01-12-2007
La “Gestión táctica de la percepción” en Irak En Irak sólo
hay militantes, no civiles
Dahr Jamail
Tom Dispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Los actos importan. Así describió su impulsiva decisión, en 2003, de cubrir
en persona la Guerra de Irak de George W. Bush, Dahr Jamail, joven guía de
montaña y voluntario de equipos de rescate en Alaska (que solía escribir
independientemente “fuera de temporada”): “Decidí que lo único que podía hacer
era ir a Bagdad para informar yo mismo sobre la ocupación. Ahorré algún dinero,
compré un laptop, una cámara, y un pasaje de avión y, armado de información
obtenida a través de algunas conexiones en Internet, me dirigí a Oriente
Próximo.” Así fue. Antes de darse cuenta iba conduciendo por el desierto iraquí
desde Amman, Jordania, hacia Bagdad y directamente hacia lo desconocido. Tenía
pocos contactos; ninguna organización mediática que lo respaldara; ningún
hotel/oficina con guardas privados al cual volver de noche; ningún sitio
empotrado con las fuerzas estadounidenses para su protección; ni siquiera, al
llegar a Bagdad, algún sitio para el cual escribir.
Un verdadero palo de ciego. ¿El resultado? Un relato singularmente
descollante de cómo se sentía Irak, de lo que lo que era la vida real para los
civiles iraquíes después del ataque de choque y pavor de marzo de 2003 que se
convirtió en la interminable ocupación/catástrofe que todos conocemos tan bien.
Jamail, que ha escrito regularmente para Tomdispatch durante estos
últimos años, ha publicado ahora un libro sobre su tiempo en (y siempre tan
cerca de) el terreno en Irak: “Iraq, Beyond the Green Zone: Dispatches from an
Unembedded Journalist in Occupied Iraq.” Por inquietante que sea volver, una vez
más, a ver la verdadera cara de la ocupación estadounidense, vista en gran parte
a través de ojos iraquíes, leer el nuevo libro de Jamail es también una
absorbente aventura, la odisea de un neófito que se convierte en periodista bajo
la presión de los eventos.
Al hacer una reseña del libro para Mother Jones magazine, Nick Turse
escribió recientemente:
“Sospecho que el relato de Jamail resultará ser un documento duradero de lo
que sucedió en realidad durante los caóticos años de la ocupación, y cómo
transformó a los iraquíes de a pie. Para parafrasear a uno de los mejores
corresponsales de la Guerra de Vietnam, Gloria Emerson, escribiendo sobre los
excepcionales relatos de Jonathan Schell sobre ese conflicto: Si, dentro de
años, los estadounidenses están dispuestos a leer algunos libros sobre la
guerra, éste debiera encontrarse entre ellos. Lo dice todo.”
No se lo pierdan – ni el más reciente trabajo de Jamail, a continuación.
Tom
En Irak sólo hay militantes, no civiles “Gestión táctica de la
percepción” en Irak
Autor: Dahr Jamail
“Algunas veces pienso que debería haber una regla en la guerra de que hay que
ver a alguien de cerca y llegar a conocerlo antes de que se le pueda disparar.”
Coronel Potter. “M*A*S*H”
Nómbralos. Mutílalos. Mátalos.
Desde el comienzo de la ocupación estadounidense en Irak, los ataques aéreos
y de los militares de EE.UU. sólo han matado a “militantes,” “criminales,”
“presuntos insurgentes,” “colocadores de artefactos explosivos improvisados,”
“combatientes anti-estadounidenses,” “terroristas,” “varones en edad militar,”
“hombres armados,” “extremistas,” o “al Qaeda.”
