08-10-2008
Los desplazados iraquíes temen por sus vidas si retornan a sus
hogares
Leila Fadel
McClatchy Newspapers
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Eso fue hace dos años, pero cuando cuenta su historia en el interior de un
trailer en un campo para personas desplazadas situado al sur de Iraq, su rostro
refleja toda la angustia del mundo.
El Ministro para los Desplazados y las Migraciones ha ordenado el cierre del
campo de tiendas de campaña y trailer situado en el desierto, donde la familia
de Abd vive junto con otros 230 familias musulmanas chiíes en las afueras de la
ciudad sureña de Nayaf, casi todos desplazados de la provincia de mayoría sunní
de Anbar o de las barriadas sunníes de Bagdad. Los funcionarios dicen que el
gobierno está planeando cerrar otros campamentos para desplazados en Iraq. Un
funcionario los describió como “falsos campos”, llenos de criminales que se
aprovechan de la ayuda proporcionada por organizaciones no gubernamentales.
“Llevo dos años buscando trabajo. No tenemos donde ir”, dijo Abd, con los
ojos llenos de lágrimas ante el solo pensamiento de volver al lugar donde fueron
asesinados sus hermanos. “Habbaniyah sólo tiene ahora gente sunní. Cuando les
necesites no van a defenderte. Mataron a tres miembros de mi familia”.
Pero las presiones continúan y las organizaciones privadas de beneficencia
han empezado también a dar por finalizadas sus operaciones.
Los chiíes no son los únicos afectados. En Faluya, al oeste de la provincia
de Anbar, familias sunníes desplazadas de barriadas chiíes habitan en un edifico
sin ventanas que una organización benéfica islámica les cedió hace dos años.
No hay agua corriente; los huecos de la escalera están llenos de basura, y
las familias han ido separando habitaciones con chapas onduladas de hojalata. El
edificio es tan sólo el armazón de lo que debió haber sido, pero es un puerto
seguro.
Ahora la Sociedad Islámica, un grupo sin fines lucrativos que es quien
ostenta la propiedad del hospital a medio terminar, les ha ordenado que lo
abandonen. Los residentes, en espera del desalojo, han recibido una notificación
para que se presenten en un tribunal. Bagdad es bastante seguro, dijo Abdul
Nasser al Qubaisi, representante de la organización. Las familias tienen que
irse, dijo.
Según la Organización Internacional de Migraciones, una organización no
lucrativa afiliada a las Naciones Unidas, más de 2,8 millones de iraquíes están
internamente desplazados y dos millones más han huido a otros países.
El Ministerio para los Desplazados y las Migraciones no ha dado explicación
alguna de su intento de cerrar los campos para desplazados, de los cuales el
mayor es el ubicado en Nayaf.
En la cultura iraquí se considera humillante vivir en tiendas y trailer y
sólo los más desesperados de la sociedad iraquí residen en el campo. Muchos de
ellos habían estado viviendo en casas improvisadas hechas con carrizo antes de
que esos hogares fueran arrasados con buldózer. Alrededor de un mes después se
abrió este campo.
El gobierno prometió un millón dinares iraquíes, alrededor de 847$, a los
desplazados que regresaran a los hogares donde hubieran estado anteriormente
registrados y seis meses de renta para aquellos que se han tenido que convertir
en ocupas.
“No queremos que la gente permanezca allí y se convierta en un lugar para
criminales y prácticas ilícitas”, dijo Ali Sharlan Moha, director de
departamento en el Ministerio para los Desplazados y las Migraciones. “No
queremos tener campos. Esto no es Darfur… Queremos ayudarles a recuperar sus
vidas”.
Actualmente, el gobierno provincial ha bloqueado los esfuerzos del Ministerio
para cerrar el campo.
“No tienen derecho a obligar a toda esa gente a volver”, dijo Asaad Abu
Galal, gobernador de Nayaf, cuando esperaba en una tienda en el exterior del
campo mientras el ejército iraquí repartía la ayuda de una organización benéfica
estadounidense en el Equipo de Reconstrucción Provincial local. “Deben regresar
por voluntad propia”.
