04-07-2006
Tu gobierno avanza día tras día hacia una teocracia, al gobierno de un
fundamentalismo cristiano intransigente y cruel*
Cristianismo radical La administración Bush
se identifica con la justicia divina
Thierry Meyssan Red Voltaire
George W. Bush y la secretaria de Estado Condoleezza Rice
participaron, el primero de manera privada y la segunda de forma oficial, en la
Convención Anual de los Bautistas del Sur. Allí explicaron a más de 18 000
«mensajeros de Dios» que gobiernan en aras de propagar la justicia divina
con vistas al advenimiento del Fin de los Tiempos.
Más 18 000 «mensajeros de Dios» participaron en la
Convención Anual de la Iglesia de los Bautistas del Sur durante el 13 y el 14 de
junio de 2006, en Greensboro (Carolina del Sur). Se trataba de uno de los
sucesos más importantes de la vida política y social de Estados Unidos ya que
esa denominación religiosa representa la principal reserva electoral del
presidente George W. Bush. Por consiguiente, los discursos que allí se
pronunciaron no deben ser vistos como simples anécdotas folclóricas. Tampoco
tienen nada de tradicional en lo tocante a la historia de Estados Unidos, aunque
tienen ella sus raíces. Son representativos de la manera de pensar de una
mayoría relativa y no dejan de tener consecuencias, implican que la teología de
los Bautistas del Sur rige el Partido Republicano y sirve de fundamento popular a la guerra que
se desarrolla en Irak.
Los Bautistas del Sur son actualmente la expresión colectiva más importante
de la cultura sureña (en referencia a la Guerra de Secesión) y no vacilan en
enarbolar las banderas de los confederados. En el plano teológico, consideran
La Biblia como un almanaque que describe los tiempos futuros y defienden
las teorías dispensacionalistas del Armagedón y del Fin de los Tiempos. Se
oponen resueltamente a toda forma de ecumenismo.
Un almuerzo de oración con el general Douglas L. Carver, comandante adjunto
de los capellanes de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, tuvo lugar antes de
la Convención. Las fuerzas armadas estadounidenses, que tenían la reputación de
componerse de borrachos y violadores, fueron objeto del trabajo de pastores de
diversas denominaciones evangélicas que, en 50 años, elevaron su grado de
moralidad e instauraron incluso cierto puritanismo.
Dirigido por una congregación secreta en el seno del Pentágono (la Fellowship
Foundation), este trabajo privilegió la influencia de las diferentes
denominaciones evangélicas, en particular la de los Bautistas del Sur, en
detrimento de los sacerdotes católicos, que perdieron el tradicional control de
las capellanías militares. Poco a poco, las fuerzas armadas estadounidenses se
reafirmaron como el ejército de Dios. El Pentágono incorporó así misioneros
evangélicos a sus tropas en Irak y el subsecretario de Defensa encargado de la
Inteligencia, el general Boykind confirió a la conversión de iraquíes el rango
de objetivo estratégico.
Poco después de su inauguración, la Convención fue
interrumpida por la sorpresa de un mensaje no programado de George W. Bush que
se dirigió en video a los participantes desde Bagdad, en tierra bíblica. El
presidente se expresó a título personal ya que su intervención no aparece en el
sitio web de la Casa Blanca. Después de saludar al presidente de la Convención,
en la doble condición de pastor y veterano de la guerra de Vietnam que ostenta
este último, Bush recordó que numerosos bautistas del sur son actualmente
miembros de las fuerzas armadas estadounidenses. También rindió homenaje al
pastor Billy Graham (una estatua de este fue develada durante la Convención).
Seguidamente, Bush recordó a los «mensajeros de Dios» su proyecto de modificar
la Constitución de Estados Unidos para impedir que «jueces militantes»
autoricen los matrimonios entre homosexuales. Finalmente, Bush enumeró un
conjunto de decisiones presidenciales inspiradas en su fe: limitaciones al
derecho de aborto, eliminación de subvenciones a las asociaciones favorables al
aborto, campañas a favor de la abstinencia sexual entre los jóvenes solteros,
prohibición de investigaciones científicas sobre las células madres y, por
supuesto, privatización masiva de los servicios sociales y de salud a favor de
las organizaciones religiosas.
