,
2, 1”, y en eso unos cayeron al suelo en un simulacro de muerte; luego los coros
empezaron de nuevo: “¡Levántense! ¡Levántense! ¡Porque los pueblos del mundo
están mirando!”
El contingente de El Mundo no Puede Esperar fue grande y animado, y su
política de desafío y resistencia estaba presente a lo largo de la marcha. El
color naranja – el infame color que el gobierno estadounidense impuso a los
presos de Guantánamo, y que El Mundo no Puede Esperar ha popularizado como un
símbolo impactante y colorido de resistencia al estado que tortura, y de
solidaridad con los atacados— se veía por dondequiera. Mantas, carteles y
paliacates de color naranja estaban por todos lados.
En un lugar del camino hacia el centro Pepsi, la policía hizo parar al
contingente de primera fila de la marcha, para hacerle pasar derecho a la Jaula.
Un organizador de R68 le dijo a la policía que, de acuerdo con nuestros derechos
de primera enmienda, íbamos a marchar directamente al centro Pepsi. Después de
una conversación, la policía apartó la barricada de azules y nos dejó seguir
adelante. Los manifestantes sentían la victoria palpable que acababan de ganar y
prosiguieron más determinados que sus voces se escucharan por toda la ciudad.
La calle rebosaba de medios de comunicación, que iban marchando y filmando
durante toda la protesta. Mirando para adelante y para atrás, se veían a los
activistas que colmaban la calle: unos delegados, identificables por sus
insignias y sus botones políticos; anarquistas, activistas pro paz, activistas
para el derecho de escoger, ex-soldados, madres, padres e hijos. Era
impresionante, y los medios bien lo sabían.
No fue exactamente una recreación de la marcha de Chicago, pero tenía su
propio ritmo nuevo y alegre.
Cuando la marcha se paró a las puertas del centro Pepsi, donde las fuerzas
represivas esperaban con sus metralletas, Ron Kovic les dijo a los manifestantes
que se sentaran para demostrar su desafío decidido al estado policial.
Centenares de personas se sentaron justamente frente a las puertas, y la
situación se mantuvo así por unos 15 minutos. Kovic dio un discurso entusiasta y
los activistas coreaban y gritaban. Los manifestantes se levantaron, pero no se
movieron de su lugar frente al centro Pepsi. Demandaron que se les escuchara. El
enfrentamiento entre los mil manifestantes y la policía llegó a ser muy tenso,
con los dos bandos preparados para cualquier eventualidad.
Después de unos 30 minutos de intensa confrontación cara a cara y gritos de
coraje, los delegados, queriendo entrar a la convención, empezaban a mezclarse
con los manifestantes; mostraron sus identificaciones, pero la policía no los
dejó entrar. Caía el sol a plomo, y de la calle emanaba un calor intenso. Los
manifestantes no se rajaron y al final ganaron, pues su presencia se sintió y se
hizo saber a los que estaban dentro de la convención, quienes salieron en tropel
para tomar fotos, y a los que estaban afuera tratando de entrar.
A paso lento, los manifestantes se fueron en una dirección no permitida, y
siguieron marchando hasta regresar al Capitolio.
¡Abbie Hoffman, un activista radical en 1968, hubiera estado orgulloso de
nosotros, pues siempre decía que el pueblo hemos ganado si ellos pierden y todos
regresamos a casa para volver a luchar otro día!
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