Los anales de la seguridad nacional
El acto siguiente ¿Es más, o menos, probable que una
presidencia dañada ataque a Irán?
Seymour M. Hersh The New Yorker, publicado el 27 de noviembre de 2006
Traducido por ¡El mundo no puede esperar! ¡Fuera Bush y su
gobierno!
A un mes de las elecciones de noviembre, el vice presidente Dick Cheney
participó en una discusión de seguridad nacional en la Casa Blanca. La charla
tomó una vuelta política: ¿qué pasaría si los demócratas ganaran una mayoría en
el Senado y la Cámara de Representantes? ¿Cómo afectaría la política hacia Irán,
que se consideraba estar a punto de convertirse en una potencia nuclear? En ese
momento, según una persona familiarizada con la discusión, Cheney recordó los
años 60s cuando trabajaba instalando y reparando cables para una compañía de
energía de Wyoming. El alambre de cobre era costoso, y se pedía a los
trabajadores devolver los pedazos no utilizados de tres pies o más de largo.
Cheney comentó que nadie quiso ocuparse del papeleo, así que él y sus colegas
encontraron una solución: cortar los pedazos en pedacitos más cortos y tirarlos
al basurero al final de la jornada. Agregó que si los demócratas ganaran el 7 de
noviembre, esa victoria no le detendría al gobierno con respecto a la opción
militar contra Irán. La Cámara de Representantes Blanca “cortaría” cualquier
restricción legislativa para así detener al Congreso.
No le preocupaba a la Casa Blanca si los demócratas cortaran los fondos para
la guerra de Irak, pero sí le preocupaba que una legislación futura prohibiera
proporcionarles fondos para operaciones de derrocamiento o desestabilización del
gobierno iraní con el fin de impedir que consiga la bomba nuclear. “Les asusta
que el Congreso apruebe una resolución vinculante contra un golpe en Irán, como
pasó durante la guerra de los contras en Nicaragua”, me dijo un ex funcionario
alto de asuntos de inteligencia.
A finales del año 1982, Edward P. Boland, un representante demócrata,
introdujo el primero de una serie de “enmiendas Boland” que limitaron el apoyo
del gobierno de Reagan a los contras, quienes buscaban derrocar el gobierno
izquierdista sandinista de Nicaragua. Las restricciones de Boland condujeron a
la organización oficial de una serie de actividades ilegales de recaudación de
fondos para los contras, como la venta de armas estadounidenses, vía Israel, a
Irán. El resultado fue el escándalo Irán-Contra de mediados de los años 80s.
Según la fuente, la historia de Cheney sirvió para decir que haga lo que haga un
Congreso demócrata para limitar la autoridad del presidente en el año entrante,
la Casa Blanca encontrará una manera de soslayarlo. (Cuando se le pedimos
responder, la oficina del vice presidente dijo que no tiene ningún expediente
sobre la discusión.)
En las entrevistas que les hice, los funcionarios actuales y anteriores del
gobierno volvieron siempre a esta pregunta: En los dos años restantes de la
presidencia de George W. Bush, ¿tendrá Cheney la misma influencia que ha tenido
en los primeros seis años? Cheney tiene opiniones tajantes en cuanto a Irak. En
octubre, le dijo a la revista Time: “Sé lo que piensa el presidente”
sobre Irak. “Sé lo que pienso yo. No estamos buscando una estrategia de salida.
Estamos buscando la victoria.” Dijo con la misma claridad que el gobierno, si
fuera necesario, utilizaría la fuerza contra Irán. “Estados Unidos tiene todas
las opciones en el tapete en cuanto a la conducta irresponsable de ese régimen,”
le dijo a grupo de cabildeo israelí a principios del año. “Y nos sumamos a otras
naciones en enviarlo un mensaje claro: no permitiremos que Irán obtenga armas
nucleares.”
El 8 de noviembre, al día siguiente de la pérdida republicana de control de
la Cámara de Representantes y el Senado, Bush anunció la dimisión del secretario
de Defensa Donald Rumsfeld y nombró como sucesor a Robert Gates, ex director de
la CIA. Eso se consideraba ampliamente como un reconocimiento de que el gobierno
estaba pagando un precio político por el desastre en Irak. Gates fue miembro del
Grupo de Estudio de Irak --dirigido por el ex secretario de Estado James Baker y
el ex congresista demócrata Lee Hamilton-- encargado con hallar nuevos enfoques
respecto a Irak, y ha instado públicamente por más de un año para que el
gobierno estadounidense entable negociaciones directas con Irán. Un ex
funcionario alto de la CIA, que colaboró con la Casa Blanca tras el 11 de
septiembre, me dijo que la decisión de recurrir a Gates fue una muestra de
“desesperación”. La relación de Cheney con Rumsfeld era una de las más estrechas
en el gobierno de Bush y para algunos republicanos el nombramiento de Gates fue
señal clara de que es posible desafiar la influencia del vice presidente.
Previamente Gates había rechazado la posición de director de inteligencia
nacional y el ex funcionario de la CIA afirmó que la única razón que aceptó esta
posición fue que “el padre del presidente, Brent Scowcroft y James Baker
[asesores del primer presidente Bush] se empeñaron y al final, el presidente
tuvo que aceptar la supervisión de un adulto.”