El modelo para la información sobre tales ataques ha seguido siendo el mismo
desde los primeros días de la ocupación hasta la actualidad. Tomemos un ataque
de helicóptero el 23 de octubre de este año cerca de la aldea de Djila, al norte
de Samarra. Los militares de EE.UU. afirmaron que habían muerto a 11 de “un
grupo de hombres que colocaban una bomba al borde de la ruta.” Sólo
posteriormente reconoció un portavoz militar que por lo menos seis de los
muertos eran civiles. Residentes locales afirmaron que los asesinados eran
campesinos, que había niños entre ellos, y que la cantidad de muertos fue mayor
que 11.
Lo que sigue es una parte de la declaración publicada por la portavoz militar
de EE.UU. en el norte de Irak, mayor Peggy Kageleiry:
“Un presunto insurgente y miembro de una célula de artefactos explosivos
improvisados [IED, por sus siglas en ingles] fue identificado entre los muertos
en un enfrentamiento entre Fuerzas de la Coalición y presuntos colocadores de
IED al norte de Samarra... Durante el enfrentamiento, los insurgentes utilizaron
una casa cercana como refugio para volver a enfrentar a aviones de la coalición.
Un miembro conocido de una célula de IED estaba entre los 11 muertos durante los
múltiples enfrentamientos. Enviamos condolencias a las familias de esas víctimas
y lamentamos toda pérdida de vidas.”
Como de costumbre, la versión de la gente del lugar fue enormemente
diferente. Abdul al-Rahman Iyadeh, pariente de algunas de las víctimas, reveló
que el “grupo de hombres” atacados eran en realidad tres agricultores que habían
dejado sus casas a las 4.30 de la mañana para regar sus campos. Dos fueron
muertos en el ataque inicial del helicóptero y el superviviente volvió corriendo
a su casa donde se reunieron otros residentes. El segundo ataque aéreo, afirmó,
destruyó la casa matando a 14 personas. Otro testigo dijo a los periodistas que
otras cuatro casas fueron alcanzadas por el helicóptero. Un policía iraquí
local, el capitán Abdullah al-Isawi, estimó la cantidad de víctimas fallecidas
en 16 – siete hombres, seis mujeres, y tres niños, y otras 14 fueron
heridas.
Como sucede a menudo, los militares de EE.UU., una vez que fueron
cuestionados, declararon que se estaba realizando “una investigación” del
incidente.
Y así son las cosas
El 21 de octubre, dos días antes de ese ataque de helicóptero cerca de Djila,
soldados estadounidenses, de nuevo con la ayuda de helicópteros, pero esta vez
en un vecindario urbano densamente poblado, afirmaron que habían matado a 49
“hombres armados” en un “tiroteo” en Sadr City, extenso vecindario chií en el
este de Bagdad. También en este caso, los militares insistieron inicialmente en
que “ningún civil fue muerto o herido.” Un consejo ciudadano chií y otros grupos
chiíes respondieron que habían muerto numerosos espectadores inocentes. Entre
los 13 muertos mencionados en informes iniciales de la policía iraquí local
había tres niños y una mujer. Otras autoridades iraquíes anunciaron que 69
personas habían sido heridas.
Los militares de EE.UU. no presentaron explicación alguna por la amplia
diferencia entre las cifras de víctimas mencionadas por estadounidenses e
iraquíes.
El informe oficial estadounidense dice lo siguiente:
“El objetivo de la operación era un individuo del que se informó que era un
antiguo miembro de Grupos Especiales especializado en operaciones de secuestro.
