Revolución #62, 24
de septiembre de 2006
Bush sigue a la carga para legalizar la tortura
Posición de Craig Murray sobre la tortura y el
fascismo Es iluminador, ante todo esto, ver la posición, y las
conclusiones de Craig Murray, el ex embajador británico a Usbekistán, que
denunció la tortura masiva y al azar de Estados Unidos e Inglaterra contra la
gente de Usbekistán. Murry dio testimonio ante el Tribunal sobre Crímenes de
Guerra de Bush. Esto es lo que dijo en 2005 cuando aceptó un premio
de integridad: “Quisiera hablar sobre el avance de la maldad, de lo
fácilmente que avanza. En realidad yo en ningún momento pensé que estaba
haciendo algo heroico o excepcional. Cuando me enteré de casos de personas que
cocinaban vivas, de jóvenes que violaban en frente de sus padres, de tortura de
niños, y de que estábamos recibiendo información de esas sesiones de tortura, me
pareció axiomático que cualquiera que haya sido educado en Estados Unidos o en
el Reino Unido pensaría que su deber era pararlo. Con un poco de ingenuidad,
cuando traté de pararlo internamente, pensé que debía ser obra de renegados de
los niveles inferiores y que tan pronto como se supiera en los altos niveles lo
pararían. Pero me llevé una rápida decepción. Descubrí que esto era parte de una
norma internacional de tortura de la guerra contra el terror. Para mí fue un
momento terrible. Descubrí que el sistema y el país al que dediqué mis servicios
toda la vida no respetaban sus principios. Fui a reuniones con colegas, gente
que conocía desde hace 20 años, personas decentes que estaban escribiendo
estrategias para circunvenir los convenios de las Naciones Unidas contra la
tortura. Yo los miraba y pensaba: ‘yo te conozco, yo te conozco; hemos bebido
juntos; hemos jugado golf juntos. Ahora estás justificando la tortura. ¿Cómo se
llegó a esto?’. “Puede que esto parezca exagerado pero no lo es. Ahí fue
cuando entendí cómo un empleado público escribió las órdenes para mandar vagones
de ganado a Auschwitz y pensó que ‘nada más estaba haciendo su trabajo’. Damas y
caballeros, eso es lo que tenemos por delante: la carrera hacia el
fascismo.” |
“¿Qué quiere decir eso de ‘atentados contra la dignidad personal’?”
George Bush |
George Bush sigue a la carga. Empezó el 6 de septiembre con un discurso que
le ordenó al Congreso levantar todos los obstáculos judiciales para que sus
interrogadores puedan torturar sin problemas. Tras el 11 de septiembre, la racha
de secuestros, detenciones, torturas y ejecuciones sin siquiera juicio es una
pesadilla. Lo que Bush propone ahora es todo un salto fascista en
comparación.
En ese discurso y en otros, así como en entrevistas y ruedas de prensa, Bush
evoca los ataques contra Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001 para
justificar la tortura como elemento central de la “guerra contra el terror”, que
supuestamente es para proteger a la ciudadanía. Pero la tal “guerra contra el
terror” es una guerra por el imperio y, en ese contexto, la tortura no tiene que
ver en un sentido fundamental con “proteger a los ciudadanos americanos”. La
“guerra contra el terror” y la tortura que la acompaña son para atemorizar y
aplastar a todo obstáculo a la América uber alles de Bush:
rebelde, rival o lo que sea.
La tortura ha sido un elemento central de la “guerra contra el terror”. En
2005, William Schulz, director ejecutivo de Amnistía Internacional, dijo que el
gobierno tiene un “‘archipiélago’ de prisiones por todo el mundo, muchas de las
cuales son campamentos secretos donde ‘desaparecen a los presos’”. No se sabe
cuántos presos han muerto torturados, ni siquiera en el penal Abu Ghraib. Una
carcelera de Abu Ghraib escribió en su diario que a los presos los balaceban por
incidentes menores de mala conducta y los investigadores han identificado muchos
casos de presos asesinados cuya acta de defunción dice que murieron “en el
sueño” o “por razones naturales”. No permitieron que los médicos iraquíes
investigaran las muertes en Abu Ghraib, ni siquiera en el caso de actas de
defunción claramente falsificadas. Incluso con todo esto, el gobierno admite que
mataron a 26 presos en Abu Ghraib. (“U.S. calls deaths of 26 prisoners
homicides”, International Herald Tribune, 16 de marzo de 2005)
Oficialmente el Departamento de Defensa dice que han muerto 108 presos en sus
manos desde diciembre de 2002.
