Juicio político por parte del pueblo
Howard Zinn* 2007-02-07 Traducción Cubadebate
Escasea el valor en Washington D.C. Las realidades de la guerra
en Iraq piden a gritos el derrocamiento de un gobierno que es culpable de
delitos de muertes, mutilaciones, torturas, humillaciones y caos. Pero todo lo
que se escucha en la capital de la nación, fuente de esas catástrofes, es un
lloriqueo del Partido Demócrata, que murmura y cotorrea sobre “unidad” y
“trabajo en conjunto de los dos partidos” en un contexto que exige acciones
audaces para revertir de manera inmediata el actual curso de los
acontecimientos.
Estos son los Demócratas que arribaron al poder en noviembre
gracias a los electores que están hartos de la guerra, furiosos con el gobierno
de Bush, y que cuentan con la nueva mayoría en el Congreso para representar a
los electores. Pero si se fuera a restaurar la cordura en nuestras políticas
nacionales, sólo podría lograrse mediante una gran agitación popular,
presionando tanto a los Republicanos como a los Demócratas para actuar acorde a
la voluntad nacional.
La Declaración de Independencia, que se cita como documento pero
se ignora como guía de acción, necesita ser leída desde púlpitos y podios, en
las esquinas de las calles y en las estaciones de radio de las comunidades en
toda la nación. Sus palabras, olvidadas durante más de dos siglos, necesitan
convertirse en un llamado a llevar a cabo acciones por primera vez desde que
fuera leída a las multitudes en los primeros y emocionantes días de la
Revolución Estadounidense: “Siempre que cualquier forma de gobierno se vuelva en
contra de estos fines, el pueblo tiene el derecho de cambiarla o de abolirla y
de instaurar un gobierno nuevo”.
Los “fines” a los que se hace referencia en la Declaración son
el derecho igual para todos a la “vida, libertad y logro de la felicidad”. La
verdad es que ningún gobierno en la historia de la nación ha sido fiel a esos
fines. En la historia de nuestros gobiernos, constantemente se ha favorecido a
los ricos, se ha ignorado a los pobres y se ha recurrido a una gran violencia
para lograr intereses de expansión continental y mundial.
Aún ahora parece existir un salvajismo especial que acompaña la
actual violación de los derechos humanos en este país y en el mundo. Ya hemos
contado con gobiernos represivos antes, pero ninguno de ellos ha legislado el
fin del habeas corpus ni ha apoyado la tortura de manera abierta ni ha declarado
la posibilidad de una guerra sin fin. Ningún gobierno ha ignorado con tanta
indiferencia la voluntad del pueblo y ha reafirmado el derecho del Presidente a
hacer caso omiso a la Constitución, incluso a no tomar en cuenta leyes aprobadas
por el Congreso.
Nos encontramos entonces en el momento propicio para una campaña
nacional a favor de la realización de un juicio político contra Bush y contra el
vicepresidente Cheney. El representante John Conyers, quién llevó a cabo
audiencias de gran envergadura e inició una resolución para juicio político
cuando los Republicanos tenían el control del Congreso, es hoy el jefe del
Comité Judicial de la Cámara de Representantes y se encuentra en posición de
luchar por tal resolución. Evidentemente lo han silenciado sus colegas
Demócratas quienes sabiamente esgrimieron en su contra el habitual problema
político sobre el “realismo” (mientras ignoran la realidad que les golpea en la
cara) y la política siendo “el arte de lo posible” (mientras ponen límites a lo
que es posible).
Sé que no soy el primero en hablar de juicio político. En
realidad, y a juzgar por los sondeos de opinión del pública, existen millones de
estadounidenses que en realidad representan la mayoría de los encuestados que se
han declarado a favor si se muestra que el presidente mintió para llevarnos a la
guerra (una realidad que está fuera de dudas). Se han editado al menos media
docena de libros acerca del juicio político, y algunos de nuestros mejores
periodistas han discutido elocuentemente de ello, entre ellos cabe destacar a
John Nichols y a Lewis Lapham. Además, en un nuevo libro titulado Estados Unidos
contra George W. Bush y otros, Elizabeth de la Vega, exfiscal federal hizo una
“acusación” real, al presentar el caso, en detalles devastadores, ante un gran
jurado ficticio.
