La vigilancia entonces y ahora
Por Saul Landau
“Si alguien de Al-Qaeda lo
llama a usted, quisiéramos saber por qué. Mientras tanto, este programa es
conciente de las libertades civiles de la gente, como lo soy yo. Este es un
programa limitado destinado a evitar ataques a Estados Unidos… está limitado a
llamadas provenientes de fuera de Estados Unidos a llamadas dentro de Estados
Unidos. Pero son de números conocidos de miembros conocidos de Al-Qaeda o
afiliados a Al-Qaeda… Estamos en guerra con un montón de asesinos de sangre fría
que matan de un momento a otro. Y yo tengo una responsabilidad, obviamente de
actuar dentro de los límites de la ley, lo cual estoy haciendo. Es un programa
que ha sido revisado… un programa del cual el congreso ha sido informado, y un
programa que es necesario para ganar esta guerra y para proteger al pueblo
norteamericano.”
-- George W.
Bush, Centro Médico Brooke del Ejército, San Antonio, 1 de
enero de 2006
La declaración de Bush a soldados heridos contiene una serie de mentiras y distorsiones. Como una
revelado una serie de informes publicados, su programa de espionaje no coincidió
con la protección de las libertades civiles; ni tampoco lo diseñó para evitar
ataques o limitarlo a “llamadas provenientes de fuera de Estados
Unidos”.
La vigilancia incluyó a la personas que no tenían contacto alguno con Al Qaeda ni nada que ver con lo que
el enemigo está pensando –si es que tal entidad tienen cerebro. Bush actuó fuera
de la ley. El Congreso no fue informado. Los pocos Miembros que sabían algo
acerca del programa tenían dudas. Varios miembros negaron haber recibido algún
tipo de información,
¿Cómo es que Estados Unidos gana una guerra contra el “terrorismo”, una palabra que connota violencia en
contra de los civiles, y que ha estado sucediendo desde el principio de la
historia? En el pasado, una guerra implicaba el enfrentamiento de EEUU con
naciones enemigas, no con conceptos.
“Estamos en guerra”, dijo Bush. ¿Me perdí los titulares el día que el Congreso declaró la guerra al
terrorismo?
“En cualquier momento”, bromeó Gore Vidal, “Bush le declara también la guerra a la caspa”.
“Y como comandante en jefe, tengo que usar los recursos a mi disposición, dentro de los límites de la ley,
para proteger al pueblo norteamericano”, explicó Bush que era su razón para la
vigilancia electrónica sin autorización. Aún nos queda por averiguar cómo fue
que esto cayó dentro de los límites de la ley.
Adicionalmente, los espías de Seguridad Interna abren las cartas de los ciudadanos. En diciembre de 2005,
el profesor de historia de la Universidad de Kansas Grant Goodman, ya retirado,
dijo al reportero N. Meeks que había “recibido una carta de su amigo en
Filipinas, la cual había sido abierto y vuelta a cerrar con una cinta de color
verde oscuro que tenía impresas las palabras “para la Protección de las
Fronteras” y el cuño oficial de Seguridad Interna. (MSNCB, 6 de enero de 2006)
En 1974 yo recibí parte de mi propia correspondencia en unas 1 400 páginas del FBI y la CIA en respuesta a
una petición mía bajo la Ley de Libertad de Información (FOIA). La CIA me envió
cartas que yo había enviado a amigos en el extranjero. Me escandalicé al
descubrir mis infortunados intentos de prosa.
Aparte de la frivolidad, las explicaciones, entonces y ahora, para contravenir derechos respetados desde
hace mucho, tienen poco que ver con la realidad. Durante la Guerra Fría los
líderes norteamericanos se referían a la “subversión interna”, magnificada por
una amenaza externa de dominación mundial soviética. Esta supuesta superpotencia
colapsó en 1989 sin que Estados Unidos le hiciera un solo disparo.
Robert Scherrer, ex agente del FBI, se reía acerca de las incontables horas que pasó en los años 60
entrevistando a “viejas abuelitas judías en el Bronx que habían sido miembros
del Partido comunista. Siempre fueron atentas y me ofrecían té y
galletas.”
El jefe del FBI J. Edgar Hoover nunca persiguió a la Mafia con el vigor que mostró en su persecución de
la izquierda. Se dice que los mafiosos aparentemente usaron en su contra una
foto del directos vestido con un tutú mientras bailaba en la sala de una casa
compartía con otro alto funcionario (hombre también) del FBI. La Mafia también
realizaba vigilancia. Al igual que el fisgoneo del gobierno, la Mafia lo hacía
en relación con extender su poder.
Cuando yo era estudiante de primer año en la universidad en los años 50, el FBI me inició un expediente por
haber yo escrito una carta al periódico estudiantil en la que defendía el
derecho de libertad de palabra para los comunistas. Los documentos que recibí
provenientes del Buró por mi petición bajo la FOIA contenían decenas de páginas
de transcripciones de conversaciones telefónicas en los años 60 y 70. Leí las
transcripciones de las conspirativas conversaciones telefónicas que tuve con mi
padre acerca de mi llegada a su casa en Santa Mónica con mi esposa e hijos y de
cómo le iba a mi madre con su tratamiento para la diabetes.
No sé si alguien realmente haya escuchado, o si el FBI sencillamente grabó y luego transcribió aquellas
llamadas. Ni tampoco sé cuánto le costó al gobierno realizar la vigilancia a
miles de personas que ni siquiera pensaron en cometer un delito.
