10-09-2007
El criminal de guerra en la sala de estar de la casa
Paul Craig Roberts Information Clearing House
Traducido para Cubadebate y Rebelión por Horacio J. Garetto
Los medios de comunicación guardan silencio, el Congreso está ausente y los
estadounidenses están distraídos mientras George Bush prepara abiertamente una
guerra de agresión contra Irán.
Grupos de ataque aeronavales, con portaaviones, están desplegados frente a
Irán.
Aviones de la Fuerza Aérea y sistemas de misiles están desplegados en bases
en países fronterizos con Irán.
Los bombarderos “furtivos” B-2 fueron readecuados para transportar bombas
“revientabúnkeres” de 14 kilos.
Estados Unidos financia grupos separatistas y terroristas dentro de Irán.
Personal de las “fuerzas especiales” está conduciendo operaciones terroristas
dentro de Irán.
La doctrina de guerra de Estados Unidos fue modificada para autorizar un
primer golpe nuclear contra países no nucleares.
Las amenazas de guerra de Bush contra Irán se intensificaron durante el
transcurso de este año. El pueblo estadounidense está siendo atiborrado con una
repetición de las mentiras utilizadas para justificar la agresión contra
Iraq.
Bush dice que Irán y la resistencia iraquí amenazan la seguridad de las
naciones, “que no cultivan la tolerancia, que aplastan el disenso, que
justifican la muerte de hombres inocentes, mujeres y niños en la persecución de
sus objetivos políticos”. Pero ésas son justamente las palabras que utiliza el
mundo para referirse a Bush y a su nuevo consorte, la administración de Gordon
Brown. Encuestas mundiales de la fundación Pew muestran que a pesar de toda la
retórica propagandística de Israel y Estados Unidos, el mundo no considera que
estos dos países son menos peligrosos para la seguridad mundial que el
demonizado Irán.
Bush desechó al habeas corpus, las convenciones de Ginebra sobre los
prisioneros de guerra, justificó la tortura y los juicios secretos, dijo que
criticar su administración es ser “antiamericano” y es responsable, según las
estimaciones de Information Clearing House, de la muerte de más de un millón de
civiles iraquíes. Esto sitúa a Bush en la lista de los más grandes asesinos de
masas de todos los tiempos. La vasta mayoría de toda esa gente que mataron los
estadounidenses en Iraq y Afganistán son civiles.
Pero ahora Bush quiere más muerte. “Tenemos que matar a los iraníes que están
allí antes de que ellos vengan a matarnos a nosotros aquí”, dijo. Pero no hay
ninguna posibilidad de que los iraníes ni ningún país musulmán, que no tienen ni
fuerzas aéreas ni flotas de guerra ni modernas tecnologías militares, tengan la
capacidad de semejante cosa. Además, tampoco hay ningún indicio de que tengan
semejantes planes. Los musulmanes están desunidos y así estuvieron los últimos
siglos. Esta desunión los hizo más vulnerables al dominio colonialista. Si
estuvieren unidos, Estados Unidos tal vez ya hubiera perdido su ejército en
Iraq.
Mientras todo eso sucede, los grandes medios de comunicación están ocupados
en establecer si el senador republicano Larry Craig es o no es homosexual y si
ofendió o no ofendió a los gays negándose rotundamente a admitirlo. O los
bemoles de una reina de Carolina del Sur que es incapaz de localizar Estados
Unidos en un mapa.
Tenemos una guerra criminal en el comedor de la casa y no se habla del
asunto.
Como escasean las tropas para invadir Irán, la administración Bush decidió
bombardearlo hasta “hacerlo retroceder a la Edad de Piedra”. Castigos aéreos y
ataques con misiles fueron calculados no meramente para destruir las
instalaciones nucleares, sino también para destruir la infraestructura, la
economía y la administración pública.
Alentados por la indiferencia con la que los medios y las iglesias cristianas
vienen reaccionando ante la muerte de iraquíes, el bushismo no se va a detener
por el pensamiento de las víctimas que puedan causar sus ataques aéreos. El
último verano el mundo fue testigo del total desdén por las vidas musulmanas
cuando Bush apoyó los bárbaros ataques aéreos israelíes sobre las
infraestructuras y las residencias civiles libanesas. Bush bloqueó los intentos
del resto del mundo de detener aquella destrucción. Claramente, convertir el
Oriente Próximo musulmán en una tierra devastada es una política de Bush. Para
Bush las bajas civiles no cuentan. Hegemonía “über alles”.
La administración Bush formuló sus planes de guerra para atacar Iráq sin la
aprobación del Congreso. El “Presidente Imperial” obviamente no piensa en
ninguna necesidad de aprobación parlamentaria para atacar Irán. Por silencio,
omisión, quietud o lo que sea, el Congreso pareciera que piensa que ningún rol
le compete en esta decisión.
En el improbable caso de que el Congreso formulase alguna objeción, el
Departamento de Estado ya tiene preparada una solución: simplemente declararán
que el ejército iraní es una “organización terrorista” y marcharán a la guerra
con esta seudocobertura legal, pero marcharán.
El “problema iraní” es un invento de la administración Bush, no de Irán.
Irán, como muchos otros países, dentro del marco del Tratado de no Proliferación
que firmaron, tiene derecho al desarrollo de la energía nuclear civil. Los
inspectores de la Agencia Internacional de Energía no encontraron todavía
ninguna prueba de planes de armas.
La administración Bush tiene por política ignorar este hecho, igual que
ignoró los informes de los inspectores, previos a la invasión de Iraq, respecto
de que allí no había ningún género de armas de destrucción masiva.
La posición de la administración Bush es legalmente insostenible. En realidad
no son sino excusas para iniciar otra guerra. Pretende que pensemos que los
iraníes son los únicos que tienen la capacidad de confundir a los inspectores de
la Agencia Internacional de Energía, de desarrollar armas nucleares y, por lo
tanto, no se le debe reconocer el derecho al desarrollo nuclear.
Esta postura es tan insostenible como la que se tiene en muchos otros
asuntos, como la vigencia de la Convención de Ginebra sobre el trato de los
prisioneros, el habeas corpus, la separación de poderes, la Ley de Vigilancia de
la Inteligencia Extranjera, y otros. La posición de Bush es la de que el
significado de las leyes y los tratados varía según la necesidad política que
ellos tienen a cada momento.
Bush dice que él es quien decide. El “líder” es el que decide si los
estadounidenses tienen o no tienen los derechos que les reconoce la Constitución
o si Irán puede o no puede ejercer los derechos que le reconoce el Tratado de no
Proliferación. Y como el “líder” decidió que Irán no tiene derechos, el “líder”
decidirá si se ataca o no a Irán. Nadie más que él tiene nada que decir sobre el
asunto. Los representantes del pueblo duermen.
Se trata de una administración que opera bajo formas muy distanciadas de las
formas democráticas de gobierno. Se está hoy bajo una forma “cesarista” de
manejar el país y seguirá siendo así inclusive si Bush deja su cargo en enero de
2009, porque es inmenso el poder que se acumuló. A menos que Bush y Cheney sean
juzgados y sentenciados no hay posibilidades de que vuelva a haber un mínimo
equilibrio de poder con las ramas parlamentaria y judicial del gobierno.
Paul Craig Roberts fue Secretario Asistente del Tesoro en la
administración Reagan y editor asociado en la página editorial del Wall
Street Journal y de la National Review. Es coautor del libro
La Tiranía de las Buenas Intenciones.
Horacio J. Garetto (hgaretto@wilnet.com.ar) es miembro de
Cubadebate y Rebelión.
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