Editorial de The New York Times publicado el domingo 10 de agosto de
2008.
Estados Unidos v. el conductor
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La semana pasada no fue la única ocasión que nos rascamos la cabeza en
angustiosa confusión acerca de qué está tratando de lograr exactamente el
Presidente Bush al destrozar la Constitución en la Bahía de Guantánamo. Pero la
sentencia de cinco y medio años de prisión para Salim Ahmed Hamdan, el conductor
de Osama bin Laden, es un buen momento para detenernos a reflexionar.
Durante años, el Sr. Bush y sus seguidores han estado diciendo al mundo que
es necesario mantener prisioneros sin proceso judicial, abusar de ellos en
formas tales que muchas naciones civilizadas consideran que equivale a torturar,
y negarles los derechos humanos básicos debido a la seria amenaza que
representan para Estados Unidos. Estos son “peligrosos terroristas capturados en
el campo de batalla”, dijo en una declaración el miércoles el Senador John
McCain, candidato presidencial republicano.
La administración consideró que el Sr. Hamdan era una prioridad de ese tipo y
llevó el caso hasta el Tribunal Supremo, insistiendo en que el Sr. Bush tenía el
poder para detener a cualquiera que considerara combatiente enemigo, durante el
tiempo que deseara y bajo las condiciones que deseara. El juicio del Sr. Hemdan
fue el primero celebrado por una comisión militar en Guantánamo.
Utilizamos de manera muy flexible la palabra “juicio”. El proceso estuvo
marcado por el testimonio secreto por parte de testigos secretos. El ex fiscal
principal en Guantánamo testificó que había renunciado después que le dijeron
que nadie podía resultar absuelto en estos juicios. Al final, al Sr. Hamdan lo
consideraron culpable solamente de brindar apoyo material a terroristas y fue
condenado a cinco y medio años en prisión –condena que pudiera terminar de
cumplir antes de que termine el año. Sin embargo, en el retorcido mundo de los
campos de prisioneros del Sr. Bush, todavía no está claro si el Sr. Hamdan será
liberado cuando haya cumplido su condena.
No obstante, el Sr. Hamdan no es precisamente un objetivo de alto valor. El
comediante Stephen Colbert capturó perfectamente lo absurdo del proceso el
jueves por la noche cuando calificó al juicio de “la más histórica sesión de un
tribunal de violaciones de tráfico. No tardaremos”, agregó el Sr. Colbert, “en
atrapar al dermatólogo de Ayman al-Zawahiri.”
El sombrío humor del Sr. Colbert es un apropiado final para un caso que
arrojó tanta luz sobre lo equivocado de Guantánamo y la guerra de la
administración contra el terrorismo.
El Sr. Bush quisiera ser recordado por su liderazgo en la lucha contra el
terrorismo, pero sus decisiones desafían el sentido común, incluyendo su
desestimación del hecho de que el Sr. bin Laden aún sigue en libertad. En una
conferencia de prensa en 2002 dijo: “No le dedico tanto tiempo”. En 2006 dijo a
columnistas conservadores que el envío de tropas “para deambular por Pakistán a
fin de encontrar a bin Laden no es precisamente la estrategia que va a
funcionar”.
El Sr. Bush está operando según una lógica que dice que la manera adecuada de
ganar la guerra contra Al Qaeda es invadir Irak, que no tenía vínculos con Al
Qaeda. Y que la manera adecuada de desmantelar la red terrorista del Sr. bin
Laden es manifestar el desinterés por perseguirlo mientras se persigue sin
descanso a su chofer.
El desafortunado y a menudo inconstitucional enfoque del Sr. Bush del combate
contra el terrorismo legará a su sucesor una gran cantidad de trabajo. El
imperio de la ley, incluyendo los juicios públicos y justos, debe ser
restaurado. Hay que cerrar Guantánamo, como el Sr. McCain ha dicho muchas veces.
Los detenidos deben ser llevados rápidamente a juicio en tribunales verdaderos,
y los que no sean culpables deben ser puestos en libertad.
Hay algunos hombres obviamente peligrosos en Guantánamo, incluyendo a Khalid
Jeque Mohammed, acusado de ser el organizador de los ataques del 11 de
septiembre. Pero es difícil que veamos un juicio verdadero del Sr. Mohammed,
quien fue víctima del submarino y otros abusos durante los interrogatorios, y la
prioridad brindada a casos sin importancia como el del Sr. Hamdan nos hacen
preguntarnos si la administración tiene base suficiente para procesar
judicialmente a cientos de otros detenidos en Guantánamo.
Los seguidores del Sr. Bush han estado alardeando del veredicto acerca de
Hamdan como si fuera algún tipo de triunfo. En realidad es una falsa victoria en
la guerra contra el terror, un golpe a la norma norteamericana de justicia e
imagen en el mundo.
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