Carta abierta al movimiento antibélico
Del Comité Directivo Nacional de El Mundo No Puede Esperar –
¡ Fuera el gobierno de Bush!
Como todas las últimas encuestas demuestran (incluso entre los
soldados), cada día más la población se opone a la guerra de Irak. Esto es
gracias al trabajo del movimiento antibélico, así como de las dificultades
reales que el gobierno de Bush confronta al librar la guerra y el deseo de la
gente de Irak y de la región por un fin a la ocupación. En ese contexto, El
Mundo No Puede Esperar - ¡Fuera el gobierno de Bush! está movilizando y
uniéndose a otros en protestas por todo el país con la demanda urgente de
parar la guerra ahora mismo.
Al mismo tiempo, para oponerse cabalmente a la guerra, hay que
verla como parte de la dirección general en que el gobierno de Bush lleva a la
sociedad y al mundo, y actuar conforme a eso. Exhortamos tanto a ANSWER como a
Unidos por la Paz y la Justicia (UFPJ) a sumar sus esfuerzos para sacar del
poder a este gobierno odiado y hacer que nuestras acciones estén a la altura de
la enormidad de la situación que enfrentamos.
Lo que enfrentamos
Tras el 11 de Septiembre, el gobierno de Bush lanzó una guerra
sin fin, primero contra Afganistán y después contra Irak (y ahora tiene a Irán y
otros países en la mira), valiéndose de una doctrina de ataques “preventivos”.
La conducta de esta guerra ilustra la naturaleza de este gobierno: tortura
sistemática legalizada, una ocupación brutal con guerra química, bombardeos a
gente inocente y ataques relámpagos a ciudades enteras, todo basado en mentiras
ostensibles.
Al mismo tiempo que hace esta “cruzada contra el mundo”, este
gobierno está rehaciendo la sociedad estadounidense de un modo muy radical.
Medidas de estado policial (como la Ley Patriota y el espionaje de la Agencia de
Seguridad Nacional) se legalizan en forma permanente y la represión del
disentimiento aumenta; a los inmigrantes los satanizan, los detienen sin los
debidos recursos legales y grupos derechistas paramilitares los cazan; la
política oficial está siempre más en manos de una versión estrecha y odiosa del
fundamentalismo cristiano, que intenta prohibir el aborto y el control de la
natalidad, y ataca con leyes y medidas extraoficiales a lesbianas, gays,
bisexuales y gente transgénero. La ciencia misma se suprime con negaciones
tajantes de la amenaza muy real del calentamiento global y ataques a la
evolución mientras la Biblia se introduce en la educación pública.
En su conjunto, el programa de Bush representa una
reorganización fascista de la sociedad y un estado de guerra permanente. Hay que
oponer resistencia a cada uno de sus crímenes y pararlos, pero aún más se
necesita urgentemente ver la totalidad de lo que estos crímenes representan y
organizar para darle marcha atrás. En el último año, se han efectuado medidas
que alguna vez se consideraban imposibles --la prohibición del aborto en Dakota
del Sur, la legalización de la intervención de llamadas sin orden judicial, los
planes de ataque nuclear contra Irán— pero brilla por su ausencia un
reconocimiento por parte de muchos grupos antibélicos de que se trata de una
reorganización fascista de la sociedad. Más que nunca, es importante movilizar
una oposición masiva a la guerra, pero seguir haciendo “protestas de pura
fórmula” cuando toda la sociedad se estremece a raíz de dichos cambios, es
abandonar nuestra responsabilidad al futuro de la humanidad.
¿En qué debemos basar nuestra oposición?
La convocatoria de UFPJ a las protestas del 29 de abril tiene
una lista de demandas que van más allá de la guerra, pero no hay ninguna mención
de la naturaleza y el peligro de la reorganización radical de la sociedad. Tales
omisiones saltan a la vista; por ejemplo, a pesar de que uno de los principales
grupos organizadores para el 29 de abril es la Organización Nacional de Mujeres
(NOW), la convocatoria ni siquiera menciona los ataques al derecho a escoger,
aunque dichos ataques amenazan cada día más con anular totalmente el fallo Roe
v. Wade (y no parar ahí). El punto aquí no es añadir el derecho a escoger a una
larga lista de demandas, sino ver la plena realidad de lo que hace este
gobierno; pues si fijamos la atención solo en los ultrajes “menos
controvertidos”, la avalancha por venir nos enterrará.
