22-10-2008
Testimonios de soldados estadounidenses
Cómo los militares de EE.UU. me convirtieron en terrorista
Aaron Glantz/Michael Prysner
ICH/Alternet
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En marzo de este año, un valeroso grupo de veteranos ayudó a comprender lo
que es la guerra en un histórico evento realizado en Silver Spring, Maryland,
inspirado por veteranos de Vietnam de una generación antes. “Soldado de
Invierno: Iraq y Afganistán” reunió a más de 200 soldados que han servido en la
así llamada “Guerra contra el Terror.” Como otros soldados antes que ellos, que
compartieron historias que pusieron al desnudo la pesadilla de Vietnam, esos
veteranos dieron testimonio sobre los crímenes que han sido cometidos en nombre
de los estadounidenses durante la ocupación de Iraq y Afganistán. Las audiencias
duraron cuatro días; en sus testimonios, los soldados describieron como el
descarte de las reglas de enfrentamiento de las fuerzas armadas y su sistemática
deshumanización de civiles iraquíes y afganos ha llevado a horribles actos de
violencia contra hombres, mujeres y niños inocentes. “No se trata de incidentes
aislados,” fue un refrán común, incluso cuando los episodios que describían
parecían excepcionalmente brutales. Para muchos de los veteranos, fue la primera
vez que habían relatado sus historias.
Ahora, el abrasador testimonio ha sido compilado en un importante nuevo
libro: “Winter Soldier: Iraq and Afghanistan: Eyewitness Accounts of the
Occupation” [Soldado de invierno; Iraq y Afganistán: Relatos de la ocupación por
testigos presenciales], editado por Aaron Glantz y publicado por Haymarket
Books. Os aliento fervorosamente a comprar el libro, de preferencia a través del
sitio en la Red de Iraq Veterans Against the War, que organizó las audiencias de
Winter Soldier y sigue realizando eventos similares en ciudades en todo el país.
Todos los ingresos de libros comprados a través de IVAW irán en apoyo a su
trabajo crucial.
El siguiente pasaje es de Michael Prysner, cabo en la Reserva del Ejército
quien volvió a casa en febrero de 2004.
-- Liliana Segura, Editora, War on Iraq Special Coverage
20/10/2008 "Alternet" – Cuando me alisté en el ejército, me dijeron que el
racismo ya no existe en las fuerzas armadas. Un legado de desigualdad y de
discriminación fue repentinamente eliminado por algo llamado el Programa de
Igualdad de Oportunidades [EO]. Nos sentábamos en clases obligatorias, y cada
unidad tenía un representante de EO para asegurar que no volverían a aparecer
elementos de racismo. El ejército parecía firmemente dedicado a aplastar todo
indicio de racismo.
Entonces ocurrió el 11 de septiembre, y comencé a escuchar nuevas palabras
como “cabeza de toalla” y “jockey de camellos,” y el más inquietante:
“nigger de las arenas.” Al principio esas palabras no provenían de otros
soldados rasos alistados, sino de mis superiores: el sargento de mi pelotón, mi
sargento primero, el comandante de mi batallón. Para toda la cadena de comando,
esos ponzoñosos términos racistas eran repentinamente aceptables.
Cuando llegué a Iraq en 2003, aprendí una nueva palabra: “haji.” Haji era el
enemigo. Haji era cada iraquí. No era una persona, un padre, un maestro, o un
trabajador. Es importante que se comprenda de donde proviene esa palabra. Para
los musulmanes, lo más importante es hacer un peregrinaje a La Meca: el Haji. El
que ha hecho el peregrinaje a La Meca es un haji. Es algo que, en el Islam
tradicional, es el mayor llamado de la religión. Tomamos lo mejor del Islam y lo
convertimos en lo peor.
Desde la creación de este país, el racismo ha sido utilizado para justificar
la expansión y la opresión. Los americanos nativos eran llamados “salvajes,” los
africanos eran llamados toda clase de cosas para excusar la esclavitud, y los
veteranos de Vietnam conocen la multitud de palabras utilizadas para justificar
esa guerra imperialista.
Así que haji es la palabra que usábamos. Era la palabra que usamos en esa
misión en particular de la que voy a hablar. Hemos oído hablar mucho de
incursiones, de romper puertas a patadas en las casas de la gente y del saqueo
de sus casas, pero ésta era una incursión de un tipo diferente.
