21-07-2006
¿Dónde están los papeles del
Pentágono?
Daniel Ellsberg
Zmag
Traducido del inglés para Tlaxcala y Rebelión por Germán Leyens
Una resolución conjunta presentada al Comité de Relaciones Exteriores del
Senado [de USA] por la Senadora Barbara Boxer (demócrata de California), pide la
retirada de todas las fuerzas militares usamericanas de Irak antes del 31 de
diciembre. La ley de “redesplegamiento” cita en su preámbulo los resultados de
un sondeo de enero que muestran que un 64% de los iraquíes consideran que la
criminalidad y los ataques violentos disminuirán si USA abandona Iraq dentro de
seis meses. Un 67% cree que su seguridad de todos los días aumentará si USA se
retira y un 73% considera que las facciones en el parlamento cooperarán más si
USA se retira.
Si es así, ¿qué hacemos en ese país? Si los iraquíes no creen que
contribuimos a una mejora o a la seguridad, ¿qué significa eso sobre la
legitimidad de una prolongación de la ocupación, y mucho menos sobre bases
usamericanas permanentes en Iraq (previstas por un 80% de los iraquíes
encuestados)? ¿Qué significa para la continuación de patrullas blindadas
usamericanas como la que en noviembre pasado en Haditha, que, como sabemos
ahora, resultó en las muertes de un marine y de 24 civiles desarmados?
Preguntas muy parecidas plagaban mi conciencia hace muchos años en plena
guerra de Vietnam, y eso llevó, en última instancia, a la publicación del
primero de los Papeles del Pentágono el 13 de junio de 1971, hace 35 años esta
semana. Ese proceso había comenzado casi dos años antes, en otoño de 1969,
cuando mi amigo y antiguo colega en Rand Corp, Tony Russo, y yo comenzamos a
copiar las 7.000 páginas de documentos de máximo secreto de la caja fuerte en
Rand para entregarlas al Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Ese período tenía varias similitudes con el actual. Por una parte, el senador
republicano, Charles Goodell de Nueva York, acababa de presentar una resolución
pidiendo la retirada unilateral de todas las fuerzas armadas de USA de Indochina
para fines de 1970. A diferencia de la actual resolución Boxer, la suya tenía
poder parlamentario, al solicitar que todo el financiamiento del Congreso para
operaciones de combate de USA cesara en esa fecha.
Hay dos similitudes más entre entonces y ahora: Primero, aunque sólo un
puñado de usamericanos lo sabía, el presidente Nixon preparaba planes secretos
en ese mes de septiembre para expandir, en lugar de irse, esa guerra en el
Sudeste Asiático – incluyendo una importante ofensiva aérea contra Vietnam del
Norte, con el posible uso de armas nucleares. En la actualidad, las amenazas del
gobierno Bush de ir a la guerra contra Irán son explícitas, con funcionarios que
reiteran regularmente que la “opción” nuclear está “sobre la mesa.”
La segunda similitud es que, también en septiembre, el teniente William
Calley había sido acusado sin bombo ni platillos por el asesinato, 18 meses
antes, de “109 seres humanos orientales” en la aldea sudvietnamita My Lai 4.
Esto pasó casi inadvertido hasta mediados de noviembre de ese año, cuando el
trabajo de investigación de Seymour Hersh estalló como una bomba, seguido poco
después por la primera revelación a los usamericanos de las fotografías en color
de la masacre. Las fotos no eran tan diferentes de las que aparecieron en la
historias de primera plana de Time y Newsweek sobre las mujeres,
niños, ancianos y bebés de Haditha, asesinados todos a quemarropa.
¿Qué me motivó en otoño de 1969 a comenzar a copiar 7.000 páginas de
documentos altamente confidenciales – un acto por el que estaba convencido del
todo que me enviaría a la cárcel de por vida? (Las penas por los cargos que se
presentaron, por cierto, ascendían a 115 años en prisión.) El acontecimiento que
lo precipitó no fue el juicio por asesinato contra Calley, sino otro. El 30 de
septiembre, leí en Los Angeles Times que las acusaciones presentadas por
Creighton Abrams, general al comando de las fuerzas de USA en Vietnam, contra
varios oficiales de las Fuerzas Especiales acusados de asesinar a un presunto
doble agente bajo su custodia habían sido desechadas por el Secretario del
Ejército.
El artículo de los periodistas en Washington Ted Sell y Robert Donovan, dejó
en claro que los motivos utilizados por el Secretario Stanley Resor para
desecharlas eran falsos /y que era probable que la orden de desechar las
acusaciones haya venido directamente de la Casa Blanca. Al seguir leyendo,
resultó cada vez más obvio que toda la cadena de comando, civil y militar,
participaba en un encubrimiento.
Al terminar el artículo, se me ocurrió de repente: Éste es el sistema en el
que he participado, al que he entregado mi lealtad incondicional durante 15
años, como marine, funcionario del Pentágono y del Departamento de Estado en
Vietnam. Es un sistema que miente sobre asesinatos de forma reflexiva, a todo
nivel, desde el sargento al comandante en jefe. Y yo tenía, depositadas en mi
caja fuerte en Rand, 7.000 páginas de evidencia documental para probarlo.