La inteligencia indica que se trata de un jefe de célula bien conocido y que ha
buscado financiamiento de Irán para realizar secuestros de alto rango. Al
llegar, la fuerza terrestre comenzó a despejar una serie de edificios en la zona
objetivo y recibió fuego pesado de estructuras adyacentes, de armas automáticas
y granadas impulsadas por cohetes, o RPG. Reaccionando en autodefensa, las
fuerzas de la Coalición se enfrentaron, matando a una cantidad de criminales,
calculada en 13. También fueron solicitados aviones de apoyo para enfrentar a
personal enemigo que maniobraba con RPG contra la fuerza terrestre, matando a
unos seis criminales. Al partir del área objetivo, las fuerzas de la Coalición
siguieron recibiendo fuego pesado de armas automáticas y RPG y también fueron
atacados por un artefacto explosivo improvisado. Reaccionando en autodefensa, la
fuerza terrestre enfrentó la amenaza hostil, matando a los que se calcula fueron
10 combatientes adicionales. En total, las fuerzas de la Coalición calculan que
49 criminales fueron muertos en tres enfrentamientos separados durante esta
operación. Las fuerzas terrestres informaron que no sabían nada de que haya
habido algún civil inocente muerto como resultado de esta operación.”
Para ser justos, los militares admitieron que el objetivo de la caza del
hombre no estaba, de hecho, entre los capturados o muertos.
Después de la “operación” los medios noticiosos televisivos transmitieron
imágenes de familias afligidas en las calles de Sadr City. Un hombre informó que
el hijo de 6 años de su vecino había sido muerto, y que un niño de 6 años fue
herido. Medios de televisión árabes captaron escenas de ambulancias con sirenas
aullantes que llevaban a los heridos al hospital Imam, el mayor de Sadr City,
donde se veía a doctores atendiendo a las víctimas, incluyendo niños.
Típicamente para tales incidentes, esos 49 “criminales” muertos volvieron a
convertirse en civiles cuando la policía local comenzó a comprobar los hechos,
incluyendo a dos (no tres) niños, en su recuento final.
El primer ministro iraquí Nour al-Maliki prometió una investigación para la
cual responsables militares de EE.UU. ofrecieron que se formara un comité
conjunto, pero, como sucede tan a menudo en semejantes “investigaciones,” no ha
habido ningún informe de seguimiento. En este “incidente,” los militares de
EE.UU., que sepamos, mantienen su afirmación de que no hubo civiles muertos o
heridos.
Dos meses antes, en un incidente similar, los militares de EE.UU. afirmaron
que 32 “presuntos insurgentes” fueron muertos durante un ataque aéreo, también
en Sadr City, una afirmación contradicha por iraquíes del vecindario, lo que fue
seguido por la promesa usual de una investigación – de la cual, una vez más, no
se ha vuelto a oír.
“Gestión de la táctica de la percepción”
Para aportar una perspectiva, quiero volver al Irak de noviembre de 2003.
Había estado allí menos de una semana en mi primera visita a ese país ocupado,
cuando los militares de EE.UU. informaron sobre un furioso tiroteo entre fuerzas
estadounidenses y 150 ex combatientes paramilitares fedayín de Sadam Husein.
Según el general Peter Pace, en aquel entonces vice-jefe del Estado Mayor
Conjunto, soldados estadounidenses, al ser atacados por ese grupo, habían
reaccionado con fiereza y habían matado a 54 de ellos. “Atacaron y fueron
muertos, así que pienso que será aleccionador para ellos,” señaló con aire de
suficiencia el general Pace.
La mayor parte de los medios de información occidentales simplemente anotaron
los 54 “insurgentes” muertos y lo dejaron tal cual. Sin embargo, los medios
locales en Bagdad, y canales como Al-Jazeera, citaron cifras muy diferentes
tomadas directamente del hospital en Samarra donde atendieron a los heridos. Los
médicos anunciaron que ocho murieron en el incidente, incluyendo a un peregrino
iraní, y que 50 iraquíes fueron heridos.
Viajé esa semana a Samarra, visité la morgue en el Hospital General de
Samarra, hablé con iraquíes heridos en el hospital, y entrevisté a uno de los
jeques más destacados de la ciudad, así como con varios testigos presenciales
del evento. Lo que descubrí fue un acuerdo general en que una patrulla
estadounidense había efectivamente sido atacada – pero sólo por dos pistoleros,
mientras entregaban dinero a un banco en el centro de la ciudad. Soldados
estadounidenses nerviosos habían respondido con una andanada que no mató a
ninguno de los atacantes, sino a ocho civiles, mientras hería a 50 más. Las
calles en el centro de la ciudad, donde tuvo lugar el tiroteo, estaban
acribilladas.
