Silvia Ribeiro*
Los combustibles “verdes” de Obama
La Jornada, 17 de enero de 2009
Durante su campaña Barack Obama, presidente electo de Estados Unidos,
promovió continuamente los agro- combustibles como parte de su “nueva economía
verde”. Obvió la creciente cantidad de estudios que muestran que los
agrocombustibles tienen una eficiencia energética negativa (usan más
combustibles fósiles de los que dicen suplantar, empeorando las causas del
cambio climático), que compiten con la producción alimentaria (por los cultivos,
tierra, agua y nutrientes) y que para alcanzar las metas de uso de
“biocombustibles”, no alcanza con la producción en Estados Unidos, por lo que
fríamente se cuenta con la producción de granos en países del sur, donde se
agravan todos los problemas anteriores. Actualmente, Estados Unidos dedica la
tercera parte de su producción de maíz para etanol.
La elección y próximo nombramiento de Tom Vilsack como secretario de
Agricultura y Steven Chu como secretario de Energía, revelan que la política de
la administración Obama será no solamente continuar con esta dañina industria, a
la que ya aseguró nuevos subsidios –que solamente beneficiarán a las
transnacionales del sector–, sino también promover agresivamente el desarrollo
de nuevas y más riesgosas generaciones de agrocombustibles, basadas en nuevos
cultivos transgénicos y biología sintética (seres vivos diseñados con genes
artificiales).
Tom Vilsack, ex gobernador de Iowa, fue nombrado en 2001, “gobernador del
año” por la Organización de la Industria Biotecnológica (BIO, que agrupa a mil
200 empresas biotecnológicas a escala global, incluyendo Monsanto y las demás
que monopolizan los transgénicos), “por su apoyo al crecimiento económico de
esta industria”. Anteriormente, había fundado una asociación (Governors’
Biotechnology Partnership) para promover los transgénicos con los otros
gobernadores. En 2002 defendió fieramente el uso de maíz para producir fármacos,
e incluso criticó a la propia industria, que obligada por las críticas públicas
y escándalos de contaminación con ese maíz no comestible, había anunciado una
restricción voluntaria de los farmacultivos. Con igual entusiasmo defendió la
clonación de vacas lecheras. El apoyo no fue solamente discursivo. Durante su
gobierno, Trans Ova Genetics, dedicada a la clonación de vacas lecheras, recibió
9 millones de dólares en subsidios y ProdiGene, la empresa multada en 2002 por
contaminación con maíz farmacéutico, recibió 6 millones de las arcas del estado.
En 2005 fue el autor intelectual de una ley que restringe el derecho de los
gobiernos locales a regular los transgénicos. No sorprende que sea también un
entusiasta defensor de los agrocombustibles transgénicos de maíz y soya. Sólo
faltaba el elemento realmente “innovador”, que aportará el nuevo secretario de
energía, Steven Chu.
Chu es físico y premio Nobel. Viene del Laboratorio Nacional Lawrence
Berkeley, donde dirige un proyecto de energía, cuya meta es “producir
tecnologías transformadoras en nanotecnología y biología sintética”. Sus
principales colaboradores son industriales de la biología sintética. Jay
Keasling, fundador de Amyris Biotech, es codirector del proyecto. En una
presentación reciente ante el Comité de Energía y Recursos Naturales del Senado
de Estados Unidos (Science News, 13/1/09) Chu se declaró dispuesto a
desarrollar la industria nuclear y a continuar el uso de carbón a gran escala,
siempre que se siguieran desarrollando proyectos de secuestro de carbono. O sea,
seguir creando gases de efecto invernadero, pero promoviendo el jugoso negocio
–inútil para prevenir el cambio climático– del comercio de emisiones de carbono.
Pero en lo que se mostró realmente apasionado, es en el desarrollo de una
“cuarta generación de biocombustibles”, a partir de biología sintética, proyecto
en el que ha estado trabajando desde hace dos años. Se trata, explicó, de
microbios “entrenados” –leáse manipulados con biología sintética, o sea mucho
peor que solamente transgénicos– para transformar cualquier tipo de azúcares, no
sólo en etanol, sino también en “sustitutos similares a la gasolina, diesel y
combustible de jets”. Aseguró que se podría usar cualquier materia prima, como
residuos de maíz y otros cultivos, pero lo interesante serían cultivos para
forraje y otros para producir etanol celulósico (que necesariamente requieren
biología sintética y transgénicos para ser procesados).
Lo único realmente verde de estas nuevas generaciones de combustibles será el
dinero que ya están viendo las grandes industrias de los transgénicos,
agronegocios, petroleras y farmacéuticas, que son los inversores y asociados de
las compañías de biología sintética. Como son trasnacionales no es un problema
sólo estadunidense: esto es el impulso que buscaban para expandir estas nuevas
tecnologías contaminantes al resto del mundo. En México, la presión por sembrar
nuevos maíces transgénicos y farmacultivos, crecerá “oficialmente”. La empresa
de Keasling, Amyris, ya tiene contratos en Brasil con grandes productores de
caña de azúcar. Lo que nos legará un aumento de la disputa por tierras y agua,
los residuos y contaminación transgénicas y los nuevos riesgos de los microbios
sintéticos.
*investigadora del Grupo ETC
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