07-07-2008
Guerra con Irán
¿Habrá o no habrá?
Juan Gelman
Página 12
¿Guerra con Irán? Los “halcones-gallina” la quieren antes de que W. Bush
termine su mandato, en enero del 2009. Pese a las genuflexiones de Obama ante el
Comité estadounidense-israelí de asuntos públicos (AIPAC, por sus siglas en
inglés), el poderoso lobby pro-Israel no le cree mucho. Tampoco Tel Aviv y las
dos instancias actúan como pinza para que el ataque se produzca. Durante su
disputa con Hillary Clinton por la candidatura del Partido Demócrata, el
probable futuro presidente de EE.UU. habló de reunirse con el presidente iraní
para zanjar las diferencias mediante negociaciones diplomáticas. Corrido
abruptamente al centro, Obama ha atenuado no poco tal posibilidad, pero lo
dicho, dicho está. Y, se sabe, la confianza mata al hombre.
La fuerza aérea israelí llevó a cabo el mes pasado una maniobra masiva sobre
el Mediterráneo oriental y Grecia, que sería el simulacro de un bombardeo a
Irán. El mismo día en que el New York Times publicaba esta información –20 de
junio—, el primer ministro de Israel Ehud Olmert se reunía secretamente con el
coronel (R) Aviam Sela. Este aviador no es cualquier aviador: fue el cerebro de
la operación que destruyó el reactor nuclear iraquí de Osirak en 1981. Según
fuentes israelíes, Olmert habría consultado a Sela sobre la posibilidad de un
operativo similar contra Irán (Ma’ariv, 22-6-08). No sorprende: en su discurso
ante el Aipac, Olmert llamó a “la comunidad internacional” a tomar “medidas
drásticas” contra Irán (www.mfa.gov.il, 3-6-08). El viceprimer ministro israelí Shaul
Mofaz fue más lejos: señaló que el ataque contra Irán es “inevitable” (Reuters,
6-6-08).
La razón que se esgrime es siempre la misma, pero ahora se cocina con
carbones de histeria: Tel Aviv proclama que Irán poseerá bombas nucleares en un
par de años y que es imprescindible impedirlo, aunque los 16 servicios de
Inteligencia norteamericanos han coincidido en que Teherán cesó su programa de
producción de la bomba en el año 2003. Pero una cosa fue destruir un reactor
nuclear en Irak –un solo blanco– y otra muy distinta bombardear las dispersas y
subterráneas instalaciones nucleares iraníes. Israel necesita la intervención de
su socio mayor, EE.UU., y del tema se ocupa el Aipac junto con el vicepresidente
Dick Cheney. Por lo pronto, la Casa Blanca aumentó en 170.000 millones de
dólares la ayuda militar a Tel Aviv. Y el lobby pro-israelí está trabajando duro
para que el Congreso apruebe la imposición de un bloqueo naval a Irán.
Se trata del proyecto de resolución 580 del Senado y 362 de la Cámara de
Representantes, cuya aprobación el Aipac y Tel Aviv consideran decisiva. La
medida cuenta ya con el patrocinio de 30 senadores y de 220 representantes de
los dos partidos. Su texto es hipócrita: proclama que “nada de esta resolución
se entenderá como una autorización para llevar a cabo una acción militar”, pero
declara que el Congreso solicita al presidente “que encabece un esfuerzo
internacional para aumentar inmediata y dramáticamente la presión sobre Teherán
a fin de que suspenda de manera verificable sus actividades de enriquecimiento
de uranio, entre otras cosas prohibiendo la exportación de productos
petroquímicos a Irán” (www.govtrak.us/congress, 2-6-08).
Teherán anunció que, en el caso de un ataque, “actuaría definitivamente para
imponer su control sobre el Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz”, por el que
pasa el 40 por ciento del petróleo que el mundo consume. La respuesta, que
revela planes hechos, no se hizo esperar: el vicealmirante Kevin J. Cosgriff,
comandante de la 5ª Flota de EE.UU. con base en Bahrein, vociferó que al
Estrecho “no lo van a cerrar (los iraníes)”. No se les permitirá que lo cierren.
Nuestro control del Golfo Pérsico y del Estrecho de Ormuz sería una de nuestras
acciones” (AFP, 30-6-08). La guerra, pues.
Está claro que EE.UU. no sólo quiere petróleo: su objetivo es, además,
geopolítico, imperial. Los conservadores “realistas” y no pocos jefes del Estado
Mayor Conjunto se han opuesto a la aventura iraní: temen que el conflicto se
regionalice, que se multipliquen los atentados terroristas en suelo
estadounidense y/o contra los intereses de EE.UU. en el exterior y, sobre todo,
saben que el precio del oro negro se irá a las nubes –aumentó un 50 por ciento
en lo que va del 2008– y que podría llegar a los 200 dólares por barril y más.
También seguirá subiendo el descontento del pueblo norteamericano por el
encarecimiento de la gasolina y de los productos de primera necesidad: un sondeo
de Los Angeles Times/Bloomberg reveló que el 70 por ciento de los interrogados
sufre graves problemas financieros y que más del 80 por ciento culpa a la Casa
Blanca de no haber hecho lo debido para solucionarlos (www.calendarlive.com,
25-6-08).
El fenómeno más curioso –o no– es que la comunidad judía de EE.UU., que el
Aipac dice representar, se opone sin medias tintas a una acción militar contra
Irán. La última encuesta sobre el tema es la de USA Today/Gallup y muestra que
el 73 por ciento de los judíos estadounidenses se inclina por “los esfuerzos
económicos y diplomáticos” para que Irán detenga su programa nuclear; sólo el 18
por ciento se pronunció a favor de una “acción militar” (www.pollingreport.com,
2/4-11-07). Tal vez estos resultados molestaron al Aipac: desde noviembre del
año pasado no se han vuelto a realizar encuestas similares.
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