Estados Unidos ha torturado a hombres vendidos por los señores de la guerra
de Afganistán. Ha torturado a personas secuestradas en las calles de países
europeos. Las tropas han tumbado puertas de iraquíes, violado a jóvenes y
asesinado familias. Han llenado mazmorras en Afganistán y han dejado a morir a
los presos. Han ocultado a personas en cárceles clandestinas de Europa del Este
y nadie sabe qué les han hecho. Al ciudadano estadounidense José Padilla lo han
detenido por años y lo han sometido a tortura psicológica de alta tecnología.
Por buena parte del tiempo, lo han detenido como “combatiente enemigo” sin
abogado, derechos judiciales y sin siquiera acusarlo. El anterior asesor
judicial de Bush, John Yoo, defendió aplicarle choques eléctricos a los
testículos del hijo de un sospechoso; y el procurador general, Alberto Gonzales,
ha dicho que las normas internacionales contra la tortura son “anticuadas”.
Entre los detenidos en campos de concentración (sin juicio, sin abogado y sin
límites a la tortura), hay un número desconocido de personas en cárceles
clandestinas de la CIA. Después de negarlo por años, en el discurso del 6 de
septiembre Bush no solo admitió que estas mazmorras existen sino que
prácticamente fanfarroneó que mandaba a 14 de esos detenidos al campo/cámara de
tortura de Guantánamo.
El peligroso salto de aprobar la tortura
Todos los horrores hasta la fecha han sido intolerables, pero es importante
reconocer que lo que Bush propone es un salto. Desde su punto de vista,
un editorial del New York Times comentó sobre la gravedad de la
situación al decir: “La idea de que el jefe ejecutivo de la nación insista tanto
en minar las normas fundamentales de la justicia es espeluznante”. (15 de
septiembre)
Además de ser inmoral y de ser un incumplimiento del derecho internacional,
la tortura también está prohibida por las leyes nacionales. La Ley de Crímenes
de Guerra dice claramente que el incumplimiento del Artículo 3 común de los
Convenios de Ginebra es un delito grave conforme al derecho estadounidense. La
Ley de Crímenes de Guerra la aprobó sin oposición en 1996 un Congreso de mayoría
republicana. Se ha dicho que el motivo fue propagandístico, para destacar el
supuesto contraste entre los valores y el derecho de Estados Unidos y los del
gobierno de Saddam Hussein de Irak. Es tenebroso que 10 años después, la Casa
Blanca, la CIA y el Departamento de Justicia consideren que esta ley es un
impedimento para sus agentes por todo el mundo.
El Artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, que Bush dice es demasiado
vago y confuso, dice con respecto al tratamiento de prisioneros:
“A este respecto, se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, por lo que atañe
a las personas arriba mencionadas: a) los atentados contra la vida y la
integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las
mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios; b) la toma de
rehenes; c) los atentados contra la dignidad personal, especialmente los
tratos humillantes y degradantes; d) las condenas dictadas y las ejecuciones
sin previo juicio ante un tribunal legítimamente constituido, con garantías
judiciales reconocidas como indispensables por los pueblos
civilizados”.
Legalizar la tortura
En la primavera, la Suprema Corte consideró el caso de Hamdan vs.
Rumsfeld y decidió que los operativos dictados por la Casa Blanca
(específicamente el tratamiento de prisioneros en Guantánamo) son un
incumplimiento del Artículo 3 común de los Convenios de Ginebra, firmados por
Estados Unidos. Dijo que la Casa Blanca, simplemente por autoridad ejecutiva, no
podía revocar las leyes y tratados vigentes. Pero también dejó en claro que tal
tratamiento podría ser legal si el Congreso lo aprobara.