El segundo día los «mensajeros de Dios» fueron invitados a
escuchar a Condoleezza Rice, quien se expresó a la vez a título personal y como
secretaria de Estado por lo que su intervención aparece
en el sitio web del Departamento de Estado y fue reflejada en los despachos
del Servicio de Información de Estados Unidos. Primero que todo, Condoleezza
Rice se puso en sintonía con su auditorio recordando la educación que recibió de
su padre presbiteriano. Mostró claramente su adhesión a la creencia de la
«rupture» haciendo alusión a la inminencia del Fin de los Tiempos.
Retomando las expresiones de los pastores evangélicos, identificó el actual
período como el tiempo de prueba durante el cual los cristianos tienen que
reafirmar su fe en Cristo antes que Él venga a elevarlos a Su gloria. Después de
establecer ese principio, la secretaria de Estado definió la misión de Estados
Unidos en el plano divino, misión que constituye el objeto de la acción
diplomática y militar estadounidense. Por el camino sorprendió a su auditorio,
tradicionalmente aislacionista y racista, pronunciándose a favor del
intervencionismo evangelizador y de la igualdad racial. Reproducimos
seguidamente los fragmentos esenciales de su intervención, que duró media hora.
«El presidente Bush y yo misma compartimos la convicción que tienen
ustedes de que América puede y debe ser una fuerza del Bien en el mundo. El
presidente y yo creemos que Estados Unidos tiene que mantener su compromiso como
líder de acontecimientos fuera de nuestras fronteras. Lo creemos porque nos guía
el mismo principio persistente que dio lugar al nacimiento de nuestra nación: la
dignidad humana no es un don del gobierno a sus ciudadanos ni un don que los
hombres se otorgan entre sí. Es una gracia divina para toda la humanidad.
Vivimos momentos críticos e importantes, incluso tiempos de pruebas para
América, pero se trata de un momento en que tenemos que reafirmar por qué nos
levantamos como nación y cuál es el papel que tenemos que desempeñar en el
mundo. De eso quiero hablarles esta mañana. En América, estamos bendecidos
con vidas de increíble libertad: la libertad de gobernarnos nosotros mismos y de
elegir a nuestros líderes, la libertad de la propiedad, la libertad de educar a
nuestros hijos, niños y niñas, y por supuesto la libertad de pensar como
queremos y de celebrar el culto que queramos. América representa esas libertades
pero América no es dueña de estas. Nos levantamos en aras de esas ideas, que son
más grandes que nosotros mismos, y recorremos el mundo, no para saquear sino
para proteger, no para someter sino para liberar, no como los amos de otros sino
como servidores de la libertad». Es en este punto, señoras y señores, que
una disyuntiva se presenta ante nuestro país, ante nosotros todos como
americanos. ¿Debemos guiar al mundo o debemos retirarnos de él? ¿Debemos
ponernos a la altura de los desafíos de nuestro tiempo o debemos apartarnos de
ellos? Es cierto que América es un país rico y poderoso. Pero, y esto es tan
importante como lo anterior, somos una nación de gran compasión y conciencia,
movida por principios democráticos. Considerando nuestro futuro papel en el
mundo, tenemos que reflexionar también sobre algunas cuestiones importantes.
Tenemos que preguntarnos, si no es América ¿quién unirá las demás naciones a la
conciencia de la defensa internacional de la libertad de religión? El
presidente Bush definió claramente que Estados Unidos reserva las mejores
relaciones a los gobiernos que respetan las creencias de su pueblo. Cuando uno
va, como yo lo he hecho, a una región como China y se sienta en una iglesia al
lado de cristianos chinos, uno no puede ayudarlos, pero sí maravillarse de su fe
y de su coraje. Si América no reúne apoyo para la gente de todas partes que
desea celebrar el culto libremente y en paz, entonces yo les pregunto: ¿Quién lo
hará? ¿Saben? La libertad religiosa es un objetivo que exige claridad moral.
Y, señoras y señores, el mensaje de América no puede ser más claro: los
gobiernos no tienen ningún derecho a interponerse entre los individuos y el
Todopoderoso .»
Sin embargo, siguiendo la doble tradición de los «padres peregrinos» (los
adeptos de sectas puritanas expulsados del Reino Unido y de Holanda que fundaron
las colonias del Nuevo Mundo) y de la filosofía de la religión natural, los
estadounidenses tienen una definición particular de la neutralidad del Estado.