En 1956 importantes funcionarios del FBI inventaron COINTELPRO, el acrónimo del Programa de Contra
Inteligencia, que tenía como objetivo a la izquierda e incluso a los liberales.
Se suponía que COINTELPRO “descubriera, trastornara, desinformara, desacreditara
o neutralizara de cualquier otra manera” los movimientos de protesta y sus
líderes. El Buró mantuvo vigente esta violación hasta 1971.
El Director del FBI J. Edgar Hoover y sus compinches consideraban como “subversivos” no sólo a los
pocos chiflados que declaraban su intención de derrocar al gobierno, sino
también a la Conferencia de Dirigencia Cristiana Sureña liderada por el
Reverendo Martin Luther King, Jr, cuyo objetivo era la integración racial. Sí,
el Buró también vigilaba al Ku Klux Klan y al puñado de nazis.
Por aquellos días el gobierno usó la “amenaza comunista” para justificar tales medidas. Actualmente,
como en el pasado, la vigilancia total no tiene ninguna relación con la
seguridad. Sin embargo, produce inseguridad. Es más, es parte del paquete de
poder que la pandilla Bush ha utilizado para gobernar. Los escritores de
discursos de Bush usan la “protección” como metáfora para eliminar los
derechos.
Irónicamente, ninguna administración que yo conozca ha demostrad ser tan incompetente para proteger a
su pueblo y responder a necesidades de emergencia, incluyendo los desastres
naturales. Dormidas al timón el 11/9, las orejas de la NSA se han vuelto súper
activas. ¿La vigilancia electrónica tiene como objetivo a los enemigos políticos
de Bush? ¿O es que la NSA vigila indiscriminadamente y también lee el correo de
la gente? ¿Y con qué fin?
Los bushistas no predijeron la insurgencia iraquí, no impidieron los distintos actos de terrorismo por parte
de fanáticos de Al-Qaeda en Madrid, Londres, Indonesia, etc.
Los funcionarios de Seguridad Interna bajo Bush parecen ser muy eficaces para abrir el correo
personal de profesores, pero como reportó Frank Rich, una auditoría
independiente durante la semana de Navidad realizada por el inspector general de
la Administración de Seguridad del Transporte “encontró que todo desde la FEMA
hasta el control de fronteras se encontraba en algún tipo de desorden”. (“Los
Vigilantes Electrónicos que se Equivocan”, The New York Times, 8 de enero
de 2006)
Sin embargo, continúa Rich, el Presidente asegura con frecuencia a la nación que su objetivo es protegerlos
–al mismo tiempo que nombra a incompetentes “compinches en altos cargos en
inmigración y preparación estatal y local, junto con nombramientos en tiempo de
receso que evitan la aprobación del Congreso”.
Se me hace difícil pensar que millones de norteamericanos continúen creyendo en cualquier cosa que Bush
diga. Hablo del presidente que durante siete minutos leyó Mi cabrito” a
estudiantes de 2do. Grado en la Florida después de haber sabido que un avión se
había estrellado contra una de las Torres Gemelas; el hombre que no tiene
suficiente disciplina como para dejar su casa de vacaciones en Texas para
visitar la zona desvastada por Katrina cinco días después del desastre –y
entonces solo desde arriba, en el Fuerza Aérea Uno; el comandante en jefe que
nombró a una serie de idiotas para que dirigieran agencias gubernamentales, como
Michael Brown en FEMA, y luego los felicitó –“Hiciste un tremendo trabajo,
Brownie” – por su infame desempeño. Ahora asegura al público que los que
denunciaron la vigilancia electrónica no autorizada “ponen en peligro a los
ciudadanos”. ¿Habrá creído que los terroristas no sospecharían que el gobierno
de EE.UU. escucha sus llamadas? ¿No sabe él que durante décadas el FBI se ocupó
de transcribir conversaciones acerca de los asuntos familiares de decenas de
miles de liberales e izquierdistas en vez de analizar mensajes acerca de los que
planeaban realizar un sabotaje en el país?
Dick “El Descorazonado Ataque al Corazón” Cheney llegó a decir al público que si la NSA hubiera
realizado tal vigilancia no autorizada antes del 11/9, los ataques pudieran
haber sido evitados.
¿Olvidó que agentes del FBI y oficiales de la CIA habían recibido material que indicaba que algo terrible
iba a pasar, y que la por entonces Consejera de Seguridad Nacional Condi Rice no
hizo nada con la información?
Bush es comandante en jefe de la administración más incompetente de la historia norteamericana. Tiene un
objetivo: el ejercicio del poder puro, Su retórica “antiterrorista” para
justificar la violación de las leyes y límites debiera ser visto por los
ciudadanos como una torpe fachada.
Desafortunadamente, miembros del Congreso que están enterados se resisten a gritar; “El emperador
está desnudo”. Y los medios, como dijo Marshall McLuhan, son el mensaje:
mantener al público confundido y distraído para que pueda ir de compras y de
vacaciones. Como para subrayar esto, el 5 de octubre de 2001, menos de un mes
después del 11/9, Bush recomendó a los ciudadanos a que “vayan a Disney World en
la Florida. Lleven a su familia y disfruten de la vida, de la forma que
queremos que se disfrute.”
Mi pregunta es: ¿puede coexistir la libertad de comprar con las crecientes violaciones de las otras
libertades?
Landau es miembro del Instituto para Estudios de Políticas.
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