Revolución #65, 15
de octubre de 2006
La limpieza nazi de las universidades estadounidenses: ¿Podría pasar
aquí?
Reggie Dylan
Al comienzo del año académico este otoño, Robert Jensen, profesor de
periodismo de la Universidad de Texas, comparó las palabras del presidente de
Irán (quien quiere “purgar a los maestros liberales y laicos de las
universidades iraníes”) con el ataque que se ha lanzado contra el profesorado en
este país. En particular, mencionó que varios políticos pidieron la cabeza de
Ward Churchill, profesor de la Universidad de Colorado, a raíz
de un ensayo que escribió sobre el 11 de septiembre de 2001.1 ¿Podría pasar lo mismo aquí?
¿Podrían llevar a cabo una “limpieza” intelectual de las universidades
estadounidenses? ¿Podrían callar a los profesores, despedirlos y
llevarlos ante comités gubernamentales por enseñar que la evolución es un hecho,
o por cuestionar la “versión oficial” de la historia de Estados Unidos y de su
papel en el mundo “en tiempos de guerra”? Esto hace pensar en el macartismo, la
vida intelectual bajo el gobierno fundamentalista iraní o la Alemania nazi…
¿pero podría pasar aquí?
Desde los años 80, están bajo ataque varios campos de estudio que surgieron
en las universidades en los años 60 y 70, en oposición a la torcida historia
oficial que se enseña en las universidades. Esa “guerra cultural” hoy es parte
de la declaración de la cruzada clase de la clase dominante de Estados Unidos
para ser una superpotencia indisputable e incuestionable.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, este ataque en las
universidades se redobló. El vocero de Bush, Ari Fleischer, advirtió que “tengan
cuidado con lo que dicen y escriben”. Poco después salió un informe incendiario
del grupo derechista ACTA (American Council of Trustees and Alumni, que se
encarga de vigilar las universidades) titulado “Defensa
de la civilización. Las universidades le fallan a América y qué hacer al
respecto”. El informe dice: “Las universidades y los profesores
universitarios son el eslabón débil de la respuesta de América al ataque” del 11
de septiembre del 2001. “La historia nos enseña que cuando los intelectuales de
una nación no quieren defender su civilización, cooperan con sus adversarios”.
La palabra “cooperan” implica que esto es una forma de “traición”. ACTA es obra
de Lynne Cheney (esposa del vicepresidente) y del senador
Joseph Lieberman, y entre sus miembros están los gobernadores de Nueva York y
Colorado. El informe contiene una lista de 40 profesores “antipatriotas”, entre
ellos el presidente de la Universidad Wesleyan.2
David Horowitz ha sido el “ariete” del ataque a las universidades, al
pensamiento crítico y al disentimiento. Horowitz es un reaccionario que tiene
fuertes vínculos con Karl Rove y otros de la camarilla de Bush. Por medio del
Centro del Estudio de la Cultura Popular, el portal frontpagemag.com y un chorro de
publicaciones, controla una organización nacional. Un brazo importante de la
organización de Horowitz son los grupos Estudiantes pro Libertad Académica y
otros que organizan estudiantes derechistas a espiar y delatar a los profesores
progresistas, de la misma manera que los camisas pardas de Hitler. El libro de
Horowitz Unholy Alliance: Radical Islam and the American Left (Alianza
nefasta: El islamismo radical y la izquierda estadounidense) le dio munición
política a Campus Watch y al grupo pro israelí David Project, los cuales
iniciaron ataques contra las facultades y los profesores de Estudios
Mesorientales en Columbia y otras universidades en el 2004, diciendo que
intimidan a los estudiantes, son parciales, antisemitas y callan a los que no
están de acuerdo con su punto de vista.