Nunca nos daban alguna explicación por nuestras órdenes. Sólo nos decían que
un grupo de cinco o seis casas era ahora de propiedad de los militares de
EE.UU., y que teníamos que ir y hacer que esas familias se fueran de sus
casas.
Íbamos a esas casas e informábamos a las familias que sus hogares ya no eran
suyos. No les dábamos ninguna alternativa, ni dónde ir, ni compensación. Se
veían muy confundidos y muy asustados. No sabían qué hacer y no se iban, así que
teníamos que sacarlos.
Una familia en particular, una mujer con dos niñas pequeñas, un hombre muy
anciano, y dos hombres de mediana edad: los arrastramos de su casa y los
arrojamos a la calle. Arrestamos a los hombres porque se negaron a partir, y los
enviamos a la prisión.
Unos pocos meses después lo descubrí, ya que nos faltaban interrogadores y me
dieron esa tarea. Supervisé y participé en cientos de interrogatorios. Recuerdo
uno en particular que compartiré con ustedes. Fue el momento que me mostró
realmente la naturaleza de esa ocupación.
Ese detenido en particular ya había sido desnudado hasta la ropa interior,
con las manos detrás de su espalda y un saco de arena sobre la cabeza. Nunca vi
su cara. Mi tarea era tomar una silla plegable de metal y golpearla contra el
muro junto a su cabeza – enfrentaba el muro y su nariz lo tocaba – mientras otro
soldados gritaba una y otra vez la misma pregunta. No importa cuál fuera su
respuesta, mi tarea era golpear ruidosamente la silla contra el muro. Lo hicimos
hasta que nos cansamos.
Me dijeron que me asegurara de que se mantuviera de pie, pero algo iba mal
con su pierna. Estaba herido, y se caía todo el tiempo al suelo. Llegaba el
sargento a cargo y me decía que lo volviera a poner de pie, así que tenía que
recogerlo y ponerlo contra el muro. Se caía continuamente. Yo lo agarraba
continuamente y lo colocaba contra el muro. Mi sargento estaba furioso conmigo
porque no lograba que siguiera de pie. Lo agarró y lo golpeó varias veces contra
el muro. Y se fue. Cuando el hombre volvió a caer al suelo, noté que corría
sangre por debajo del saco de arena. Dejé que se sentara, y cuando vi que mi
sargento volvía de nuevo, le dije rápidamente que volviera a pararse. En lugar
de proteger a mi unidad contra ese detenido, me di cuenta de que estaba
protegiendo al detenido contra mi unidad.
Me esforcé considerablemente en sentirme orgulloso por mi servicio, pero todo
lo que podía sentir era vergüenza. El racismo ya no podía disfrazar la realidad
de la ocupación. Son seres humanos. Desde entonces me persigue la culpa. Me
siento culpable cada vez que veo a un hombre anciano, como el que no podía
caminar a quien lo echamos a una camilla y dijimos a la policía iraquí que se lo
llevara. Me siento culpable cada vez que veo a una madre con sus hijos, como la
que lloraba histéricamente y gritaba que éramos peores que Sadam cuando la
expulsamos de su hogar. Me siento culpable cada vez que veo a una muchacha
joven, como la que agarré del brazo y arrastré a la calle.
Nos dijeron que combatíamos a terroristas; el verdadero terrorista era yo, y
el verdadero terrorismo es esa ocupación. El racismo dentro de las fuerzas
armadas ha sido desde hace tiempo un instrumento importante para justificar la
destrucción y ocupación de otro país. Sin el racismo, los soldados se darían
cuenta de que tienen más en común con el pueblo iraquí que con los
multimillonarios que nos mandan a la guerra.
Arrojé a familias a la calle en Iraq, sólo para volver a casa y encontrar a
familias arrojadas a la calle en este país, en esta trágica crisis de
ejecuciones hipotecarias. Nuestros enemigos no están a 8.000 kilómetros, están
aquí mismo, en casa, y si nos organizamos y luchamos, podemos detener esa
guerra, podemos detener a este gobierno, y crear un mundo mejor.
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Aaron Glantz es autor de dos libros a ser publicados próximamente sobre Iraq:
“The War Comes Home: Washington's Battle Against America's Veterans” (UC Press)
y “Winter Soldier: Iraq and Afghanistan” (Haymarket). Edita el sitio en la Red;
WarComesHome.org.
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http://www.informationclearinghouse.info/article21055.htm
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