El ex funcionario de la CIA agregó que se tomarán decisiones críticas en los
próximos meses: “Bush ha seguido el consejo de Cheney por seis años y el
interrogante será: ‘¿Seguirá poniendo a Cheney por encima de su padre?' Sabremos
pronto.” (La Casa Blanca y el Pentágono no respondieron a nuestra invitación
detallada a comentar sobre este artículo, con la excepción de decir que había
inexactitudes sin especificar.)
Un general jubilado de cuatro estrellas que trabajó de cerca con el primer
gobierno de Bush me dijo que el nombramiento de Gates significa que Scowcroft,
Baker, y Bush padre e hijo “están diciendo que una victoria en las elecciones de
2008 es más importante que cualquier individuo. Para ellos la cuestión es cómo
preservar la agenda republicana. La vieja guardia quiere aislar a Cheney y darle
a su muchacha, Condoleezza Rice [secretaria de Estado], la oportunidad de dar
resultados.” La combinación de Scowcroft, Baker y Bush padre es, según el ex
general, “suficientemente fuerte para lidiar con Cheney. Un solo individuo no
puede hacerlo.”
Richard Armitage, asesor al secretario de Estado durante el primer término de
Bush, me dijo que en su opinión, la victoria demócrata seguida por el despido de
Rumsfeld significa que la gobierno “ha retrocedido” en cuanto al ritmo de
planear una campaña militar contra Irán. Gates y otros responsables ahora
tendrán más tiempo para abogar por una solución diplomática en Irán y lidiar con
otros asuntos tal vez más inmediatas. Dijo: “La situación en Irak es tan mala
como parece y en Afganistán es peor de lo que parece. Hace un año, el Talibán
peleaba en unidades de ocho a doce soldados, y ahora a veces son compañías o
unidades mayores.” Agregó que bombardear a Irán con la esperanza de que el
público iraní “se levante” para derrocar al gobierno, como creen algunos de la
Casa Blanca, “es una tontería.”
Joseph Cirincione, vice presidente para seguridad nacional del Center for
American Progress, un grupo liberal, dijo: “Irak es el desastre del que tenemos
que librarnos, e Irán es el desastre que tenemos que evitar. Gates estará a
favor de hablar con Irán y de escuchar el consejo de los Jefes del Estado Mayor,
pero los neoconservadores todavía están allí [en la Casa Blanca] y todavía creen
que vale el caos para librarse de la amenaza. El peligro es que Gates llegue a
ser el nuevo Colin Powell, que se opone a la política pero termina apoyándola
ante el Congreso y el público.”
Otras fuentes cerca de la familia de Bush dijeron que las maniobras políticas
detrás de la dimisión de Rumsfeld y del nombramiento de Gates eran complicadas y
que el triunfo aparente de la vieja guardia puede ser ilusorio. El ex
funcionario de inteligencia, que había trabajado de cerca con Gates y con Bush
padre, dijo que a mediados de octubre Bush y sus asesores inmediatos ya
reconocían que Rumsfeld tendría que dimitir si los resultados electorales fueran
una derrota contundente. Agregó que antes de las elecciones, Rumsfeld hablaba
con Cheney, Gates y el presidente sobre la fecha de salida. Los críticos que
preguntaron por qué no le despidieron antes, una acción que pudiera haber
ayudado a los republicanos, no agarran la onda. El ex funcionario preguntó: “Una
semana antes de las elecciones, los republicanos estaban diciendo que una
victoria demócrata sería la semilla de una retirada estadounidense, ¿y en ese
momento Bush y Cheney iban a cambiar su política de seguridad nacional?”.
Agregó: “Cheney sabía que venía a eso. La caída de Rummy a raíz de las
elecciones parecería una acción conciliatoria: ‘¿Saben qué, demócratas? Tenían
razón. Conseguimos a un nuevo secretario y estamos mirando todas las opciones.
No estamos eliminando a ninguna.' ” Pero no iban a acompañar el gesto
conciliatorio con un cambio significativo en la política; al contrario, la Casa
Blanca vio a Gates como una persona que tenía la credibilidad para ayudarles a
seguir el mismo camino en Irán e Irak. Gates también le caería bien al Congreso.
Si fuera necesario argumentar que el programa de armas nucleares del gobierno de
Irán planteaba una amenaza inminente, Gates podría hacerlo mejor que un
funcionario asociado a la inteligencia errada sobre Irak. El ex funcionario
dijo: “Gates no es quién nos dijo que había armas de destrucción masiva en Irak
y el Congreso le tomará en serio.”
Una vez instalado en el Pentágono, Gates tendrá que lidiar con Irán, Irak,
Afganistán, el legado de Rumsfeld... y con Dick Cheney. Un ex funcionario alto
del gobierno de Bush, que también ha trabajado con Gates, me dijo que Gates
conoce bien las dificultades del nuevo trabajo. Agregó que Gates no va a endosar
la política oficial simplemente “ondeando una bandera y diciendo `arriba,
arriba'”, especialmente a expensas de su propia reputación. “No quiere tirar por
la ventana treinta y cinco años de servicio al gobierno.” Sin embargo, cuando se
le preguntó si Gates se enfrentaría directamente a Cheney, el ex funcionario dio
una pausa y contestó: “No sé.”
