La ciudad aún convalece; sólo ha reabierto la mitad de las escuelas y hay
miles sin hogar
Nueva Orleáns, sin infraestructura para enfrentar otro huracán como
Katrina
A dos años de quedar devastada se han invertido cerca de 100 mil mdd en
reconstrucción
Consorcios como Halliburton se han enriquecido con fondos públicos luego de
la tragedia
DAVID BROOKS (CORRESPONSAL) miércoles 29 de agosto de
2007
Vigilia en el lago Pontchartrain, en Nueva Orleáns, al conmemorarse el
segundo aniversario de la devastación de la ciudad por el huracán
Katrina Foto: Ap |
Nueva York, 28 de agosto. Hace dos años, el 29 de agosto de 2005, el huracán
Katrina inundó 80 por ciento de la ciudad de Nueva Orleáns y devastó
otros poblados de Luisiana y Mississippi en el Golfo de México. En Luisiana
murieron más de mil 400 personas, sin contar desaparecidos, incluidos niños.
Cientos de miles fueron desplazados y la infraestructura física, social y
económica de Nueva Orleáns quedó casi destruida.
El desastre quedó registrado en imágenes de cadáveres flotando en calles
convertidas en ríos, barrios devastados, personas paradas sobre las azoteas de
sus casas clamando por ayuda, pacientes muriendo en hospitales, 30 mil personas
lograron llegar al estadio Superdome –sólo para econtrarse con escasa asistencia
y promesas de ayuda que tardaron más de cuatro días en cumplirse–, días de
desesperación que casi lograron la desaparición del jazz y arrasar con la
historia de Nueva Orleáns; y un presidente que observó todo desde su avión
porque decidió no acercarse al desastre, y después felicitó a su jefe de manejo
de emergencias por su buena labor en medio de uno de los peores fracasos del
gobierno en cumplir con sus deberes en la historia del país.
Dos años y más de 100 mil millones de dólares en gasto público federal
después, la ciudad no se ha recuperado, y tal vez lo más impactante, aún no
cuenta con la infraestructura para prevenir otro Katrina.
Se considera (sumando el remate del huracán Rita que impactó la
misma región poco después de Katrina), como el peor desastre natural en
la historia de Estados Unidos. Sin embargo, la causa principal de la devastación
no fue la naturaleza, sino los políticos. Ingenieros, investigaciones
científicas independientes y dos series de reportajes (uno en National
Geographic, otro en el heroico periódico local Nueva Orleans Times
Picayune) habían advertido, meses y años antes, con gran precisión justo lo
que ocurrió. Se sabía que el sistema de diques y canales era insuficiente, que
la erosión de las barreras naturales que protegían toda esta zona causadas por
el “desarrollo” urbano hacían más vulnerable a la ciudad, y se sabía qué era
necesario para evitar la catástrofe.
Pero los políticos en Washington ignoraron las advertencias y, peor aún,
recortaron los fondos para las agencias que tendrían que responder ante tales
desastres, y/o desviaron los recursos a la guerra en Irak. Walter Mosley, un
gran autor afroestadunidense, escribe sobre este aniversario: “no sólo nos falló
el gobierno en responder al llamado de sus ciudadanos más vulnerables durante
ese periodo fatal; aún fracasa cada día en reconstruir, redimir y rescatar a
aquellos que son ignorados por su pobreza, su raza, su paso a la tercera
edad”.
En un artículo publicado en The Nation, agrega: “dos años han
transcurrido y los muertos aún están muertos y los moribundos aún se están
muriendo… Dos años han transcurrido y seguimos exportando la democracia mientras
vivimos bajo la oligarquía semibenévola de empresas internacionales y sus
candidatos”. Afirma que “si nos llamamos a nosotros mismos estadunidenses (y nos
importa), entonces todos somos víctimas de Katrina”.
En un país donde los puentes se caen, con un sistema de salud que deja
abandonados a millones, con una creciente crisis de vivienda, con conflictos
entre pobres de diferentes razas, con un sistema escolar en deterioro, con una
creciente privatización de programas y servicios sociales, con más encarcelados
que nunca, muchos señalan que Nueva Orleáns y el desastre de Katrina
sólo fueron reflejo de los problemas de fondo de este país. “Nueva Orleáns es un
incubador para todos los males de nuestra nación. Si uno estudia lo que está
sucediendo en Nueva Orleáns, sólo es una versión exagerada de lo que nos está
golpeando en muchas áreas de este país”, dijo el historiador Douglas Brinkley,
autor de un libro sobre Katrina, en entrevista con la agencia Ap.
Nueva Orleáns sigue en convalecencia: sólo la mitad de sus escuelas han
reabierto, su sistema de transporte urbano cuenta con 69 autobuses, de los 368
que operaban antes de la tormenta, sus hospitales no funcionan plenamente y es
crítica su carencia de vivienda para los pobres. Decenas de miles de sus
habitantes no han vuelto a casa y permanecen como la diáspora de un desastre que
destapó la profundidad de la pobreza, el racismo y la abdicación del gobierno en
este país.
Con el desastre nació un amplio abanico de organizaciones sociales para
llenar el vacío dejado por el abandono inicial, y después para luchar contra los
nuevos esquemas de reconstrucción impuestos por un gobierno que deseaba
privatizar casi todo en nombre de su fe neoliberal, y con ello se han
enriquecido (con fondos públicos) todo un grupo de empresas, incluida
Halliburton, con las secuelas del desastre.
La batalla a fondo hoy en Nueva Orleáns y la zona afectada del golfo es sobre
quién determinará su futuro: ¿los ciudadanos pobres, los más afectados y
vulnerables, o los ricos y empresarios que ven negocio reconstruir una ciudad en
su imagen?
Cual sea esa nueva ciudad, tendrá una nueva cualidad; se hablará mucho más
español que antes. Se calcula que una cuarta parte de la fuerza laboral
involucrada en la reconstrucción de la ciudad es latinoamericana. En una ciudad
que antes de Katrina tenía una población latina de 3 por ciento del
total, ahora se calcula que podría llegar a entre 20 y 30 por ciento; o unos 100
mil latinoamericanos en la zona metropolitana y sus alrededores.
La explotación de contratistas a inmigrantes
A la vez, durante estos dos años han sido víctimas de serios abusos laborales
y de derechos humanos, con contratistas recibiendo fondos federales pagando
salarios inferiores al mínimo y explotando a esta comunidad sumamente
vulnerable. Pero también han surgido nuevas organizaciones, como la Alianza de
Trabajadores Huésped por la Dignidad, que defienden a los nuevos migrantes en
esta zona.
Pero, la reciente migración ha causado tensiones con la comunidad
afroestadunidense que percibe que los latinos están consiguiendo sus empleos y
oportunidades. Poco después del desastre, el entonces alcalde Ray Nagin expresó
esta preocupación cuando preguntó “¿cómo le haré para que no seamos abrumados
por mexicanos?”
El futuro de esta ciudad dependerá en parte de la capacidad de los residentes
más afectados –la mayoría pobre– en incidir en las decisiones sobre qué tipo de
ciudad se construye. Esa capacidad depende cada vez más de si se logra conformar
alianzas y promover cooperación con los recién llegados; los migrantes
latinoamericanos. El jazz y el blues tendrán que incorporar un sabor
latinoamericano para resucitar esta histórica ciudad.
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