Existe un próximo paso lógico en este desarrollo de un
movimiento para lograr un juicio político: la convocatoria de las “vistas del
juicio político por parte del pueblo” en todo el país. Esto reviste una especial
importancia dada la timidez del Partido Demócrata. Tales vistas judiciales
pasarían por encima del Congreso que no está representando la voluntad del
pueblo y constituirían un ejemplo que inspire la democracia en la base.
Estas vistas judiciales serían el equivalente contemporáneo de
las reuniones clandestinas que marcaron la resistencia a la Corona Británica en
los años que llevaron a la Revolución Estadounidense. La historia de la
Revolución Estadounidense por lo general se cuenta alrededor de Lexington y
Concord, en lo relacionado con las batallas y los Padres Fundadores. Lo que
olvidan es que los colonos estadounidenses, incapaces de presentar recursos por
agravio ante las instituciones oficiales del gobierno, tomaron esos asuntos en
sus propias manos, aún antes de que tuvieran lugar las primeras batallas de la
Guerra Revolucionaria.
En 1772, las reuniones en los pueblos de Massachusetts crearon
Comités de Correspondencia y al siguiente año se creó un comité similar en
Virginia. El primer Congreso Continental que comenzó en 1774 representó el
reconocimiento de que era necesario un cuerpo extrajudicial para representar los
intereses del pueblo. En 1774 y 1775 a lo largo de todas las colonias, se
instauraron instituciones paralelas fuera del marco de las instituciones
oficiales del gobierno.
En toda la historia de la nación, la incapacidad del gobierno de
brindar justicia ha llevado a la creación de organizaciones de base, con
frecuencia ad hoc, y disueltas una vez que cumplieron sus propósitos. Por
ejemplo, luego de aprobada la Ley de Fuga de Esclavos, y conociendo que no se
podía contar con el gobierno nacional para revocar la ley, grupos en contra de
la esclavitud compuestos por personas blancas y negras se organizaron para
anular la ley mediante acciones de desobediencia civil. Celebraron reuniones,
hicieron planes, y organizaron el rescate de esclavos fugitivos que se
encontraban en peligro de ser devueltos a sus amos.
En las precarias condiciones económicas de 1933 y 1934, antes de
que el gobierno de Roosevelt hiciera algo para ayudar a las personas
necesitadas, se crearon en todo el país grupos locales para exigir al gobierno
que tomara medidas. Surgieron los Consejos de Desempleados, grupos de inquilinos
lucharon contra el desalojo, y cientos de miles de personas en el país crearon
organizaciones de autoayuda para el intercambio de mercancías y servicios para
que las personas pudieran sobrevivir.
Más recientemente, recordamos los grupos de paz de los años
ochenta, quienes se esparcieron en cientos de comunidades en todo el país y
lograron que los ayuntamientos y las legislaturas estatales aprobaran
resoluciones a favor del congelamiento de las armas nucleares. Por otra parte
las organizaciones locales han tenido éxito en lograr que en más de 400
ayuntamientos se tomara una postura en contra de la Ley Patriótica.
Las vistas de juicio político en todo el país pueden alentar y
fortalecer el movimiento pacifista. Aparecerían en los titulares y presionarían
a miembros reacios del Congreso y de ambos partidos para que hagan lo que
estipula la Constitución en estos casos y lo que exigen las circunstancias: el
juicio político y la destitución de George Bush y de Dick Cheney. La simple
acción de llevar a colación el tema en cientos de comunidades y en los distritos
congresionales pudiera tener un efecto importante y pudiera ser un signo de que
todavía existe la democracia, a pesar de todos los intentos de destruirla en
estos tiempos de guerra.
* Howard Zinn es el autor del recientemente
publicado “A Power Governments Cannot Suppress”. Para más información sobre cómo
ser parte del esfuerzo por lograr el juicio político, favor de consultar
www.afterdowningstreet.org.
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