El ataque a Ward Churchill
El ataque contra los profesores progresistas y radicales, contra el
disentimiento y el pensamiento crítico se enfocó en Ward Churchill, director del
programa de Estudios Étnicos de la Universidad de Colorado en Boulder. En
febrero del 2005, un ensayo que escribió después del 11 de septiembre de 2001
sirvió de pretexto para retirarle una invitación a hablar en la universidad
Hamilton College de Nueva York. Varios locutores derechistas y políticos
republicanos iniciaron una campaña nacional para echarlo de la universidad. En
respuesta, la dirección de la Universidad de Colorado se puso a investigar el
ensayo para ver si justificaba despedirlo (¡o arrestarlo!) por sus opiniones
políticas. Pero luego, en respuesta a los consejos públicos de Horowitz, se puso
a investigar si ha cometido “faltas de ética profesional en su
investigación”.
El mismo ataque con otro disfraz
Se estableció un comité de profesores para dar un velo de legitimidad al
ataque. Al participar en una investigación ilegítima en esta atmósfera venenosa,
el comité le causó mucho más daño al mundo académico que cualquier supuesta
“falta de ética profesional” en las investigaciones de Churchill. Las conclusiones del comité, descritas como “una exageración
grotesca” por un profesor de sociología de Boulder que las estudió,3 han sembrado confusión porque dan la
impresión de que son un examen neutral de sus colegas. El presidente interino,
Phil DiStefano, anunció que iba a despedir a Churchill.
Horowitz y ACTA ni siquiera esperaron el informe para iniciar la siguiente
fase del ataque. En la primavera de 2006, Horowitz publicó el libro The
Professors: The 101 Most Dangerous Academics in America (Los profesores:
Los 101 académicos más peligrosos de Estados Unidos), que tildó de “terroristas,
racistas y comunistas” a varios de los académicos e intelectuales más
distinguidos del país. Acto seguido, ACTA publicó un informe titulado “¿Cuántos
Ward Churchill habrá?”, y contestó: “Ward Churchill no es único, es muy común”.
Dado que el informe de ACTA salió antes de las conclusiones del comité,
no cabe duda de que se refiere a sus opiniones políticas.
Este implacable ataque busca purgar las universidades para que no sean
lugares donde los estudiantes aprenden a pensar críticamente sobre los temas
sociales más importantes sino centros de adoctrinamiento. Como dice una “Carta
abierta de académicos preocupados”: “El caso de Churchill es… un ejemplo de una
campaña bien organizada lanzada en nombre de la ‘libertad académica’ y del
‘equilibrio académico’, que en realidad quiere purgar de las universidades a los
pensadores radicales y de oposición, y crear un clima de intimidación. La
acusación de los derechistas de que las universidades son ‘dictaduras de la
izquierda’ es absurda, pero es cierto que, lamentablemente, las universidades son uno de los pocos refugios del pensamiento
crítico y el disentimiento que quedan. Eso es algo que se debe defender y
fortalecer”.4
El cuento del “equilibrio”
Horowitz se ha inventado una “Carta de derechos académicos” para exigir
“equilibrio” político de izquierda-derecha. Pero en realidad, la meta es azuzar
una base social reaccionaria y crear las condiciones para llevar a cabo una
purga de las universidades. El blanco de esta campaña son los académicos que han
presentado una crítica radical del orden actual y de los mitos oficiales
aplicando el pensamiento crítico.
De hecho, el “equilibrio” no tiene nada que ver con la búsqueda de la verdad.
Sí, se necesita efervescencia ideológica y choque de ideas opuestas, pero con el
fin de llegar a un conocimiento más profundo de la realidad… y no de lograr
“equilibrio”. Querer que todas las ideas tengan “igualdad” sería imposible e
incorrecto. ¿Enseñar en pie de igualdad astronomía y astrología? En una clase de
biología, ¿ofrecer el diseño inteligente (una idea totalmente anticientífica)
como si fuera igual a la evolución?