La “solución” que Bush anunció en el discurso del 6 de septiembre fue que el
Congreso modifique la ley vigente (específicamente la Ley de Crímenes de Guerra)
para darle, oficialmente, una nueva interpretación a los Convenios de Ginebra
que permita una amplia gama de técnicas de tortura. Así, los torturadores podrán
operar sus redes mundiales de tortura autorizados y legitimados no solo por una
“orden ejecutiva” sino también por el voto del Congreso.
En el discurso del 6 de septiembre, Bush se quejó de que “algunos creen que
el personal militar y de inteligencia que participó en la captura e
interrogatorio de terroristas podría correr el riesgo de ser procesado por la
Ley de Crímenes de Guerra, simplemente por hacer su trabajo de manera meticulosa
y profesional”.
Además de aplicar la ley de manera retroactiva para que los torturadores (y
el comandante en jefe) no sean procesados por crímenes de guerra, esto es una
manera de decir que “se acabaron las contemplaciones”, que se va a torturar.
¿Qué tiene de vago la tortura?
Bush dice que el Artículo 3 común es confuso y vago. ¿Pero quién podría decir
que los actos obscenos, sadistas, depravados, gráficamente registrados en Abu
Ghraib y alentados por el secretario de Defensa Donald Rumsfeld no fueron
atentados contra la dignidad personal, especialmente los tratos humillantes
y degradantes?
Sabiendo lo que Estados Unidos hace en sus cámaras de tortura —aplicar a los
detenidos el “submarino” para que sientan que se van a ahogar, privarlos de
sueño con sonidos que revientan los oídos, ponerlos en posiciones de “estrés
dolorosas” por horas y días, y otras formas crueles de maltrato—, ¿quién puede
decir que no son atentados contra la dignidad personal, especialmente los
tratos humillantes y degradantes?
Las horripilantes fotos de Abu Ghraib son apenas la punta del iceberg.
Testigos oculares han documentado que esas mismas técnicas se usan en Guantánamo
y la base aérea Bagram de Afganistán.
En uno de muchos discursos a favor de la tortura, Bush dijo el 15 de
septiembre que “a nuestros profesionales se les impediría llevar a cabo el
programa [lo que llama métodos “alternativos” de interrogatorio, o sea tortura]
porque no quieren que los enjuicien por crímenes de guerra. No quieren estar en
incumplimiento de la ley”. ¡De qué otra manera se puede entender esto sino que
llevar a cabo “el programa” es violar la ley!
La Ley de Comisiones Militares que Bush ha propuesto propone que se aplique
“retroactivamente”, o sea que a los torturadores (y los que les dieron las
órdenes) nunca se les podría juzgar por lo que han estado haciendo cuando
esas salvajes técnicas de tortura estaban claramente prohibidas por el derecho
estadounidense y por el derecho internacional.
Esa ley absolvería a los torturadores y autorizaría futuras torturas, futuros
crímenes de guerra y futuros cambios del derecho estadounidense.
Además, la Ley de Comisiones Militares que Bush propone pondría a Estados
Unidos por encima de las restricciones internacionales y le advertiría a
cualquier juez europeo disidente que “no se meta” si acaso pretende girar una
orden de arresto contra algún miembro de su administración. El hecho de que
actualmente Italia está investigando a unos agentes de la CIA por secuestrar a
un señor que mandaron a otro país para torturar podría ser una de las razones de
proponer la ley en estos momentos. Bush también está mandando un mensaje a sus
torturadores: no se preocupen de que los vaya a juzgar el derecho
estadounidense. Como dijo en una rueda de prensa el 15 de septiembre: “Lo que yo
propongo es que se aclare la ley para que nuestros profesionales no tengan
ninguna duda de que lo que están haciendo es legal”.
¿Por qué unas fuerzas de la clase dominante se oponen a la ley de
Bush?
Es escalofriante que el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de
Representantes aprobó la ley de Bush inmediatamente con 20 (de los 28) votos de
demócratas. Donde hubo oposición fue en el Senado.
