Revolución #69, 19
de noviembre de 2006
A raíz de las elecciones
La mujer sigue en peligro
Mary Lou Greenberg
El 7 de noviembre, la Ley de Referencia 6 (la prohibición del aborto más
restrictiva y cruel del país) fue derrotada en Dakota del Sur. Esta es una
derrota para quienes quieren esclavizar a la mujer y someterla al dogma
fundamentalista religioso. En marzo la legislatura estatal aprobó y el
gobernador firmó esta ley que expresa desdén por la mujer y prohíbe el aborto
aunque el embarazo se deba a violación, incesto o aunque afecte la salud de la
mujer. La única excepción es si la mujer está a punto de morir. En estas
elecciones, la ciudadanía tenía que ratificar o anular la ley.
Estuve en Dakota del Sur la semana antes de las elecciones. La dedicación,
energía y resolución de tumbar esa ley se sentía en las universidades y esquinas
por todo el estado, en un ambiente político intenso que dividió familias y
amigos. La campaña a favor de la ley recibió enormes cantidades de dinero de la
oposición al aborto y por todos lados se veían avisos, carteleras y letreros en
las casas. Los periódicos publicaron cartas con apelaciones a “dios” y a
Jesucristo, acompañadas de amenazas de condena perpetua contra los que se
oponían a la ley. El ambiente estaba cargado en las universidades y en la
comunidad en general; unos temían exhibir pancartas contra la ley y unos
estudiantes dijeron que se sentían vulnerables si se ponían botones en contra de
la ley en las mochilas.
Cuando vencieron el temor y expresaron su opinión contra la ley, se dieron
cuenta de que no estaban solos y muchos se ofrecieron de voluntarios contra la
prohibición. En vísperas de las elecciones, cientos de voluntarios se dedicaron
a recorrer vecindarios, hacer llamadas telefónicas y hacer campaña contra la Ley
6. La mayoría eran de Dakota del Sur, pero también había gente de Washington,
D.C. y Nueva York, de los estados centrales y de la costa oeste. Organizaciones
nacionales como National Abortion Federation, Physicians for Reproductive Choice
and Health, Feminist Majority y El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su
Gobierno, mandaron voluntarios a Sioux Falls.
La ley contra el aborto perdió, pero la igualmente reaccionaria Enmienda C
ganó. Esta enmienda ataca a los gays y a todas las parejas que no se han casado;
prohíbe matrimonios gay y uniones civiles, así como uniones de parejas que viven
juntas. Además, fue reelegido el senador republicano Bill Napoli, quien quiere
prohibir el aborto aun en casos de “simple violación”, como dijo en la
primavera. Ese asqueroso comentario fue contundentemente repudiado en cartas a
la prensa por mujeres indignadas que le hicieron saber que la violación nunca es
un asunto “simple”. La violación es violación, y la violación heterosexual es un
medio para imponer el poder patriarcal de una manera salvaje y degradante.
Ahora se habla de que la legislatura de Dakota del Sur seguirá con su ataque
contra la mujer y el derecho al aborto, pues quiere una ley similar en la
próxima sesión o por lo menos una ley que prohíba el aborto salvo en casos de
violación, incesto o si peligra la salud de la mujer (a favor de la cual ahora
está Napoli). Dakota del Sur ya es uno de los estados que tiene más
restricciones al aborto, por ejemplo, una espera de 24 horas, consejería
obligatoria para disuadir y, en caso de menores, informar a los padres. En todo
el estado hay solo una clínica, que practica abortos, la de Planificación
Familiar en Sioux Falls, y eso solo un día a la semana cuando viaja un médico de
Minneapolis.
Pero el ataque contra el aborto no es solo en Dakota del Sur. Al día
siguiente de las elecciones, la Suprema Corte vio dos casos que se oponen a la
prohibición federal del 2003 del método de aborto más común y seguro de segundo
trimestre. Desde que la Corte vio un caso similar en el 2000 sobre una ley casi
idéntica y la declaró inconstitucional, la composición de la Corte ha cambiado.
Ahora tiene dos magistrados designados por Bush de extrema derecha, John G.
Roberts y Samuel Alito, que se oponen fuertemente al fallo de la Suprema Corte
que en 1973 legalizó el aborto.
Por otra parte, los demócratas han demostrado lo poco que harán para defender
el derecho al aborto. La oposición a la designación de Roberts fue simbólica, y
unos dijeron que se opondrían en serio al siguiente designado por Bush a la
Suprema Corte. Pero cuando designó a Alito, quien ha dicho que “la Constitución
no defiende el derecho al aborto”, esos demócratas rehusaron bloquearlo.
La estrategia de los peces gordos del Partido Demócrata (dar gritos
simbólicos de oposición antes de capitular completamente en este derecho
fundamental para que la mujer controle su reproducción), se repitió una y otra
vez en estas elecciones. El Partido Demócrata buscó candidatos opuestos al
aborto para darles su apoyo, en contra de los que están a favor del
aborto.