Otro asunto crítico para Gates será el aumento de misiones de inteligencia
clandestinas y secretas que el Pentágono quiere realizar en el ultramar. Tales
actividades han sido tradicionalmente la responsabilidad de la CIA, pero como
resultado de la promoción sistemática que hizo Rumsfeld, el Pentágono ha
aumentado las suyas substancialmente. En los últimos seis meses, Israel y
Estados Unidos también han estado trabajando juntos en Curdistán para apoyar a
un grupo de resistencia kurdo llamado el Partido pro Vida Libre. Un asesor del
gobierno, que tiene lazos estrechos con la dirección civil del Pentágono, me
dijo que ese grupo ha estado haciendo incursiones clandestinas en Irán como
“parte de un esfuerzo de explorar otros medios de aplicar presión al gobierno de
Irán.” (El Pentágono ha establecido relaciones secretas con grupos tribales
kurdos, azeris y de Baluchistán, y ha animado los esfuerzos para minar la
autoridad oficial en el norte y sudeste de Irán.) El asesor del gobierno dijo
que el gobierno de Israel le está proporcionando “equipo y entrenamiento” al
grupo kurdo, además de “una lista de blancos dentro de Irán que son de interés
para Estados Unidos.” (Un portavoz del gobierno israelí negó que participa en
eso.)
>Tales actividades, si se consideran operaciones militares y no de
inteligencia, no requieren que el ejecutivo le informa al Congreso. Si se trata
de una operación de la CIA, el presidente por ley tiene que hacer una
determinación formal de que la misión es necesaria e informar sobre ella a la
dirección de la Cámara de Representantes y del Senado. La omisión de esa clase
de consulta molestó a ciertos demócratas en el Congreso. Según me dicen, en el
otoño David Obey de Wisconsin, el demócrata de mayor señoría del subcomité de
apropiaciones de la Cámara de Representantes, que financia la actividad militar
clasificada, preguntó específicamente en una reunión cerrada de miembros de la
Cámara de Representantes y el Senado, si “a alguien se le haya informado sobre
el plan del gobierno para acciones militares en Irán.” La respuesta fue no. (Un
portavoz de Obey confirmó esta versión.)
La victoria demócrata este mes condujo a una oleada de llamados para que
Washington entable negociaciones directas con el gobierno de Irán, en parte para
conseguir ayuda iraní en resolver el conflicto en Irak. El primer ministro
británico Tony Blair rompió con el presidente Bush después de la elección y
declaró que se le debe ofrecer al gobierno de Irán “una opción estratégica
clara”, que podría incluir una “nueva asociación” con el Occidente. Pero muchos
en la Casa Blanca y el Pentágono insisten que ser duros con Irán es la única
manera de salvar Irak. Un asesor del Pentágono dijo: “Es un caso clásico de
‘seguir adelante del fracaso’. Creen que al derrocar al gobierno de Irán,
recuperarán lo que perdieron en Irak, algo como doblar la apuesta. Sería un
intento de renovar la idea de extender la democracia en el Oriente Medio, con la
creación de un estado modelo nuevo.”
Esa idea de nexos entre Irán e Irak la endosaron tanto Condoleezza Rice,
quien dijo el mes pasado que Irán “necesita entender que no mejora su propia
situación al promover la inestabilidad en Irak,” como el presidente, quien dijo
en agosto que “Irán respalda a grupos armados [en Irak] con la esperanza de
impedir que se cimiente la democracia”. El asesor del gobierno me dijo: “Cada
vez más se ve el debilitamiento de Irán como la única manera de salvar a
Irak.”
El asesor agregó que para unos proponentes de acción militar, “la meta en
Irán no es un cambio de gobierno sino un ataque que señalará que Estados Unidos
todavía puede lograr sus objetivos. Aun si no se destruye la red nuclear de
Irán, muchos piensan que treinta y seis horas de bombardeo es la única manera de
recordarle al gobierno iraní del costo altísimo de seguir construyendo una bomba
y apoyando a Moqtada al-Sadr y los elementos pro-Irán en Irak.” (Sadr, el jefe
de una milicia chiíta, tiene lazos religiosos con Irán.)
En el número más reciente de Foreign Policy, Joshua Muravchik, un
neoconservador prominente, plantea que el gobierno casi no tiene alternativa:
“Hablemos claro: el presidente Bush tendrá que bombardear las instalaciones
nucleares de Irán antes de dejar el poder”. Dice que se le criticará duramente
al presidente por hacer un ataque preventivo contra Irán y, por eso, los
neoconservadores “deben presentar los argumentos intelectuales ahora y estar
preparados para defender la acción cuando viene.”