Los militares, no obstante, insistieron en su cifra – 54 muertos – e
insistieron en que la enorme fuerza de “insurgentes” había atacado con morteros,
granadas, y armas automáticas.
Uno de los entrevistados, que había estado en su negocio de té cercano, y
testimoniado la mayor parte del incidente, resumió como sigue la reacción
local:
“Los estadounidenses dicen que la gente que se les enfrentó eran todos de
al-Qaeda o fedayín. Todos vivimos en esta pequeña ciudad. ¿Por qué no vimos a
esos combatientes extranjeros y extraños a nuestra ciudad antes o después de
esta batalla? Todos aquí nos conocemos, y nadie ha visto a estos extranjeros.
¿Por qué cuentan esas mentiras?”
Otro hombre, en la escena, había llamado mi atención hacia un coche aparcado,
marcado por 112 impactos de bala. Mientras lo fotografiaba, se me acercó un
hombre con dos niños a su lado. Eran, dijo, los hijos de su hermano que había
sido muerto por los tiros.
“Este niño y esta niña, su padre fue muerto por los estadounidenses. ¿Quién
se preocupará por esta familia? ¿Quién velará por estos niños? ¿Quién los
alimentará ahora? ¿Quién? ¿Por qué mataron a mi hermano? ¿Cuál es el motivo?
Nadie me lo ha dicho. Era conductor de camiones. ¿Cuál es su crimen? ¿Por qué le
dispararon? ¡Le dispararon 150 balas! ¿Es algo normal ahora que se mate a la
gente, lo que sucede todos los días? ¿Es éste nuestro futuro? ¿Es el futuro que
EE.UU. prometió a Irak?”
Mi vida como periodista independiente en este país estaba recién comenzando y
sentí sus preguntas como golpes en el estómago. Por cierto, yo era el único
periodista estadounidense que le escuchaba y entonces escribía para un público
de menos de 200 por correo electrónico. Es lo que significa, en términos del
Pentágono, dominar no sólo el campo de batalla, sino el paisaje mediático en el
que se informa sobre ese campo de batalla. Y resultó ser que ese tipo de
dominación estaba muy presente en las mentes del Pentágono en ese período.
Dentro de días de ese incidente, por ejemplo, el New York Times
publicó un artículo sobre cómo el Pentágono había otorgado un contrato a SAIC,
una compañía privada, para que investigara cómo el Departamento de Defensa podía
utilizar la propaganda para una “influencia estratégica más efectiva” en la
“guerra contra el terror.” El Pentágono se refería a esa guerra relámpago
propagandística potencial como “campaña de gestión táctica de la percepción.” El
título del documento producido por SAIC era “Ganando la guerra de las
ideas.”
El 2 de diciembre de 2005, los militares de EE.UU. admitieron que el Grupo
Lincoln, que se describía como “una firma de comunicaciones y relaciones
públicas estratégicas que suministra perspectiva e influencia en entornos
retadores y hostiles,” había sido contratado por el Pentágono para colocar
artículos de buenas noticias pro-estadounidenses en la nueva prensa “libre”
iraquí de la que el gobierno Bush alardeaba en aquel entonces. Esto fue
denunciado durante una información del senador John Warner de Virginia, jefe del
Comité de Servicios Armados del Senado.
La admisión no resultó ser, como se podría haber esperado, un paso hacia la
disuasión. El Grupo Lincoln no sólo recibió más contratos, sino los militares
siguen utilizando actualmente una amplia gama de tácticas similares con aún más
impunidad. En Irak, la propaganda y la desinformación han sido, de hecho,
continuas y de escala masiva. Y, desde luego, los anuncios regulares de muertes
“insurgentes” o “criminales” en operaciones estadounidenses nunca han cesado, ni
tampoco los anuncios de “investigaciones,” cuando esas afirmaciones son
seriamente cuestionadas en el terreno – informaciones de las que, con la
excepción de unos pocos casos, nunca se vuelve a oír.