Un ejemplo de eso fue la campaña senatorial por Pensilvania, donde Rick
Santorum, que se opone al aborto, está por la guerra y rechaza la investigación
con células tronco (madre) buscaba la reelección, pero perdió ante el demócrata
Robert Casey Jr. que se opone al aborto, está por la guerra y rechaza la
investigación con células tronco. A una candidata demócrata, Barbara Hafer, que
está a favor del aborto, la rechazaron. Las nueve senadoras demócratas que
supuestamente están a favor del derecho al aborto tampoco la apoyaron diciendo
que lo esencial era recuperar el Senado.
Yo entiendo el deseo de sacar a Santorum, que es tristemente célebre por
haber comparado la homosexualidad con la bestialidad, y muchos probablemente
votaron más en contra de Santorum que porque les gusta Casey. Pero esta opción
de PERDER-PERDER es lo que se le presenta al público como democracia, o sea que
le permiten “escoger” entre candidatos aprobados que no representan los
intereses del pueblo.
La elección pueda que haya cambiado cuál de los partidos de la clase
dominante tiene la mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado, pero
no ha cambiado y no puede cambiar que ambos partidos protegen los intereses de
la clase dominante cuando se trata de imponer la supremacía del hombre y el
patriarcado y, como parte de eso, negarle a la mujer el derecho al aborto.
Al líder demócrata Charles Schumer lo están felicitando por la estrategia
ganadora. Él es quien dijo que la defensa del aborto “no es un juego que pueden
darse el lujo de seguir jugando”. El Washington Post informó que
Schumer se reunió con el gobernador de Pensilvania, Edward Rendell, aprobó a
Casey y agregó que “se han acabado los días cuando un demócrata tenía que marcar
28 cajas para recibir nuestro apoyo”. Mejor dicho, la vida de la mujer es apenas
un asunto secundario, y se sacrificará la libertad reproductiva a la
conveniencia política para que los demócratas puedan implementar un programa de
unidad fundamental con el de los republicanos.
El veterano de la guerra de Vietnam y ex secretario de la Marina James Webb,
cuya victoria, por un pequeño margen, les dio a los demócratas la mayoría en el
Senado, condenó la investigación de abuso sexual en las fuerzas armadas llamada
Navy Tailhook a mediados de la década pasada, diciendo que fue “una caza de
brujas, motivada por una agenda de feministas radicales que buscaban minar la
cultura masculina de las fuerzas armadas”. ¿Con senadores como Casey y Webb,
cuánto valdrá la vida de la mujer en este “nuevo” Congreso?
La posición de Hillary Clinton de que el aborto es una “opción trágica” y que
debe ser “raro” es hoy la mantra oficial de los demócratas. Esta posición le
cede el terreno moral a los reaccionarios religiosos, que dicen que un feto es
lo mismo que un recién nacido y que el aborto es matanza; además, esa lógica
llevará a defender la prohibición del aborto de Dakota del Sur, con tal de que
se permite en casos de violación, incesto y si la mujer está a punto de morir.
Llevará a aceptar más y más restricciones, como la prohibición federal que la
Suprema Corte está viendo, hasta que el aborto sea legal solo de nombre.
Lo que se necesita es una defensa justa y moral, sin pedir disculpas, del
derecho de las mujeres a participar plenamente en la sociedad, como seres
humanos y no incubadoras o esclavas de su biología y los dictámenes de la
iglesia o el estado. Tenemos que plantear la consigna “el aborto a solicitud y
sin pedir disculpas”. Necesitamos una discusión intensa y forja de planes para
que todos los que se preocupan por la mujer y por el futuro de la humanidad
puedan tomar la ofensiva en este asunto crucial. También tenemos que zafarnos de
los confines de la política de costumbre y emprender acción política
independiente para sacar al gobierno de Bush y cambiar la dirección teocrática
por la que nos lleva.
Los peces gordos del Partido Demócrata no tienen la intención de desafiar
seriamente los esfuerzos de imponer una moral y autoridad patriarcal sobre la
mujer, aun (y tal vez especialmente) con Nancy Pelosi a la cabeza de la Cámara
de Representantes. Ya hemos visto que los demócratas se quieren hacer pasar de
más conservadores que los republicanos cuando se trata de “valores familiares”,
lo cual perjudica a la mujer. Además, Pelosi, y el nuevo líder del Senado, Harry
Reid, que también se opone al aborto, han anunciado que su plan es “dirigir
desde el medio”. El “medio” hoy está tan a la derecha que está a favor de la
guerra de Irak y la tortura, y en contra de la inmigración y el aborto.
El futuro para la mujer que pronostican los peces gordos del Partido
Demócrata no augura nada bueno. Es el futuro contra el que lucharon mujeres y
hombres de Dakota del Sur, desde la reserva Pine Ridge, donde las mujeres en su
mayoría dijeron que el gobierno no tiene por qué meterse en cuestiones de
reproducción, a Sioux Falls y Rapid City, donde muchas mujeres salieron a luchar
por primera vez y como nunca antes.
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