El principal experto en cuestiones del Medio Oriente de la oficina del vice
presidente es David Wurmser, un neoconservador que abogó vociferantemente por
invadir a Irak y derrocar a Saddam Hussein. El asesor comentó que, como muchos
en Washington, Wurmser “cree que hasta ahora al gobierno de Irán no se le ha
hecho pagar su trabajo nuclear y su agitación e intervención continua en Irak”.
Agregó que, a diferencia de los funcionarios de la Casa Blanca que recomiendan
ataques limitados, Wurmser y otros de la oficina de Cheney “quieren poner fin al
gobierno actual. Dicen que no pueda haber resolución de la guerra de Irak sin un
cambio de gobierno en Irán.”
Hace poco, la planeación oficial para un ataque militar contra Irán se hizo
mucho más complicado debido a la publicación de una evaluación tentativa de la
CIA que contradice las suposiciones de la Casa Blanca en cuanto al tiempo que
falta para que Irán logre construir una bomba nuclear. La CIA no encontró
ninguna evidencia concluyente de que Irán tuviera un programa secreto de armas
nucleares paralelo a las operaciones civiles que ha declarado al Organismo
Internacional de Energía Atómica, o OIEA. (La CIA no quiso comentar respecto a
eso.)
El análisis de la CIA, circulado entre otras agencias para que lo comentaran,
se basó en inteligencia técnica recogida por satélite y en evidencia empírica
adicional como la radiactividad de muestras de agua y el tamaño de las columnas
de humo de fábricas y centrales eléctricas. Las fuentes de inteligencia me
dijeron que otros datos se recopilaron mediante aparatos de alta tecnología (y
altamente clasificados) de detección de radiactividad que agentes clandestinos
estadounidenses e israelíes habían colocado cerca de las instalaciones iraníes
sospechadas durante el último año. No encontraron cantidades significativas de
radiactividad.
Un alto funcionario de inteligencia confirmó la existencia de ese análisis de
la CIA, y me dijo que no agradó a la Casa Blanca. En la comunidad de
inteligencia es muy conocido el rechazo oficial a las investigaciones de la CIA.
El ex funcionario alto de inteligencia dijo que Cheney y sus ayudantes lo
descartaron: “No están buscando pruebas contundentes,” es decir, inteligencia
específica sobre el planeamiento nuclear iraní. “Están buscando el nivel de
precisión que piensan necesario para lograr la misión.” La Agencia de
Inteligencia de Defensa del Pentágono también contradijo el análisis de la CIA.
El ex funcionario de inteligencia dijo: “Disputa las conclusiones de la CIA y
sus métodos”. Agregó que Bush y Cheney pueden tratar de evitar que el análisis
de la CIA se incorpore en la próxima Evaluación Nacional de Inteligencia sobre
la capacidad nuclear iraní, “pero no pueden impedir que la CIA invite
comentarios sobre ello dentro de la comunidad de inteligencia” El análisis de la
CIA advirtió a la Casa Blanca que sería un error, al no encontrar un programa
secreto de armas nucleares en Irán, concluir simplemente que los iraníes habían
hecho un buen trabajo de taparlo. El ex funcionario de inteligencia observó que
durante lo más álgido de la guerra fría el gobierno soviético también fue
experto en el engaño y el soslayo, pero la comunidad de inteligencia
estadounidense pudo desenredar fácilmente los detalles de sus programas de
mísiles de largo alcance y de armas nucleares. Agregó, sin embargo, que unos
funcionarios de la Casa Blanca, y en particular de la oficina de Cheney,
suponían que “la falta de pruebas significa que [Irán] debe tenerlo”.
Irán es signatario al tratado de no proliferación, que le da el derecho de
conducir investigaciones nucleares para propósitos pacíficos. A pesar de la
oferta de acuerdos comerciales y frente a la perspectiva de acción militar, a
principios de este año el gobierno de Irán desafió la demanda del OIEA y el
Consejo de Seguridad de que parara de enriquecer el uranio –un proceso que puede
producir materiales tanto para centrales de energía nuclear como para armas
nucleares—y no ha podido o no está dispuesto a explicar por qué las inspecciones
del OIEA han detectado rastros de plutonio y uranio altamente enriquecido. El
OIEA ha quejado por la falta de “transparencia” aunque, como la CIA, no ha
encontrado evidencia inequívoca de un programa secreto de armas.
La semana pasada, el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, anunció que
Irán había progresado en su programa de investigación del enriquecimiento de
uranio, y dijo: “sabemos que eso no les agrada a algunos países.” Afirmó que
Irán actuaba según los acuerdos internacionales, pero comentó: “Ahora el tiempo
está 100% al lado del pueblo iraní.” Un diplomático en Viena, donde el OIEA
tiene su sede, me dijo que el OIEA tiene dudas con respecto a la afirmación, por
razones técnicas. Pero el tono desafiante de Ahmadinejad no hizo nada para
disminuir las sospechas sobre las ambiciones nucleares de Irán.
“No hay evidencia de ningún gran programa secreto de enriquecimiento en
Irán,” dijo un diplomático europeo asociado con el debate. “Sin embargo, el
gobierno iraní no habría iniciado una confrontación muy peligrosa con el
Occidente en torno a un programa de armas que ha abandonado. Su programa de
enriquecimiento tiene lógica solamente si quiere armas nucleares. Es
inconcebible que no estén engañándonos en cierta medida. No es necesario que
tenga un programa secreto para preocuparnos por las ambiciones nucleares de
Irán. Tenemos suficiente información para preocuparnos, incluso si no lo tienen.