Todo esto es un recuerdo de algo que George W. Bush dijo una vez: “Vean, en
mi ocupación hay que seguir repitiendo cosas una y otra vez y otra vez más hasta
que se asuma la verdad, como si se catapultara la propaganda.”
Tirón de orejas a los militares
Incluso si alguna de esas investigaciones, condujo a alguna parte, esa parte
fue casi invariablemente una calle sin salida. Tomemos Haditha. Testigos dijeron
a los periodistas que, el 19 de noviembre de 2005, en la ciudad occidental de
Haditha, 24 civiles iraquíes fueron masacrados por marines de EE.UU. No
constituía un secreto que los marines habían matado a tiros de cerca a
hombres, mujeres y niños como represalias por un atentado al borde de la ruta
que había matado a uno de los suyos.
El Washington Post citó a Aws Fahmi, un residente de Haditha, que
observó desde su hogar como los marines iban de casa en casa matando a
miembros de tres familias. Escuchó a Younis Salim Khafif, su vecino al otro lado
de la calle, suplicando en inglés por su vida y las de su familia. “Oí a Younis
hablando a los estadounidenses, diciendo: ‘Soy amigo. Soy bueno.’” Fahmi dijo:
“Pero lo mataron, y a su esposa y a sus hijas.”
Un corresponsal especial del Post e investigadores estadounidenses en
Washington informaron que algunos de los muertos fueron mujeres que trataban de
servir de escudos a sus hijos. Según certificados de defunción, las niñas
matadas en la casa de Khafif tenían 14, 10, 5, 3, y 1 años.
Una vez conocida la noticia en EE.UU., los militares ordenaron una
investigación del incidente. De hecho, un iraquí había logrado filmar el
interior de la casa bañada en sangre así como escenas de los heridos en el
hospital de Haditha, y había registrado declaraciones de testigos presenciales
de la matanza.
Hasta ahora, dos años después de la masacre, las investigaciones no han
terminado. Responsables anónimos del Pentágono han admitido ante periodistas que
existe abundante evidencia para fundamentar acusaciones contra los marines
acusados de disparar deliberadamente a civiles, incluyendo a mujeres y niños
indefensos. Fiscales del Cuerpo de Marines y de la Armada estudian la
evidencia, y probablemente solicitarán más investigaciones.
En cuando a las acusaciones presentadas contra los soldados involucrados en
la masacre, el 2 de abril de este año fueron abandonadas todas las que habían
sido presentadas contra el sargento Sanick P. Dela Cruz, acusado de matar a
cinco civiles, como parte de una decisión que le otorgó inmunidad para que
testificara en posibles cortes marciales contra siete otros marines
acusados por el ataque y su supuesto encubrimiento. El 9 de agosto todas las
acusaciones por asesinato contra el soldado de primera clase Justin Sharratt y
las acusaciones por no investigar el incidente contra el capitán Randy Stone
fueron abandonadas por el teniente general James Mattis, bien conocido por
afirmar al hablar de los combates en Afganistán: “Es divertido matar a cierta
gente.” El 23 de agosto, el oficial investigador sugirió que las acusaciones
contra el soldado de primera clase Stephen Tatum también deberían ser
abandonadas. El 19 de octubre, los oficiales al comando de Tatum decidieron que
las acusaciones deberían ser reducidas a homicidio involuntario, puesta en
peligro imprudente, y agresión agravada.
Más recientemente, el 18 de septiembre, todas las acusaciones contra el
capitán Lucas McConnell fueron retiradas, y el oficial investigador recomendó
que lo mismo debiera suceder con el soldado de primera clase Stephen Tatum.