Como han señalado muchos académicos, decir que si uno tiene un punto de vista
político es parcial e incapaz de pensar críticamente, niega la existencia de la
verdad objetiva. En el caso de Horowitz, el “equilibrio” es una demanda de
transición: la meta es callar a los que se oponen a restablecer los mitos
oficiales sobre los orígenes del país, y negar la realidad del genocidio, la
esclavitud, el robo de las tierras mexicanas, la conquista imperial y la
dominación y el saqueo de grandes extensiones del planeta.
Poderosas fuerzas de la camarilla de Bush buscan eliminar la separación entre
la iglesia y el estado y establecer una teocracia, y la campaña de “equilibrio”
en vez de pensamiento crítico y búsqueda de la verdad concuerda muy bien con esa
meta. En el número de agosto de 2006 de la revista Anthropology Today,
el profesor Dean Saitta escribió que la versión de la “Carta de derechos
académicos de Horowitz” que se ha propuesto en Florida “da a
los estudiantes el derecho de entablar demandas contra los profesores que no
‘respetan’ sus creencias; por ejemplo, si enseñan la evolución darwiniana y
excluyen la versión bíblica de la creación en una clase de ciencia”.5
Crece la oposición
La oposición a este ataque ha crecido mucho en los últimos meses,
especialmente en cuanto a Ward Churchill. La “Carta abierta de académicos
preocupados” titulada “Defender el disentimiento y el pensamiento crítico en las
universidades” ha movilizado a académicos por todo el país a expresar oposición
a la dirección de la Universidad de Colorado, en los periódicos y revistas
profesionales y públicamente. Muchas cartas se encuentran en el portal www.defendcriticalthinking.org.
El portal de otro grupo, Maestros por una Sociedad Democrática (www.teachersfordemocracy.org),
integrado por profesores atacados en el libro de Horowitz, tiene una carta de
oposición al despido de Churchill firmada por unos 500 catedráticos.
En muchos periódicos, portales y revistas, como Anthropology Today,
han salido artículos de oposición al despido y a todo el ataque derechista en
las universidades. En la Universidad de Colorado se ha formado un grupo que se
opone al despido de Churchill y defiende la facultad de Estudios Étnicos. A
finales de septiembre se celebró una Cumbre de emergencia en la Universidad de
Kansas en Lawrence titulada “La última guerra contra los amerindios: La ‘guerra
contra el terror’ ataca el pensamiento crítico: ¿quiénes serán el próximo blanco
y cómo contraatacar?”. Los directores de varias universidades empiezan a
oponerse a los esfuerzos de los gobiernos estatal y federal de imponer más
control por medio del proceso de acreditación académica.
Todo esto demuestra que hay una base y una necesidad urgente de forjar una
oposición más fuerte a este ataque a las universidades. La respuesta a la
pregunta “¿Podría pasar lo mismo aquí?” es SÍ. Pero también se puede impedir y
crear algo mucho, mucho mejor. Una parte importante es el debate político,
ideológico y teórico sobre la importancia de oponerse a la dirección en que está
encaminada esta sociedad y el papel de las universidades en ese proceso, y sobre
la necesidad de defender (y profundizar) una orientación científica a la
realidad. Esto tiene que confrontar los ataques de los reaccionarios de Horowitz
y ACTA, y a los fascistas cristianos, que quieren imponer una concepción
absolutista de la “verdad revelada de la Biblia”, con todos los horrores que
significa para la humanidad.
1. Ver “Iranian President’s
Attack on Academics Should Sound Familiar in the U.S.”, Robert Jensen, www.dissidentvoice.org, 11 de
septiembre de 2006 [regresa]
2 “Lynne Cheney-Joe
Lieberman Group Puts Out a Blacklist”, Roberto J. González, San Jose
Mercury News, 13 de diciembre de 2001 [regresa]
3 Ver Thomas Mayer, “The Report on Ward
Churchill”, en www.defendcriticalthinking.org
[regresa]
4 Leer la carta en www.defendcriticalthinking.org
[regresa]
5 Dean Saitta, “Higher
Education and the dangerous professor: Challenges for anthropology”,
Anthropology Today, agosto de 2006 [regresa]
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