No está clavado, pero está muy cerca.”
Sin embargo, hay otras posibles razones por la obstinación de Irán. El
programa nuclear --pacífico o no-- es una fuente de un gran orgullo nacional, y
el apoyo del presidente Ahmadinejad para ese programa le ha dado una popularidad
enorme. (Por años Saddam Hussein creó confusión dentro y fuera del país sobre la
posibilidad de que Irak tuviera armas de destrucción masiva, en parte para
proyectar una imagen de fuerza.) Según el ex funcionario de inteligencia, el
análisis de la CIA sugiere que Irán incluso pueda ver ventajas en sufrir un
ataque militar limitado –en particular, si no destruye por completo su programa
nuclear-- porque tal ataque podría aumentar su posición en el mundo islámico.
Dijo: “Aprendieron eso de la experiencia iraquí, y volvieron a aprenderlo en el
sur de Líbano”. En ambos casos, una fuerza militar más poderosa encontró
problemas en alcanzar sus metas militares y políticas; en Líbano la guerra
israelí no destruyó por completo el arsenal de cohetes de Hezbolá y, en cambio,
aumentó la popularidad del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah.
El ex funcionario de inteligencia agregó que el análisis de la CIA levanta la
posibilidad de que un ataque estadounidense contra Irán podría unir a las
poblaciones sunitas y chiítas. “Un ataque estadounidense opacará cualquier
diferencia que existe en el mundo árabe, y hará que tengamos a sirios, iraníes,
Hamás, y Hezbolá luchando contra nosotros, mientras los sauditas y los egipcios
cuestionen sus lazos con el Occidente. Es la peor pesadilla que pueda tener un
analista: por primera vez desde el califato habrá causa común en el Medio
Oriente.” (Un califato islámico gobernó el Medio Oriente por más de seiscientos
años, hasta el siglo XIII.)
El asesor del Pentágono dijo: “La opinión de la CIA es que, sin más
inteligencia, un bombardeo de gran escala no parará el programa nuclear de Irán.
Y una campaña de baja intensidad de subversión y sabotaje le daría la ventaja al
gobierno de Irán, pues aumentaría el apoyo a la dirección religiosa y
profundizaría la rabia anti-estadounidense entre los musulmanes”.
El asesor del Pentágono agregó que, al igual de muchos de sus colegas
militares, cree que Irán tiene la intención de desarrollar su capacidad de
producir armas nucleares. Sin embargo, dice que las opciones del gobierno de
Bush para lidiar con la amenaza han disminuido debido a la falta de buena
inteligencia y el hecho de que “ya hemos venido con ese cuento” en el
pasado.
A finales del verano, mientras el análisis de la CIA recorría las oficinas
del gobierno, varios oficiales y asesores militares actuales y del pasado me
dijeron que de repente surgió un nuevo elemento de juicio: espías israelíes
dentro de Irán afirmaron que el gobierno había desarrollado y probado un
detonador para una bomba nuclear. Se disputan mucho el significado y la
procedencia de esa inteligencia humana, o HUMINT. “El problema es que nadie
puede verificarlo,” me dijo el ex funcionario de inteligencia. “No sabemos quién
es la fuente israelí. El informe dice que los iraníes están probando mecanismos
de disparador” –simulando una explosión nuclear sin rendimiento y sin material
de categoría militar-- “pero no hay diagramas ni datos significativos. ¿Dónde
está el sitio de prueba? ¿Cuantas veces lo han hecho? ¿Qué tan grande es la
cabeza nuclear: el tamaño de una panera o un refrigerador? No nos informa de
eso”. Sin embargo, los halcones de la Casa Blanca usaban el informe para
“comprobar su teoría de que el gobierno iraní sigue su camino [hacia armas
nucleares]. Las pruebas no dejan ninguna huella radiactiva, y por eso no podemos
encontrarla.” Aun así, dijo: “la CIA se mantiene firme en su posición”.
El asesor del Pentágono, sin embargo, me dijo que él y otros profesionales de
la inteligencia crean que la inteligencia israelí se debe tomar más en serio.
“Vivimos en una era en que la inteligencia técnica nacional” – o sea, los datos
de satélites y de sensores en la tierra “no nos proveen lo que necesitamos. Es
posible que la HUMINT no sea evidencia contundente según ese criterio, pero muy
a menudo es la mejor inteligencia que podemos conseguir.” Agregó, con una
exasperación obvia, que dentro de la comunidad de inteligencia “vamos a estar
luchando sobre la calidad de esa información por todo un año.” Una razón por el
conflicto, dijo, era que la Casa Blanca había pedido ver la inteligencia israelí
“cruda”: la inteligencia original, todavía no analizada ni vetada. Esa clase de
inteligencia “cruda” había conducido a conclusiones erróneas sobre las
inexistentes armas de destrucción masivas en el período de preparación para la
guerra de Irak. El asesor dijo: “En el pasado, muchos presidentes han hecho eso,
pero los profesionales de la inteligencia siempre se horrorizan cuando un
presidente pide esa materia cruda. La ven como igual que pedir leer `Ulises' a
un alumno de segundo grado”.
