Guantánamo, banda sonora original
TONI GARCÍA 17/08/2008
El País
Sesiones de entre 14 y 27 horas, dos veces a la semana, escuchando 'Born in
the USA' o los 'hits' de Britney Spears a todo trapo. Es parte de las torturas
que sufren los presos en la cárcel de Guantánamo. ¿Qué opinan los artistas de
este infame 'top ten'?
"Está en las Sagradas Escrituras: Josué utilizó el ruido de sus trompetas
para introducir el miedo en el corazón de los habitantes de Jericó". El teniente
coronel Dan Kuehl, retirado del servicio activo y especialista en operaciones
especiales psicológicas (psyops, en jerga militar), respondía así al
rotativo The St. Petersburg Times cuando uno de sus periodistas le
preguntó por los protocolos del ejército estadounidense en Guantánamo, que
incluyen el uso de la música como instrumento de tortura.
Así lo explicaba Clive Stafford Smith en un reciente artículo en The
Guardian (complementado con otro que puede leerse en la página web
New Statement), donde este periodista y conocido colaborador de la ONG contra la
tortura Reprieve relataba su 21ª visita a la bahía de Guantánamo, el enclave
elegido por la inteligencia americana para instalar a muchos de sus más
distinguidos prisioneros de guerra tanto en Irak como en Afganistán.
Stafford, como Justine Sharrock y los impulsores de la web Mother
Jones.com, había tenido acceso a una lista de canciones que los carceleros de la
base utilizaban para atormentar a sus prisioneros. Algunas, más o menos obvias
'para un carcelero' como Born in the USA, de Bruce Springsteen, y otras,
menos, como Dirt, de Christina Aguilera. Estos particulares disc
jockeys poseen su top ten de la tortura, en el que incluyen canciones
de Britney Spears, Magic Numbers, Rage Against the Machine, Metallica, David
Gray, el clásico infantil Dinosaurio Barney o Nancy Sinatra.
El procedimiento es sencillo: se obliga al prisionero a adoptar la denominada
'posición de estrés', en la que no se pueden mover los brazos ni las piernas.
Después se le encadena al suelo de un pequeño habitáculo y se sube el aire
acondicionado hasta el nivel de congelación. Acto seguido, se pincha la
canción y se sube el volumen al máximo. Como cuenta el escritor Dan Fesperman en
su último libro, El prisionero de Guantánamo, sólo es necesario un
altavoz. "Cuando se trata de Guantánamo, ¿a quien le importa que el sonido sea
estéreo?", reflexiona Fesperman en boca de uno de sus personajes.
David Peisner relataba en uno de los primeros artículos sobre La Disco
(nombre en código del módulo que los interrogadores utilizan para aplicar estos
métodos), publicado en la revista Spin en diciembre de 2006: "Las
sesiones podían durar entre 14 y 27 horas, dos o tres veces por semana". El
psiquiatra y ex brigada del ejército estadounidense Stephen Xenakis, una de las
voces más relevantes contra este tipo de tortura, advierte al respecto: "Los
daños psicológicos son incalculables. Se conduce al cerebro al mismo nivel de
ansiedad que puede causar el síndrome de estrés postraumático".
En esta ocasión, ni siquiera se puede especular con el desconocimiento
de las autoridades sobre lo que está sucediendo en la isla. Tanto Donald
Rumsfeld, ex secretario de Defensa del Gobierno de Estados Unidos con Gerald
Ford y George W. Bush, como el teniente general Ricardo Sánchez ratificaron en
abril y septiembre de 2003, respectivamente, el uso de estas técnicas "para
obtener información que pudiera conducir a la mejora de la seguridad
nacional".
Poco importa que el Tribunal Europeo para los Derechos Humanos condenase en
1978 este tipo de prácticas, empleadas por los servicios secretos británicos a
principios de la década de los setenta contra prisioneros relacionados con el
Ejército Republicano Irlandés (IRA). O que, en 1997, el Comité contra la Tortura
de las Naciones Unidas lo considerara "inaceptable". Hasta el Tribunal Supremo
israelí llegó a reprobar en 1999 el uso de este tipo de interrogatorios.