El 3 de octubre, un oficial investigador de una audiencia según el Artículo
32 (un procedimiento similar a un jurado de acusación civil) recomendó que el
sargento segundo Frank D. Wuterich fuera juzgado por homicidio por negligencia
en las muertes de dos mujeres y cinco niños, y que las acusaciones de asesinato
por su participación en el asesinato de 17 civiles inocentes, fueran retiradas.
En otras palabras, hasta ahora, nadie ha ido a la cárcel por la masacre de
Haditha.
Ahora es un lugar común que tales investigaciones, sobre atroces crímenes
contra civiles iraquíes, se prolonguen durante meses o incluso años. También es
un lugar común que al completarse tales investigaciones, los soldados de bajo
rango, que son acusados por los crímenes, sean a menudo absueltos por entero o
que los tribunales militares pronuncien sentencias ridículamente ligeras.
El 8 de noviembre, por ejemplo, el sargento segundo Michael Hensley,
francotirador, fue declarado no culpable por jueces militares de tres
acusaciones de asesinato premeditado por matar a tres civiles iraquíes. En su
lugar fue condenado sólo por colocar un rifle AK-47 junto a los restos de un
iraquí muerto durante una de sus misiones – como evidencia de que el hombre era
un “insurgente.”
En enero de 2004, Zaidoun Hassoun, de 19 años, y su primo Marwan Fadil fueron
obligados a punta de pistola por soldados de EE.UU. a lanzarse de una saliente
al río Tigris en Samarra. Fadil sobrevivió. Testificó que los soldados, después
de obligar a ambos a caer en las aguas del río, se quedaron riendo mientras
Hassoun se ahogaba.
El sargento primero Tracy Perkins fue el único soldado juzgado por este caso.
El abogado de la defensa, capitán Joshua Norris sugirió que Perkins no podía ser
condenado por homicidio involuntario porque no había “ningún cuerpo, ninguna
evidencia, ninguna muerte.” En los hechos fue absuelto de la acusación de
homicidio involuntario por un tribunal militar el 9 de enero de 2005, y en su
lugar fue degradado a un grado más bajo y sentenciado por agresión a seis meses
en una prisión militar.
Del mismo modo, el 6 de junio de 2006, tres soldados británicos fueron
absueltos de acusaciones por matar a Ahmed Jabber Kareem, de 15 años, en mayo de
2003 al obligarlo a meterse en un canal en Basora.
Deshumanización de los iraquíes
Nada de esto – de los propios interminables “incidentes” a la manera como el
Pentágono ha dominado la información al respecto – podría haber sido posible sin
una deshumanización generalizada de los iraquíes entre los soldados
estadounidenses (y una profunda, aunque generalmente no expresada y poco
considerada, convicción en el “frente interno” estadounidense de que las vidas
iraquíes tienen poco valor). Si, hace cuatro decenios, los vietnamitas eran
"gooks," "dinks," y "slopes," los iraquíes de la ocupación estadounidense eran
"hajis," "negros de la arena," y "cabezas de toalla." El racismo latente
favorece el proceso de deshumanización, ayudado hábilmente por medios dominantes
que tienden, con honorables excepciones, a aceptar los anuncios del Pentágono
por lo menos como una aproximación inicial a la realidad en Irak.
Hayan sido “incidentes” involucrando ataques de helicóptero en los que se
presupone que los que mueren en tierra son enemigos y malos, o la destrucción
generalizada de la ciudad de Faluya en 2004, o la masacre en Haditha, o la
fiesta de matrimonio masacrada en el desierto occidental de Irak que también fue
registrada en vídeo (mayor de marines James Mattis: “¿Cuánta gente va en
medio del desierto... a realizar una boda a 130 kilómetros de la civilización
más cercana? Se trataba de más de dos docenas de varones en edad militar. No
seamos ingenuos.”), o los asesinatos en los puntos de control estadounidenses, o
incluso la propia invasión inicial de Irak, encontramos el uso de las mismas
técnicas de propaganda: Satanizar a un “enemigo”; informar de que sólo se mata a
“combatientes”; insistir en la historia a pesar de la evidencia contraria; si
hay presión, lanzar una investigación; si la presión continúa, acusar sólo a
soldados de bajo rango; condenar a unos pocos de ellos; darles sentencias
ligeras; y a repetir el ejercicio.