La HUMINT puede ser difícil de analizar. Varios datos sobre las supuestas
armas de destrucción masiva iraquíes de mayor significado político --y al mismo
tiempo los más incorrectos-- venían de un operativo, conocido como Curveball,
que la inteligencia alemana había presentado a la CIA. Sin embargo, el asesor
del Pentágono insistió que, en ese caso: “Al parecer la inteligencia israelí es
muy convincente.” Dijo que la información sobre el mecanismo de disparador la
apoyó otra clase de datos altamente clasificados, llamada MASINT... La Agencia
de Inteligencia de Defensa es donde procesan y diseminan esa clase de
inteligencia, que incluye datos de radar, de radio, nucleares, y
electro-ópticos. El asesor dijo que las actividades que la MASINT indica “no
concuerdan con [la operación de] los programas” que Irán ha afirmado tener ante
el OIEA. Dijo: “La inteligencia sugiere una sofisticación mayor y un desarrollo
más avanzado. La inteligencia no tiene sentido, a menos que [los iraníes] han
progresado más en algunos aspectos de su programa de armas nucleares de lo que
tenemos conocimiento.”
A principios de 2004, John Bolton, subsecretario de Estado para el control de
armamentos (ahora es embajador a las Naciones Unidas), comunicó en privado al
OIEA sus sospechas de que Irán estaba haciendo investigaciones sobre la
detonación, mediante una sincronización intrincada, de explosivos
convencionales, un elemento necesario para poder accionar una ojiva nuclear; las
investigaciones supuestamente se hacían en Parchin, una instalación secreta
veinte millas al sureste de Tehran que sirve como centro para la Organización de
Industrias de Defensa de Irán. Se fabrica ahí una amplia gama de municiones
químicas y combustibles, así como de mísiles avanzados anti-tanque y de tierra
al aire, y las imágenes tomadas desde satélite parecían demostrar un búnker
adecuado para hacer pruebas de explosiones muy grandes.
Un alto diplomático en Viena me dijo que en noviembre de 2005, en respuesta a
las acusaciones y después de meses de la negociación, los inspectores del OIEA
fueran a Parchin. Se les permitió seleccionar un lugar específico de la base
militar y se les dio acceso a algunos edificios ahí. El diplomático me dijo: “No
encontramos ninguna evidencia de materiales nucleares”. Los inspectores se
fijaron en un pozo de pruebas subterráneas de explosivos que, en sus palabras,
“se asemeja a lo que Sudáfrica tenía cuando desarrollaba armas nucleares” hace
tres décadas. Es posible que el pozo se utilizaba para la clase de investigación
cinética necesaria para probar un disparador nuclear. Pero, como tantas
instalaciones militares con posibilidades para varios usos, “también es posible
que lo usaban para otras cosas,” por ejemplo para hacer pruebas de combustibles
para cohetes, un evento rutinario en Parchin. Agregó: “Los iraníes han
demostrado que pueden enriquecer el uranio y es posible hacer pruebas de
disparador sin el rendimiento nuclear. Pero es un proceso muy sofisticado –se
las llaman también pruebas hidrodinámicas-- y solamente los países con
instalaciones de pruebas nucleares avanzadas y la necesaria maestría científica
pueden hacerlo. Tengo muchas dudas de que Irán pueda hacerlo.”
A comienzos del mes, las acusaciones sobre Parchin surgieron de nuevo cuando
Yediot Ahronot, el periódico de mayor circulación de Israel, divulgó que
las recientes imágenes tomadas de satélite demostraron un nuevo trabajo de
“construcción masiva” en Parchin que sugiere una expansión de túneles y
compartimientos subterráneos. El periódico criticó agudamente el proceso de
inspección del OIEA y a su director, el Dr. Mohamed El Baradei, por su
insistencia en “usar una fraseología muy neutral en su análisis y sus
conclusiones.”
Patrick Clawson, experto en Irán y director adjunto de investigación del
Instituto para la Política del Cercano Oriente en Washington, un grupo
conservador, me dijo que el “momento de mayor” tensión todavía está por llegar:
“¿Cómo impedirá Estados Unidos que el gobierno israelí tome una decisión que
puede venir más pronto de lo que queremos?” Clawson observó que hay evidencias
de que problemas técnicos en la construcción y la operación de dos pequeñas
cascadas de centrifugadora, que son esenciales para la producción experimental
de uranio enriquecido, hayan retrasado el progreso iraní. Las dos cascadas ahora
están bajo la supervisión del OIEA. Preguntó: “¿Por qué tardaron tanto en hacer
funcionar la segunda cascada? ¿Y porqué no han operado la primera tan
seguidamente como anunciaron que iban a hacer? ¿Tenemos más tiempo?”