Por otra parte, esa omisión es preocupante no solo porque es una
demanda urgente y necesaria – la es—sino porque demuestra una tendencia a
moldear y adaptar la protesta según los términos políticos impuestos por el
gobierno de Bush junto con la complicidad o falta de oposición de la dirección
del Partido Demócrata, o quizás por la idea sospechosa y peligrosa de que una
“política que puede ganar elecciones” debe dictar la política de movilización y
protesta. El sacrificio del derecho al aborto basado en algún cálculo de su
conveniencia política solo nos llevará por el camino fatal de permitir que los
nuevos ultrajes lleguen a ser la nueva normalidad sin hacer ningún esfuerzo por
pararlos. (Respecto a eso, conviene preguntar si hubiera sido aceptable callarse
frente a la segregación, por temor de distanciar al votante sureño).
Al contrario, es imprescindible basar nuestra oposición en el
reconocimiento de que, como dice la Convocatoria de El Mundo No Puede Esperar:
“Si uno no se le opone a esto y no se moviliza para pararlo, aprenderá —o se
verá obligado— a aceptarlo”. Si realmente se quiere abordar la situación,
incluso si se piensa que es importante ejercer influencia sobre las elecciones
venideras, es mejor no adoptar los términos del “debate electoral”, sino hacer
protestas que toman en cuenta la realidad completa, crear demandas que expresan
esa orientación y hacer que la sociedad entera responda a esas demandas y ese
programa. Si no, hay riesgo de que las protestas, por grandes que sean, lleguen
a ser rituales y, lo que es peor, movilizaciones para canalizar la energía de
los simpatizantes principalmente hacia elecciones que no expresan ni sus
intereses ni sus deseos. Al final, quedarán desmoralizadas, desmovilizadas y
hasta apaciguadas, porque se han adaptado a términos políticos sofocantes.
Las elecciones del año 2004, ¿adónde nos llevaron?
¿No hemos visto eso demasiadas veces ya? ¿Qué pasó durante las
elecciones del año 2004? La oposición masiva a Bush y a la guerra, manifestada
en protestas impactantes en 2003, se encauzó en apoyo para candidatos como
Dennis Kucinich y Howard Dean (que dijeron estar contra Bush y contra la guerra)
y luego para el candidato “con más posibilidades de ganar”, John Kerry, quien
apoyaba la guerra sin pelos en la lengua (y la Ley Patriota y la mayoría del
programa de Bush). Millones de personas, buscando una manera de parar la guerra,
dedicaron energía y recursos a las elecciones presidenciales y hasta dejaron sus
trabajos para ir a otros estados. Sin embargo, a pesar de ese deseo popular, la
dirección del Partido Demócrata excluyó a todo candidato que apenas si criticaba
la guerra. Le dio al pueblo un candidato pro-guerra y pro-Ley Patriota, y una
política electoral en que no cabía ningún desafío real al gobierno de Bush.
No es de sorprenderse entonces que en una contienda para ser el
candidato “más duro contra el terrorismo”, ganó Bush (fuera por fraude o no).
Fue una derrota doble: el gobierno de Bush se quedó en el poder para llevar
adelante su programa y la oposición masiva (que consten los cientos de miles de
personas que protestaron apenas dos meses antes en la Convención Nacional
Republicana), habiendo aceptado los términos políticos impuestos por este
gobierno, quedó desmoralizada y desmovilizada.
¿Cuáles serían las consecuencias hoy de un movimiento de
protesta atada a esa clase de política, ahora que el gobierno presiona aún más
con su camino extremadísimo? La población se acomodaría a los nuevos ultrajes,
sintiéndose impotente frente a la arremetida salvaje.
2006: ¿Adónde va todo eso?
