IRAK: El paraíso perdido de los judíos kurdos
Octubre 13, 2008
SAN FRANCISCO , Estados Unidos,
Por Aaron Glantz
(IPS) - Es común que, al referirse a la violencia en Irak, funcionarios y
medios de prensa estadounidenses describan a los pobladores de ese país como
“salvajes” que no pueden evitar asesinarse unos a otros.
El candidato a la vicepresidencia de Estados Unidos del opositor Partido
Demócrata, Joe Biden, dijo en el debate con su rival del gobernante Partido
Republicano, Sarah Palin, que “la historia de los últimos 700 años” muestra que
los iraquíes son incapaces de convivir entre ellos.
Una visión diferente, sin embargo, puede encontrarse en el libro del
periodista estadounidense de ascendencia kurda Ariel Sabar titulado “My Father’s
Paradise: A Son’s Search for His Jewish Past in Northern Iraq” (”El paraíso de
mi padre: La búsqueda de un hijo de su pasado judío en Irak septentrional”).
Sabar cuenta la historia de su padre, Yona, quien creció en los años 40 en
Zakho, pequeña ciudad iraquí en la que judíos, musulmanes y cristianos se
vinculaban sin mayores dificultades.
Los judíos como Yona Sabar conformaban una pequeña comunidad cuyos miembros
“trabajaban, oraban a su dios y hablaban su propio lenguaje” sin grandes
problemas, tal como lo habían hecho “por alrededor de 2.700 años”.
La descripción que realiza Sabar de los días de infancia de su padre es
conmovedora. “Al pequeño niño le gustaban los techos. Y desde ellos, en su
ciudad del Kurdistán iraquí, ese niño de ocho años de cabello oscuro –su nombre
era Yona– podía mirar a todo el mundo a sus pies.”
Así podía ver “la tienda donde su padre vendía ovillos de lana, el puesto del
mercado donde su abuelo sumergía ’sherwals’ y ’shalla u-shappiksas’ en tambores
de tintura, dando nuevos colores a esos pantalones y chaquetas”.
“Y más allá, en el jardín de la casa sobre la calle principal, estaba uno de
los personajes favoritos de Yona: el relator de historias, que encendía la
imaginación de los niños con fábulas de fantasmas y mendigos y héroes.”
Luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), un tercio de los habitantes
de Bagdad eran judíos. Luego de la Segunda (1939-1945) llegaron a ocupar
posiciones en el gabinete, el parlamento y los tribunales.
“Esto habla de una cultura que, a pesar de las imágenes que dominan los
titulares, era realmente civilizada, sofisticada, cosmopolita y multicultural,
mucho antes de que este último término se pusiera de moda entre los profesores
universitarios y los progresistas”, dijo Sabar a IPS.
Paradójicamente, fue el asesinato de seis millones de judíos en Europa a
manos del régimen nazi alemán lo que puso fin a esa convivencia social. La
masacre llevó a la creación del Estado de Israel en 1948, y sus vecinos árabes
fueron a la guerra para impedirlo.
A medida que los cadáveres de soldados iraquíes volvían a su país aumentó el
sentimiento antijudío en Irak. Algunos judíos prominentes fueron ejecutados,
otros arrestados y torturados por colaborar con el “enemigo”, aunque en muchos
casos sus vínculos con Israel se limitaban a la comunidad religiosa.
En 1951, la represión estatal y las acciones de grupos violentos forzaron a
los judíos de Zakho a un éxodo masivo.
Yona Sabar tenía 12 años cuando su familia llegó a Israel, que no fue para
ellos una tierra prometida. En general, en Irak habían gozado de una buena
posición, y en Jerusalén debieron apiñarse en un pequeño departamento.
Miembros de la familia que fueron propietarios de negocios en Irak debieron
aceptar trabajos de baja calificación. Todos sufrieron discriminación por ser
kurdos.
En su adolescencia, Yona se vio forzado a trabajar limpiando bolsas de
cemento y a asistir a la escuela nocturna. No resulta sorprendente que al
finalizar sus estudios universitarios emigrara a Estados Unidos, donde realizó
un postgrado en la Universidad de Yale y se convirtió en uno de los más
renombrados especialistas en arameo, el lenguaje que hablaba en Zakho.
Actualmente, vive en la ciudad de Los Ángeles.
Padre e hijo viajaron juntos al Kurdistán iraquí en 2005. Ariel retornó al
año siguiente para buscar más información sobre su familia. En esa oportunidad
sus escritos se refirieron a cuestiones como los ancestros, el desplazamiento y
la marcha de la historia.
Yona Sabar dijo a IPS, en una entrevista telefónica, que el viaje de 2005 lo
convenció de que el mundo de su juventud se había perdido para siempre.
“Había sólo una o dos personas que recordaban el pasado”, afirmó.
“Incluso cuando uno de nuestros anfitriones nos invitó a su casa y le pidió a
su esposa que nos preparara algún platillo judío, la mujer no tenía idea de qué
le estaba hablando. Finalmente encontró a alguien que recordó qué clase de
comida era”, relató.
Yona Sabar dijo que le gustaba el título del libro, aunque considera sus
visiones paradisíacas del pasado como “nostalgia” más que como otra cosa. “El
Paraíso es donde uno coloca todos sus sueños y deseos, donde se siente más pleno
espiritualmente”, aseguró.
Al recordar su periplo, primero desde el Kurdistán a Israel, luego a Estados
Unidos, señaló: “Cuando estaba en un lugar siempre pensaba en el anterior,
idealizándolo. Ahora me doy cuenta de que es sólo una fantasía. Estoy muy feliz
aquí.”
Ariel explicó que su padre aún busca, en su vida cotidiana en Los Ángeles,
pequeños retazos del Kurdistán. “Esos paralelismos a veces me parecen
fantasiosos, otras incluso risibles. Pero descubrí que son reales para él,
necesarios para un hombre desplazado”.
© “Todos los Derechos Reservados, IPS Inter Press Service, (2008)”
©El Bonsai
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