Los papeles en mi caja de seguridad, que llegaron a ser conocidos como los
Papeles del Pentágono, constituían un conjunto completo de una historia secreta
de 47 volúmenes del Departamento de Defensa sobre la participación de USA en
Vietnam intitulada: “La toma de decisiones de USA en Vietnam, 1945-1968.”
Tuve acceso exclusivo a los papeles para propósitos de investigación y había
estado leyéndolos durante todo el verano; dejaban muy en claro que yo, como el
resto del público de USA, había sido engañado sobre los orígenes y los
propósitos de la guerra en la que había participado – tal como hoy en día el 85%
de los soldados en Iraq todavía cree que Sadam Husein fue responsable por el
11-S y que estaba aliado con Al Qaeda.
Los papeles documentaban en sorprendente detalle un modelo de mentiras y
engaños por parte de cuatro presidentes y sus gobiernos durante 23 años para
ocultar sus planes bélicos – junto con cálculos internos sobre los altos costos
y riesgos de esos planes (y sus bajas probabilidades de éxito), que
supuestamente jamás debían llegar al público y provocar discusiones. Mostraban
de modo muy claro cómo nos habíamos involucrado en una guerra temeraria por
nuestra propia decisión en el país de otros – un país que no nos había atacado –
por nuestras propias intenciones interiores y exteriores.
Me pareció que el que se hiciera algo semejante contra los intensos deseos de
la mayoría de los habitantes de ese país no sólo era una mala política, sino que
era impropio desde el punto de vista moral. Además, vi claramente que las
justificaciones que se habían dado para nuestra intervención fueron falsas.
Vietnam no fue una guerra justa, y nunca lo había sido. Y si la guerra misma era
injusta, todas las víctimas de nuestro poder de fuego estaban siendo matadas sin
justificación. Eso se llama asesinato.
Al leer esa mañana el artículo en The Times sobre el encubrimiento del
asesinato de las Fuerzas Especiales y al compararlo con los que había estado
leyendo en la historia secreta llegué a verlo como un microcosmo de lo que había
estado sucediendo desde que comenzó la guerra. Y pensé: no quiero seguir
formando parte de esta maquinaria embustera: No voy a seguir ocultando la
verdad.
Llamé a Russo, que había sido despedido de Rand un año antes, en parte por
informes inconvenientes desde el campo de batalla sobre torturas de prisioneros
por nuestros aliados vietnamitas. Le pregunté si tenía acceso a una
fotocopiadora.
Así era.
Comenzamos el 1 de octubre. Noche tras noche, yo llevaba montones de papeles
de mi caja fuerte y los copiábamos. Los entregué primero a miembros del Comité
de Relaciones Exteriores del Senado, en la esperanza de que los revelaran al
público. Pero no lo hicieron. Finalmente, los entregué al New York Times,
que comenzó a publicarlos el domingo 13 de junio de 1971.
Dos días después, el New York Times recibió una orden de un juez
federal, a pedido de la Casa Blanca, de detener la publicación – la primera
limitación preceptiva de la prensa en la historia de USA. Luego entregué copias
al Washington Post y cuando también se le prohibió la publicación, a
otros 17 periódicos, mientras me buscaba el FBI. El 28 de junio me entregué y
fui arrestado y acusado de violaciones de la Ley de Espionaje y robo.
En la actualidad, debe haber, por lo menos, cientos de funcionarios civiles y
militares en el Pentágono, la CIA, el Departamento de Estado, la Agencia
Nacional de Seguridad, y la Casa Blanca que tienen en sus cajas fuerte y
ordenadores documentos comparables sobre intensas discusiones internas –
ocultadas cuidadosamente hasta ahora al Congreso y al público – sobre presuntos
o reales crímenes de guerra, políticas temerarias y crímenes interiores: los
Papeles del Pentágono de Iraq, Irán o la continua guerra contra las libertades
en USA. Algunos de estos funcionarios, espero, decidirán aceptar los riesgos
personales de revelar la verdad – más rápido que yo lo hice – antes de que se
pierdan más vidas o se inicie una nueva guerra.
Haditha es un espejo no sólo para los soldados usamericanos en el terreno,
sino para toda nuestra sociedad. No sólo para los mentirosos en el gobierno,
sino para aquellos que les creen con demasiada facilidad. Y a todos nosotros,
los del público, los del gobierno, del Congreso y en los medios de información
que disentimos sin efecto hasta ahora o que contemplamos mientras se asesina y
no hacemos nada por impedirlo o denunciarlo.
Ya es hora de que los usamericanos encuentren la valentía civil para
enfrentar lo que se está haciendo en su nombre y se nieguen a ser cómplices.
Tenemos que obligar al Congreso y a este presidente, o a sus sucesores si es
necesario, a que actúen siguiendo la proposición moral de que USA debe dejar de
asesinar a hombres, mujeres y niños en Iraq, y que no debe comenzar a hacerlo en
Irán.
Ni las vidas que hemos perdido, ni las vidas que hemos destruido, dan a USA
algún derecho a determinar a través de su poder de fuego y aéreo quién debe
gobernar o morir en países que hemos atacado injustamente.
–––––––
Daniel Ellsberg fue juzgado en 1973 por divulgar los Papeles del Pentágono,
pero el caso fue desechado después de cuatro meses, por mala conducta
gubernamental.
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=1&ItemID=10582
Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala
(www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta
traducción es copyleft.
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