08-12-2008
Promesas, promesas
Juan Gelman
Página12
El presidente electo Barack Obama prometió varias cosas antes de serlo. Por
ejemplo, terminar la guerra con Irak, que en 2002, en la Plaza Federal de
Chicago, calificó de “estúpida”, “imprudente” y “basada en la pasión, no en la
razón”. Fue un eje principal de su campaña y, sin duda, le ganó millones de
votos. La promesa se está diluyendo: esta semana declaró: “Dije que retiraría de
Irak nuestras tropas de combate en 16 meses, en el entendimiento de que podría
ser necesario –probablemente necesario– mantener una fuerza residual a fin de
proporcionar entrenamiento y apoyo logístico para proteger a nuestros civiles en
Irak” (The New York Times, 4-12-08). “El residuo”, al parecer, no será pequeño:
el ex secretario de Marina Richard Danzig –uno de los asesores de Obama en
materia de seguridad– había ya declarado que sería de 30 mil a 55 mil efectivos.
Algunos dicen que la cifra podría llegar a 70 mil, casi la mitad del número
actual. Hay residuos así.
Pocos creen que la retirada se llevará a cabo en el lapso prometido y que el
último soldado norteamericano dejará suelo iraquí el 31 de diciembre del 2011,
según lo pactado con el gobierno de Bagdad. Unos 20 halcones demócratas –la
mayoría de la vieja guardia clintoniana de los años ’90– dominan el equipo de
seguridad y política internacional de Obama y no falta un legado significativo
de W. Bush: el reconfirmado jefe del Pentágono Robert Gates, un insistente
partidario de ganar la guerra en Irak como objetivo mínimo. Ahora está “menos
preocupado” –dijo– por las promesas de campaña del presidente electo, dado que
éste comentó que la retirada de Irak se haría de manera “responsable” y que
dependerá de la opinión de los jefes militares (rawstory.com, 2-11-08). En esas condiciones, tal vez no haya
sido un trabajo pesado tranquilizar a un belicista de la talla de Gates.
El senador Lindsey Graham, el almirante Nike Mullen, jefe de Estado Mayor
Conjunto, y otros “halcones-gallina” republicanos elogiaron estos nombramientos
de Obama (www.timesonline.co.uk, 1-12-08). No es para menos: tienen un
firme bastión en Hillary Clinton, la nueva secretaria de Estado, acérrima
partidaria de la invasión a Irak y Afganistán y de atacar a Irán con bombas
nucleares. Se recuerda su propia confesión: “Llamé por teléfono (a su esposo
presidente) y lo urgí a bombardear (Yugoslavia)” en el marco de la OTAN; los
bombardeos duraron 74 días y a nadie perdonaron. Cabe señalar que la era de Bill
no fue precisamente pacifista: a poco de instalarse en la Casa Blanca bombardeó
Irak en 1993; logró que la ONU le impusiera a Saddam Hussein un embargo que
costó la vida de medio millón de niños iraquíes; atacó a Sudán y Afganistán;
desestabilizó a Haití; militarizó la ambigua lucha contra los narcotraficantes
que se ha convertido en contrainsurgencia y que no ahorra vidas de civiles
inocentes en América latina; apoyó la privatización de las operaciones militares
norteamericanas otorgando enjundiosos contratos a la industria armamentista;
autorizó la venta de armas a países como Indonesia y Turquía, utilizadas en el
genocidio de kurdos y habitantes de Timor Oriental. Un record que el olvido
suele abrigar.
Obama nombró jefe del staff de la Casa Blanca a Rahm Emanuel, admirador de
las ejecuciones extrajudiciales israelíes, impulsor del servicio paramilitar
obligatorio para todos los estadounidenses de 18 a 25 años de edad, del aumento
de los efectivos de las fuerzas armadas y de la creación de un sistema de
espionaje semejante al MI5 británico. Está en buena compañía: el general (R)
James L. Jones, ex comandante del cuerpo de marines y amigo personal del
derrotado candidato republicano John McCain, será el asesor jefe de seguridad
nacional y es difícil suponer que el hecho de pertenecer al directorio de Boeing
no influirá en sus decisiones. Susan Rice, la próxima embajadora de EE.UU. ante
la ONU, apoya una intervención militar en Sudán por la crisis de Darfur, de
preferencia con la participación de la OTAN. Etc., etc.
Barack mismo ha anunciado objetivos de guerra que poco cambian las políticas
de Clinton y de ambos Bush: el incremento de la guerra en Afganistán; el
eventual mantenimiento por largo rato de un número ingente de efectivos en Irak;
la intervención unilateral en Pakistán; el empleo de ejércitos privados en las
zonas donde combate EE.UU.; entre otras cosas. Su vice Jose Biden no es un
demócrata cualquiera: como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del
Senado, sostuvo las mentiras de W. desestimando en el 2002 los testimonios de
expertos que señalaban que Irak no tenía armas de destrucción masiva ni
constituía una amenaza para la región “y mucho menos para EE.UU.” (www.alternet.org, 20-11-08).
Rara vez un cambio se ha parecido tanto a una continuidad.
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|