Clawson preguntó: “¿Por qué hablar de hacer guerra? No estamos hablando de ir
a la guerra contra Corea del Norte o Venezuela. No es necesariamente el caso que
Irán haya comenzado un programa de armas, y es concebible –digo, concebible—que
Irán todavía no tiene un programa de armas nucleares. Podemos retrasarlos
–hacerlos reinventar la rueda-- sin bombardeos, especialmente si la situación
internacional se mejore.”
Clawson agregó que la secretaria del Estado Rice “ha puesto en juego su
reputación al optar por la diplomacia, y no arriesgará su carrera sin tener
evidencias. Su equipo le está diciendo, ‘¿Qué apuro hay?’ El presidente quiere
solucionar el problema iraní antes de dejar la presidencia, pero tal vez va a
tener que decir: ‘¡Caray! Me hubiera gustado solucionarlo”.
A principios del año, el gobierno del primer ministro israelí Ehud Olmert
creó un equipo especial para coordinar la inteligencia que se tiene sobre Irán.
El equipo, dirigido por el general Eliezer Shkedi, jefe de las fuerzas aéreas
israelíes, hace informes directamente al primer ministro. En octubre, Olmert
designó a Ephraim Sneh, miembro del Knesset del partido laborista, como sub
ministro de Defensa. Sneh, que ocupaba esa posición antes en el gobierno de Ehud
Barak, ha dicho por años que se debe tomar acción para evitar que Irán consiga
bombas nucleares. En una entrevista este mes con el Jerusalem Post, Sneh
expresó escepticismo sobre la eficacia de la diplomacia o las sanciones
internacionales en frenar al gobierno de Irán.
El peligro no es tanto que Ahmadinejad decida lanzar un ataque, sino que
Israel tenga que vivir bajo de la sombra de miedo a un líder dedicado a su
destrucción… . La mayoría de los israelíes prefieren no vivir aquí; la mayoría
de los judíos prefieren no venir aquí con la familia, y los israelíes que pueden
vivir en el exterior lo hacen… Temo que Ahmadinejad podrá matar el sueño
sionista sin siquiera apretar un botón. Por eso debemos evitar a toda costa que
ese régimen desarrolle una capacidad nuclear.
Benjamin Netanyahu, el líder del Likud, dio un mensaje similar la semana
pasada en un discurso en Los Ángeles: “Es 1938 e Irán es Alemania. El gobierno
de Irán está apresurándose para armarse con bombas atómicas”. Agregó que
“todavía hay tiempo” para parar al gobierno iraní.
El asesor del Pentágono me dijo que, aunque el gobierno israelí puede
presionar a Estados Unidos, “no hará nada solo sin tener nuestro permiso”.
Agregó que ese permiso “viene de Cheney. Es Cheney que está diciendo: `No vamos
a abandonarlos, pero no actúen sin nosotros' ”. Un diplomático europeo mayor
convino en eso: “Para Israel, es una cuestión de vida o muerte. Washington no
quiere entrar en Irán, pero si el gobierno de Israel se cree cada vez más
arrinconado, posiblemente no habrá otra opción.”
Un Irán con armas nucleares no sólo amenazaría a Israel. Podría provocar una
carrera de armas estratégicas en todo el Medio Oriente, porque los gobiernos de
Arabia Saudita, Jordania, y Egipto --todos son gobiernos sunitas—se sentirían
obligados a tomar medidas para defenderse. El gobierno de Bush, al emprender
acciones militares contra Irán, contaría con el apoyo de demócratas así como de
republicanos. Los senadores Hillary Clinton, de Nueva York, y Evan Bayh, de
Indiana, que son posibles candidatos presidenciales democráticos, han advertido
que no se puede permitir que Irán construya una bomba y que --como Clinton dijo
a comienzos del año-- “no podemos quitar ninguna opción del tapete”. Howard
Dean, presidente del Comité Demócrata Nacional, también ha endosado ese punto de
vista. En mayo, se le aplaudió a Olmert cuando habló ante una sesión plena del
Congreso y dijo: “Un Irán nuclear significa que un estado terrorista puede
lograr la misión primordial por la cual los terroristas viven y mueren: la
destrucción masiva de vidas humanas inocentes. Ese desafío, y creo que es la
prueba de nuestros tiempos, no permite que el Occidente fracase”.
A pesar de esa retórica, Leslie Gelb, ex funcionario del Departamento de
Estado y ahora presidente emérito del Consejo sobre Relaciones Exteriores, dijo:
“A la hora de la verdad, al gobierno israelí no le será fácil convencerle al
mundo que la capacidad nuclear iraní es inminente. Los militares y el
Departamento de Estado de plano están en oposición a una campaña de bombardeos
preventivos”. Agregó que espera que el nombramiento de Gates dará más peso a la
necesidad más urgente que tiene Estados Unidos: “conseguir cierto nivel de
moderación iraní en Irak. En el próximo año o dos años, es mucho más probable
que Washington negocie con Irán que bombardearlo.”