Ya se está preparando el escenario para lo mismo en 2006. La
dirección del Partido Demócrata está seleccionando candidatos que aceptan la
guerra, se oponen al aborto y apoyan las nuevas medidas de estado policial, bajo
el lema de que “tienen posibilidades de ganar”. Cuando surgen candidatos
antibélicos que no titubean en lanzar fuertes críticas al gobierno de Bush, se
les quita su apoyo económico y se les presiona a abandonar su candidatura (como
le pasó a Paul Hackett). En cuanto a Irak, la dirección demócrata no ofrece
poner fin a la guerra, sino una “reubicación estratégica” (el traslado de muchos
soldados a bases militares permanentes en el Medio Oriente y una escalada de
ataques aéreos, lo que provocaría más muertes de civiles). Mientras el gobierno
hace planes de ataque contra Irán, parece que el Congreso está repitiendo lo de
Irak, porque a pesar de la oposición popular generalizada, ninguna figura
importante demócrata ha alzado la voz en contra una nueva guerra. La resolución
de censura de Russ Feingold no funcionó porque casi todos los demócratas la
criticaron. A pesar de que aumenta con cada nuevo ultraje el apoyo popular para
un juicio político a Bush, nadie en el Congreso lo entablará; (miremos, por
ejemplo, el fracaso de la propuesta del representante John Conyers de crear un
comité especial para investigar posibles delitos de Bush).
Se ofrecen excusas y más excusas para la capitulación: “entablar
un juicio político a Bush ahora perjudicará nuestras posibilidades en noviembre”
(¿perjudicará nuestras posibilidades de hacer qué, precisamente? ¿y si la
opinión pública contra Bush está en aumento, cómo puede “perjudicar nuestras
posibilidades”?); “tenemos que ponernos duros respecto a la seguridad nacional”
(¿y no afecta eso la postura sobre la tortura, una guerra injusta y las nuevas
medidas de estado policial?); y “no podemos hablar de las guerras culturales
porque eso envalentonará a los republicanos; es más, tenemos que demostrar que
también tenemos la capacidad de cortejar a fanáticos religiosos” (¿piensan
realmente que teócratas que quieren prohibir el aborto y el control de la
natalidad, enseñar la Biblia en vez de la evolución en las escuelas, y meter a
los gays de nuevo al closet o peor, van a desaparecer simplemente porque no se
les preste atención?). Mirándolo todo, los términos del debate electoral los
formula gente que apoya a la guerra y al programa de Bush, y que no quiere que
los millones de personas que se oponen a todo eso hagan nada para cambiar la
situación.
Mucha gente está actuando para rechazar a candidatos pro-guerra,
por ejemplo negando donaciones a candidatos que no exigen parar la guerra
inmediatamente, y está muy bien que tomen esa postura, firmes en sus principios.
¿Pero qué clase de oposición tendremos en las elecciones de 2006 y en 2008, si
al final todos los candidatos apoyan a la guerra y nosotros hemos desmovilizado
lo que sigue siendo nuestro punto más fuerte y la mejor forma de impactar la
opinión pública y cambiar la dirección de la sociedad? Como señaló el New
York Times en un editorial fechado el 12 de abril sobre el impacto de las
protestas pro derechos de los inmigrantes: “Los inmigrantes y sus aliados han
logrado algo asombroso para la acción política masiva, a pesar de que muchos
manifestantes están aquí ilegalmente y no tienen derecho a votar. No importa si
le infundaron con esperanza o si le desconcertaron, fue imposible pasarlos por
alto”.
Si las organizaciones antibélicas no seguimos fieles a nuestros
principios, si aceptamos apoyar a candidatos opuestos a nuestras demandas, la
situación solamente se empeorará. Si se encauza de nuevo a miles de personas
movilizadas contra la guerra hacia una política electoral que ya echó esa
demanda fuera del debate, por cierto perjudicaremos el trabajo de parar la
guerra. Como dice la Convocatoria de El Mundo No Puede Esperar: “Cada día se ve
con más claridad lo fatal que es depositar la esperanza y la energía en
‘líderes’ que nos recomiendan pactar con fascistas y fanáticos religiosos. De
hecho, eso lo que hace es desmovilizarnos”.