Alrededor de treinta familias se fueron a casa y una familia fue asesinada al
regresar. Ahora todo el mundo teme que ese pueda ser su destino.
A pesar de las presiones ejercidas sobre la gente para que regrese, la
Organización Internacional de las Migraciones, que no ha recomendado el regreso,
dice que el gobierno está intentando actuar correctamente.
“Es deber del gobierno ayudar a su propio pueblo y están intentando hacerlo,
pero no pueden obligar a nadie y no lo están haciendo. Están tratando de dar
respuesta a los pocos que quieren regresar”, dijo Rafiq Tschannen, jefe de la
misión iraquí en la Organización Internacional para las Migraciones. “Confiamos
y rezamos para que esa tendencia aumente de forma positiva y estamos contentos
de que el gobierno esté respondiendo en estos momentos”.
Pero los miembros del comité para las personas desplazadas del Parlamento
están preocupados de que el gobierno esté obligando a la gente a volver antes de
que sea conveniente hacerlo tan sólo para reforzar su imagen.
“El gobierno intenta cerrar la cuestión de los desplazados en Iraq para
finales de 2008”, dijo Bassin al Asan, miembro del comité parlamentario para los
desplazados. “Proclaman que hay seguridad y estabilidad política, por lo que no
hay razón para mantener esos campos… Eso se llama conseguir un objetivo político
a costa de una situación humanitaria”.
Este año, el gobierno prometió alrededor de 85 millones de dólares de ayuda a
los desplazados en el presupuesto complementario aprobado en agosto. Pero sólo
ha gastado hasta ahora 500.000 dólares, dijo Shalan.
Los que regresan semejan más un goteo que una marea. Pero en los últimos
meses, por vez primera desde 2003, el número de personas que retorna a sus
hogares es ligeramente más alto que el de los que huyen. Según la Organización
Internacional para las Migraciones, en Bagdad, donde la mayoría de sus
habitantes se vieron forzados a convertirse en desplazados, ha regresado
alrededor de un 8%,
Pero las cifras no importan para los desplazados. Los rumores sobre gente
asesinada al regresar son causa suficiente para que ni se les ocurra pensar en
hacerlo.
Manal Ghaidan abandonó la barriada de Yihad, situada al oeste de Bagdad,
cuando sus tres niños y su marido fueron asesinados hace dos años. Huyó con otro
hijo y tuvo que vivir en la calle durante meses antes de poder trasladarse al
edificio a medio construir que la Sociedad Islámica de Faluya cedió a los
desplazados.
Ahora, el aviso de desalojo le hace temer tener que regresar al lugar del que
huyó o tener que encontrar un nuevo hogar que alquilar a precios altísimos.
Ghaidan recuerda cuando tuvo que pasar en su calle por encima de tantos
cadáveres y cuando tuvo que recoger a los muertos de su familia en la
morgue.
“Si nos vamos de aquí, ¿dónde podremos ir?, preguntó. “Ni siquiera podemos
alquilar un coche que nos lleve de regreso. No podemos volver allí. Vimos las
matanzas con nuestros propios ojos”.
En Nayaf, Abd se mofó de la visita realizada al campo la semana pasada por el
Ministro para los Desplazados y Migraciones.
“Todos los días viene alguien y nos amenaza”, manifestó.
Una mujer le interrumpió cuando la gente del capo se reunió para protestar en
contra del cierre de las instalaciones.
“El Ministerio dijo que volviéramos a casa, pero no tenemos hogar”, dijo.
“Tengo tres mártires en mi familia. Me preguntó que de dónde venía”, recordaba
Abd. “Le dije que de Habbaniyah”.
“Pues vuelve a Habbaniyah”, recordaba Abd que fue la respuesta del Ministro
Abdul Samad Rahman Sultan.
“Dicen que la zona es ahora segura, pero no es verdad”, dijo. “El gobierno es
quien está diciendo eso, pero hay bastante gente que nos aconseja que no
regresemos”.
Enlace con el original:
http://www.mcclatchydc.com/world/story/53483.html
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