Pero ni tan siquiera los medios de comunicación estadounidenses desempeñaron
el mejor de los papeles cuando se produjeron las primeras filtraciones sobre el
perverso uso de algunas canciones en Guantánamo: "¿Cuál es tu
interrocanción preferida?", se preguntaba a los lectores en la web
del Chicago Tribune en 2005. "Por fin alguien más tiene que sufrir a
Britney Spears", llegó a decir la revista Time. "Música tranquila para la
yihad", afirmó The New York Sun. Nadie parecía demasiado
preocupado por la suerte de "los combatientes enemigos", imbuidos como estaban
en la inacabable "guerra contra el terror".
Lo cierto es que la CIA ha aplicado el tratamiento musical a discreción desde
1963. Desde principios de los cincuenta hasta 1962, la agencia gubernamental
utilizaba la tortura en sus formas más elementales, pero algunos analistas
empezaron a cuestionar la fiabilidad de la información obtenida con estos
métodos. Al parecer, los prisioneros estaban dispuestos a decir cualquier cosa
con tal de evitar el dolor. En 1962 empezaron a desarrollarse los denominados
no-touch methods. El prisionero era sometido, entre otras lindezas, a la
privación de sueño y a un aislamiento sensorial. El uso de la música (más bien
deberíamos decir del sonido) como arma fue aprobado con el denominado Kubark
Counterintelligence Interrogation, un protocolo que se difundió rápidamente por
Asia y Latinoamérica, como denunció en su momento Amnistía Internacional
La última ocasión en que la disco-inferno, como algunos tabloides
ingleses han llamado a esta peculiar técnica de interrogatorio, se convirtió en
noticia fue el 28 de febrero de 1993, cuando la ATF, una agencia federal
estadounidense, decidió someter a los miembros de una secta en Waco (Tejas) a
varios días de música a todo volumen con el objetivo de hacerles salir sin
resistencia del rancho que ocupaban. Se trataba de un procedimiento que ya se
había puesto a prueba en 1989 con Manuel Noriega durante la invasión de Panamá,
pero la táctica musical en esta ocasión no fue demasiado efectiva: el asalto al
templo de los davidianos de David Koresh culminó con la muerte de más de 90
personas, entre personal de la ATF y miembros de la secta.
En un magnífico artículo en la página web thenation.com, Moustafa
Bayoumi contrasta además el hecho de lanzar canciones a un volumen infernal
contra personas cuya radical visión de la religión no tolera ningún tipo de
música y la indiferencia que despierta entre los propios culpables: las
bandas y solistas que ven sus canciones utilizadas en Guantánamo. "Hablamos
mucho de las descargas ilegales y de la piratería, pero no veo a nadie hablando
de esto", se queja Bayoumi.
Aun así, parece que algo se mueve: el compositor británico David Gray
acaba de afirmar que le parece "intolerable" que utilicen su canción
Babylon para fines tan "degradantes", y anima a todos los artistas que
aparecen en la lista a tomar medidas. Lo mismo han decidido bandas como Massive
Attack, Magic Numbers o Rage Against the Machine. Tom Morello, guitarrista de
estos últimos, ha manifestado un "absoluto disgusto" por el hecho de que se
hayan utilizado "canciones de nuestra banda para cosas tan indignas como la
tortura".
Sin embargo, no todos piensan que la cosa sea para tanto. El mejor ejemplo al
respecto se encuentra en las declaraciones de James Hetfield, líder de
Metallica, al diario británico The Guardian: "¿Tortura? Nosotros hemos
estado torturando con nuestra música durante años a nuestros padres, a nuestras
esposas, a nuestros amigos, a la gente que queremos? ¿Por qué tendrían los
iraquíes que ser diferentes?", afirmaba Hetfield al periódico inglés. Lo mismo
opina Steve Asheim, el batería de la banda de death-metal Deicide, cuya
canción Fuck your God (Que se joda tu Dios) es todo un hit en
Guantánamo: "Esos tíos no son un grupo de niños asustados. Son guerreros.
Esperan que les quemen vivos, que les destrocen con bates de béisbol. Si yo
estuviera en Guantánamo y lo único que hicieran fuera ponerme música alta, yo
pensaría: ¿es esto todo lo que podéis hacer? ¡Anda ya!".
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