Al escribir estas líneas, el grupo Just Foreign Policy [Política Exterior
Justa] ha presentado un cálculo de iraquíes matados desde la invasión y
ocupación dirigida por EE.UU. Su cantidad: 1.118.846. Hay que considerar esa
posibilidad en el contexto de la última serie de noticias desde Irak sobre una
disminución de la violencia.
El cálculo se basa en cifras de un estudio realizado por investigadores de la
Universidad Johns Hopkins en EE.UU. y de la Universidad al-Mustansiriya en
Bagdad y publicado en octubre de 2006 por la revista médica británica The
Lancet, que estableció que 655.000 iraquíes murieron como resultado directo
de la invasión y ocupación anglo-estadounidense. La metodología del informe ha
sido calificada de “sólida” y “cercana a la mejor práctica” por Sir Roy
Anderson, principal consejero científico del Ministerio de Defensa de Gran
Bretaña. Desde entonces, aparte de Just Foreign Policy, la agencia de encuestas
de investigación Opinion Research Business ha extrapolado una cifra de 1,2
millones de muertes en Irak. Sobre esta base, el veterano periodista nacido en
Australia, John Pilger, escribió recientemente: “La escala de la muerte causada
por los gobiernos británico y de EE.UU. puede haber sobrepasado la del genocidio
ruandés, convirtiéndola en el mayor acto singular de asesinato masivo de fines
del Siglo XX y del Siglo XXI.”
El que haya sido descartada, (o que no haya sido considerada en general) por
los medios dominantes en EE.UU., la posibilidad de que la cantidad de iraquíes
muertos alcance ese nivel es una indicación del éxito de una efectiva “campaña
de gestión táctica de la percepción,” de la forma como el gobierno de Bush ha
continuado “catapultando la propaganda,” y de la deshumanización de los iraquíes
que la ha acompañado, Agréguese a eso la negativa de los militares de EE.UU. de
llevar ante la justicia a los acusados de algunos de estos atroces crímenes, la
falta de responsabilización, y medios del establishment que han camuflado
regularmente la verdadera naturaleza de la ocupación, y tendremos el ambiente
perfecto para la continuación de la matanza a escala industrial en Irak, incluso
si las noticias sólo destacan a personajes como Britney Spears y Lindsay Lohan y
sus aventuras en diversas clínicas de rehabilitación.
En lo que podría servir razonablemente como un resumen de la ocupación
estadounidense de Irak, Voltaire, el filósofo francés del Siglo XVIII, escribió:
“Está prohibido matar; por eso todos los asesinos son castigados a menos que
maten en grandes cantidades y acompañados por el son de trompetas.”
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Dahr Jamail, periodista independiente, es autor de “Beyond the Green Zone:
Dispatches from an Unembedded Journalist in Occupied Iraq” (Haymarket Books,
2007), que acaba de ser publicado. Jamail informó desde Irak ocupado durante
ocho meses así como desde el Líbano, Siria, Jordania y Turquía durante los
últimos cuatro años. Escribe regularmente para Tomdispatch.com, Inter
Press Service, Asia Times, y Foreign Policy in Focus. Ha
colaborado con The Sunday Herald, The Independent, The
Guardian, y The Nation, entre otras publicaciones. Mantiene un sitio
en la Red: Dahr Jamail's Mideast Dispatches, con todos sus escritos.
Copyright 2007 Dahr Jamail
http://www.tomdispatch.com/post/174866/
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