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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

¡NO MAS!
¡Ningún ser humano es ilegal!

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6 de junio de 2006

Estudio: Hispanos sufren abusos después de Katrina

(AP) - NUEVA ORLEANS (AP) _ Los inmigrantes indocumentados que ayudan a reconstruir esta ciudad devastada trabajan en condiciones peligrosas, sin equipo de protección y con salarios menores a los de sus colegas legales, señaló un estudio.

Casi un tercio de los inmigrantes ilegales entrevistados por un grupo de investigadores reportó que trabajaba con sustancias perniciosas y en condiciones de riesgo. Un 19% señaló que no recibió equipo protector alguno, de acuerdo con el estudio, realizado por profesores de la Universidad Tulane y la Universidad de California en Berkeley.

Los inmigrantes indocumentados reciben además una paga significativamente menor _en caso de percibirla_, de 10 dólares la hora, en comparación con 16,50 de los trabajadores legales, según el estudio.

"Lo que es básicamente injusto es que se trata de trabajadores que han respondido a una prioridad nacional de reconstruir esta ciudad, y que sin embargo ven violados sus derechos", dijo Laurel Fletcher, director de la Clínica sobre Derechos Humanos Internacionales en Berkeley y uno de los autores del estudio.

De acuerdo con las leyes laborales, los inmigrantes indocumentados reciben las mismas prerrogativas de salud y seguridad que los trabajadores legales. Y sin importar su condición, los trabajadores pueden demandar a la mayoría de los empleadores bajo la Ley de Estándares Laborales Justos, por violar la disposición del salario mínimo y del tiempo extra trabajado, según los investigadores.

El Departamento Federal del Trabajo no ha emitido comentarios sobre el reporte.

Antes del huracán del año pasado, Luisiana tenía una de las poblaciones de hispanos más reducidas en el país: 2,5% de los habitantes, en comparación con 12,5% a nivel nacional.

Los datos del censo indican que casi 100.000 hispanos se mudaron a la costa estadounidense del Golfo de México tras el huracán Katrina, atraídos por las promesas de altos salarios y mucha oferta de trabajo.

No está claro cuántos han llegado a Nueva Orleáns, aunque el estudio estima que una cuarta parte de los trabajadores de la construcción en esta ciudad son inmigrantes ilegales.

Actualmente, los inmigrantes representan la columna vertebral de la reconstrucción. Se reúnen al amanecer en la ciudad, esperan a que un vehículo los recoja y trabajan turnos de 14 horas, en la recolección de escombros, la demolición de muros semidestruidos y la colocación de nuevas paredes. Dado que muchos se encuentran ilegalmente en Estados Unidos, son particularmente vulnerables a la explotación.

Alberto Mendoza, uno de los trabajadores llegados a la zona, muestra sus manos encallecidas, como una prueba del trabajo duro y sin protección que ha realizado.

"No hay guantes, no hay anteojos de protección, no hay nada", lamenta el inmigrante ilegal de 40 años, procedente de la Ciudad de México.

En su bolsillo, lleva un retazo de papel que tiene escrito el nombre "Pam" y un número de teléfono celular. Ese escueto dato representa su único vínculo con la mujer que lo contrató.

"Me llevó a la casa y me dijo: 'Haz esto y haz aquello'. Luego nos dejó aquí. Trabajamos todo el día y nunca regresó para pagarnos", relata Mendoza, sentado en un terraplén de una avenida. El lunes esperaba conseguir otro empleo.


 

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