Se trata por una parte de rechazar los privilegios otorgados a una Iglesia en
detrimento de las demás, por tanto, de denunciar las Iglesias de Estado pero
también de fundar el vínculo social entre el ejercicio del culto y el derecho al
proselitismo. Mientras que los volterianos franceses distinguen un espacio
público regido por la Razón, de un espacio privado donde se desarrollan las
convicciones particulares, los seguidores americanos de Rousseau desplazan la
línea de separación entre, de un lado, un espacio público que comprende a la vez
la Razón y el culto y, por otro, un espacio privado limitado a las creencias. El
sistema laico francés garantiza la libertad de conciencia, o sea la libertad de
creer o de no creer, mientras que el sistema estadounidense defiende la libertad
religiosa, que no se aplica a los agnósticos, libre pensadores y ateos.
En otros términos, los gobiernos que se interponen entre Dios y los hombres
son tanto las teocracias que no son ni judías ni cristianas, por ejemplo Arabia
Saudita, como los Estados laicos, por ejemplo Francia. Así, recordamos,
declaraciones del Departamento de Estado de condena a la ley francesa que
prohíbe el uso de símbolos religiosos ostensibles en las escuelas.
Un amplio dispositivo se creó durante la presidencia de Clinton por
instigación de los neoconservadores y de la mayoría parlamentaria de la época.
Comprende una Comisión para la libertad internacional de religión, presidida
inicialmente por Elliott Abrams [1] (actual
consejero adjunto para la Seguridad Nacional), y un buró especial del
Departamento de Estado. Este presenta al Congreso un informe anual sobre la
situación de la libertad religiosa en el mundo. Además de ese dispositivo
público existe otro de apariencia no gubernamental. La Freedom House, seudópodo
de la CIA, lleva a cabo sus propios estudios sobre la libertad de religión,
estudios que son tomados en cuenta a la hora de otorgar la ayuda estadounidense
para el desarrollo. La Freedom House estigmatiza como violadores de la libertad
a 21 Estados, entre los cuales se encuentra Francia, en cuyo caso la
clasificación no tiene consecuencias concretas.
«En definitiva, señoras y señores, tenemos que
considerar otra cuestión más. ¿Quién si no América unirá a las naciones que aman
la libertad para defender la libertad y la democracia en el mundo? A casi cinco
años de la tragedia del 11 de septiembre, Estados Unidos dirige una gran
coalición de Estados en una guerra global contra el terrorismo. Cuando es
posible, llevamos a los terroristas ante la justicia. Y cuando es necesario,
hacemos justicia con los terroristas. Fue ese el destino que nuestras tropas
reservaron la semana pasada al terrorista Zarkaui y ahora él no hará más daño,
no matará más, no aterrorizará nunca más a gente inocente. Sí, tenemos que
hacer más que capturar y matar individualmente a los terroristas, y lo hacemos.
Golpeamos en la verdadera fuente del terror haciendo aparecer una visión de
esperanza que sobrepasa las ideologías del odio. Estados Unidos apoya las
aspiraciones democráticas de todos los pueblos, sean cuales sean su cultura, su
raza y su religión. No dirigimos la causa de la libertad porque creamos que los
pueblos libres estarán siempre de acuerdo con nosotros. No será así. Ese es su
derecho y América defenderá ese derecho. Lo hacemos porque creemos, y porque
vemos que nuestra creencia es válida, que la gente merece y desea vivir en
libertad.»
Según esa óptica, Estados Unidos niega ser el gendarme mundial encargado de
que se respete el derecho internacional. Simplemente, Dios dio a ese país la
misión de hacer justicia.
No siga preguntándose con qué base legal Estados Unidos se tomó la atribución
de bombardear la casa donde se encontraba Zarkaui en Irak. Los militares
estadounidenses no eran más que el instrumento de Dios en la ejecución del
castigo supremo. Pregúntese más bien lo que harán mañana en ese estado de
exaltación.
Es hora ya de que los aliados de Washington se cuestionen la irracionalidad
del gobierno de Estados Unidos y tengan en cuenta sus consecuencias.
* cita de la convocatoria de El Mundo No Puede Esperar – Hay que
Sacar Corriendo al Gobierno de Bush.
[1] Ver Elliott Abrams, le
«gladiateur» converti à la «théopolitique», por Thierry Meyssan,
Voltaire, 14 de febrero de 2005.
Thierry
Meyssan Periodista y escritor. Presidente de la Red Voltaire. Autor
de La gran impostura y del Pentagate Los artículos de
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