El gobierno de Bush sigue comprometido públicamente a una solución
diplomática a este punto muerto en el problema nuclear iraní, y ha estado
trabajando con China, Rusia, Francia, Alemania, y Gran Bretaña para realizar
negociaciones. Hasta ahora, el intento ha tropezado con dificultades; la ronda
de negociaciones más recientes fracasó a comienzos de noviembre en medio de
desacuerdos cada vez mayores con Rusia y China sobre la necesidad de imponer al
gobierno iraní las severas sanciones de las Naciones Unidas. El presidente Bush
es categórico en que Irán debe parar todos sus programas del enriquecimiento
antes de participar en negociaciones directas con Estados Unidos.
El diplomático europeo me dijo que el presidente francés, Jacques Chirac, y
el presidente Bush se reunieron el 19 de septiembre en Nueva York, al comienzo
de la nueva sesión de la ONU, y convinieron en lo que los franceses llaman la
orientación “gran explosión” para salir del punto muerto con Irán. Se le
presentó un panorama a Ali Larijani, el principal negociador iraní sobre asuntos
nucleares: La delegación occidental se sentaría a negociar con Irán. El
diplomático me dijo: “Le diríamos: `Estamos comenzando las negociaciones sin
condiciones previas,' y los iraníes responderían: `Las suspenderemos.' Nuestro
lado demostraría gran satisfacción, y los iraníes acordarían aceptar que el OIEA
inspeccione sus instalaciones para enriquecimiento. Luego el Occidente
anunciaría que iba a suspender las sanciones de la ONU”. Estados Unidos no iba a
estar en la mesa cuando las negociaciones comenzarían pero llegaría más
adelante. Larijani llevó la oferta a Tehran; la respuesta, según dijo Larijani,
fue no. “Intentamos llegar a un acuerdo satisfactorio para todos los lados, pero
Ahmadinejad no quiso salvar las apariencias. El panorama bonito no nos sirvió de
nada”.
La semana pasada, aumentaron las expectativas que el grupo de estudio de Irak
produjera recomendaciones que podrían ganar una aprobación bipartidista y así
guiar al país del atolladero de Irak. Varias fuentes con un conocimiento directo
de los procedimientos del panel me han dicho que a mediados de noviembre, el
grupo ya había rechazado el retiro estadounidense inmediato y completo pero que
iba a recomendar centrarse en mejorar el entrenamiento de las fuerzas iraquíes y
en reubicar las tropas estadounidenses. En la recomendación más significativa,
se esperaba que el Baker y Hamilton le exhortara al presidente Bush a hacer lo
que hasta el momento ha rechazado hacer: invitar a los gobiernos de Siria e Irán
a participar en una conferencia regional para estabilizar a Irak.
No está claro si el gobierno será receptivo a esa idea. El ex funcionario de
inteligencia dijo que en agosto, Rumsfeld les pidió a los Jefes del Estado Mayor
trazar discretamente planes alternativos para Irak para así adelantarse a nuevas
propuestas, sea de la nueva mayoría demócrata o del grupo de estudio de Irak.
Agregó: “La opción para un último recurso es quitar las fuerzas estadounidenses
de las ciudades y reubicarlas a lo largo de la frontera siria e iraní. Se
emplearían a civiles para entrenar a la policía iraquí, con la meta eventual de
separar la policía municipal de las fuerzas armadas iraquíes. La Casa Blanca
cree que si las tropas estadounidenses permanecen en Irak un tiempo suficiente
–y con soldados suficientes-- los malos terminarán matándose entre sí y los
ciudadanos iraquíes, hartos con el conflicto interno, se arreglarán una
solución. Se necesitará mucho tiempo para reubicar a las tropas y entrenar a la
policía. Es un plazo que va hasta el infinito.”
En una entrevista subsiguiente, el ex funcionario alto del gobierno de Bush
dijo que también se le había dicho que el Pentágono está trazando un plan para
Irak en que se retiraría las tropas de las principales zonas urbanas para
desplegarlas en una serie de bases fortificadas cerca de la frontera. La
hipótesis era que la violencia sectaria “se apagaría” si las tropas
estadounidenses ya no estaban en los lugares más poblados. Agregó: “La Casa
Blanca dice que la situación va a estabilizarse, pero puede estabilizarse de una
forma no deseada”.
Un problema con la propuesta de alistar al gobierno de Irán para llegar a un
acuerdo sobre el conflicto de Irak es que no está claro si al gobierno de Irán
le interesará hacerlo, en particular cuando la meta es ayudar a sacar al
gobierno de Bush de una mala situación.
“Irán se está emergiendo como la potencia dominante del Oriente Medio,” me
dijo un ex funcionario del gobierno de Bush que es experto sobre el Medio
Oriente. “Con un programa nuclear, y una capacidad de intervenir en toda la
región, básicamente está llevando la batuta. ¿Por qué va a cooperar con nosotros
en cuanto a Irak?” Relató una reunión reciente con Mahmoud Ahmadinejad, quien
rechazó que Bush tiene derecho alguno de decirle al gobierno de Irán que no deba
enriquecer el uranio. El presidente iraní preguntó: “¿Y Estados Unidos, por qué
no deja de enriquecer uranio?”. Se rió y agregó: “Les enriqueceremos el uranio y
se lo venderemos a un descuento de cincuenta por ciento”.
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