El gobierno de Bush sí está llevando las cosas a nuevos
extremos
Hay que señalar también que la canalización de la oposición
hacia candidatos pro-guerra no es el único problema que enfrenta el movimiento
antibélico. Existe también una negación persistente a ver el alcance y la
profundidad del programa de Bush y sus repercusiones para el futuro no muy
lejano.
En la convocatoria con motivo del tercer aniversario de la
guerra, ANSWER dice que es una “operación de engaño” centrarse en el gobierno de
Bush como blanco de protesta. Seríamos los primeros en señalar la complicidad de
la dirección del Partido Demócrata en la guerra, pero cabe señalar también que
dejar de reconocer la reorganización fascista de la sociedad y dejar de traer
ese entendimiento a los que queremos movilizar contra la guerra, es permitir que
la población desoiga el ruido de la arremetida que la aplastará.
Es de esperarse que los que creen que la injusticia y la
opresión son parte del sistema de este país captarán más profundamente cómo
podría surgir un gobierno que lleve eso a nuevos extremos. Cuando se mira
sobriamente lo que el gobierno de Bush está consolidando –la doctrina de guerra
preventiva, la tortura abierta y legalizada, nuevas leyes de estado policial,
los pasos hacia la teocracia—y el programa total (ya descrita) que encierra esos
cambios, se ve que la pesadilla de hoy no es simplemente una continuación de las
injusticias de siempre, sino que señala una “nueva normalidad” que tendrá
consecuencias horribles para el planeta y la humanidad. Es difícil imaginar cómo
se podrán realizar cambios progresistas sin parar la totalidad de esa
trayectoria fatal.
El gobierno de Bush, aunque goza de la complicidad de los
líderes demócratas, es el motor que empuja y preside sobre todo eso. Si no
sacamos del poder al gobierno de Bush y no repudiamos su programa en su
totalidad, no seremos capaces de desbaratar la arremetida que se nos viene. Eso
no significa que debemos depender de los demócratas, sino que debemos unir y
movilizar a los millones de personas asqueadas por el rumbo actual para que
entren en actividades políticas independientes de los confines sofocantes de la
“política de siempre”. Tener éxito en ese proyecto no solo significaría que
habríamos derrotado el peligro más urgente que el mundo enfrenta, sino que
marcaría el comienzo de nuevas posibilidades para el cambio progresista, a raíz
del surgimiento de un movimiento que, habiendo destituido a una camarilla
monstruosa, tendría la energía, la organización y la disposición para llevar la
sociedad adelante en una dirección muchísimo mejor.
Nuestra responsabilidad a la humanidad
El Mundo No Puede Esperar abarca muchas perspectivas diferentes
sobre las alternativas al gobierno de Bush: reformas al Partido Demócrata, un
tercer partido, revolución y más. Lo que une este movimiento es que vemos la
necesidad urgente de cambiar el rumbo en que va la sociedad. Nuestra esperanza
es que importantes organizaciones antibélicas como ANSWER y UFPJ se unirán a
este movimiento para sacar del poder al gobierno de Bush, a la vez que siguen
trabajando para poner fin a la guerra.
Al entrar en el cuarto año de esta guerra injusta y contemplar
las nuevas amenazas de guerra contra Irán, la gente del mundo quiere saber si la
población de este país aceptará tal situación o si existe una resistencia
creciente que no permitirá seguir por ese camino desastroso. Un movimiento fiel
a sus principios, que moviliza a la gente basándose en la verdad y la justicia,
puede “extender unidad, apoyo y esperanza a la gente de todo el mundo que con
tanta urgencia necesita y quiere ver el fin de este gobierno” (Convocatoria de
El Mundo No Puede Esperar).
Cerramos con esta cita de nuestra Convocatoria:
La neta: la historia está repleta de luchas justas que
triunfaron contra enemigos superiores. Pero también está llena de ejemplos de
gente que se mantuvo al margen, esperando pasivamente que pasara la tormenta, y
quedó ahogada por horrores que no se imaginó. El futuro no está escrito.
EL FUTURO QUE NOS TOQUE DEPENDE DE NOSOTROS.
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