El Comité de la Fuerzas Armadas del Senado aprobó un proyecto de ley
alternativo propuesto por tres senadores republicanos de peso con lazos al alto
mando: John Warner, Lindsey Graham y John McCain. Por ahora los líderes del
Senado están en conflicto con Bush por los proyectos de ley. Dos ex jefes del
alto mando, Colin L. Powell y John W. Vessy, apoyan el proyecto de ley del
Senado. Powell dio el paso muy inusual de oponerse a su antiguo jefe en público.
Powell dijo: “El mundo comienza a dudar de la base moral de la lucha contra el
terrorismo. Redefinir el Artículo 3 añadirá más dudas. Además, pondrá a nuestras
tropas en riesgo”.
Colin Powell está expresando graves preocupaciones que tienen ciertos
sectores de la clase dominante. Por ahora no está del todo claro qué tienen de
fondo esas preocupaciones. Esto podría estar relacionado a las presiones sobre
las fuerzas armadas, que tienen las manos llenas en Irak, y ahora ven la
posibilidad de que las manden a Irán. En ese contexto, es interesante que los
contrincantes de Bush de la clase dominante formulan sus protestas en el marco
de que son los más fieles defensores de “las tropas” y de las fuerzas armadas.
Pero hay preocupaciones en la cúpula de que la posición de Bush de “a
la mierda el derecho internacional, lo haremos solos” es demasiada peligrosa y
que seguir enojando “al mundo” ahora es un serio peligro. Piensan que la
credibilidad que la “guerra contra el terrorismo” podría tener se está minando.
A unos militares también les preocupa que si se descartan del todo las reglas de
guerra, las tropas estadounidenses podrían “correr riesgos”.
Cuando le preguntaron a Bush en la rueda de prensa sobre el comentario de
Colin Powell, contestó: “Es inaceptable que se establezca cualquier comparación
entre el comportamiento de Estados Unidos y los actos de los extremistas
islámicos que matan a mujeres y niños inocentes para lograr sus objetivos”.
Piensen en la lógica de esto. Bush dice que Estados Unidos puede hacer lo
que quiera y, por definición, está bien porque nosotros lo hicimos
y nosotros somos buenos, pero si ellos lo hacen, es malo,
porque ellos son malos. En la rueda de prensa dijo, de una manera
alevosa y bravucona, que es “inaceptable” comparar la tortura y matanza que
Estados Unidos comete (y muchos han muerto en los campos de tortura de
Estados Unidos en los últimos cinco años) con lo que hacen los “extremistas
islámicos”.
Pero el proyecto propuesto por el Senado también aprueba la tortura.
Marty Lederman, profesor de Derecho de la Universidad Georgetown, lo analizó en
la internet. Escribió que “enmendará la Ley de Crímenes de Guerra para amparar
muchas de las técnicas ‘alternativas’ de la CIA, como la hipotermia, la
privación de sueño y las amenazas de violencia contra los presos y sus
familiares”. Escribió que los dos proyectos de ley “sacan de la jurisdicción de
los tribunales federales los casos de habeas corpus de los presos de Guantánamo.
Autorizarán la detención de por vida de más de 450 hombres presos en Guantánamo
desde hace casi cinco años sin acusación o audiencia imparcial. Es una medida
inaceptable”.
Comentando sobre la destrucción de las normas de juicios que imperan desde
hace siglos, el mismo editorial del NYT dice: “Ambos proyectos de ley
definen de una manera tan amplia lo que es un ‘combatiente enemigo’, que se
podría aplicar a cualquiera que una administración particular considere una
amenaza, apartarlo del sistema judicial y someterlo a un tribunal militar”.
¡Reflexionemos un momento sobre eso!
Por otra parte, se destaca la complicidad de los demócratas, que se han hecho
a un lado para que nadie los asocie con la oposición a la tortura.
En pocas palabras, las diferencias entre McCain, Graham Warner y las fuerzas
que representan, y Bush y su camarilla, por el otro lado, no son muy grandes.
Pero son importantes en un momento crítico cuando el debate nacional se ve
dentro del marco de las elecciones (las elecciones no lo deciden, pero
se ve dentro de ese marco). Además, en este momento hay mucha inquietud
en ciertos sectores de las fuerzas armadas acerca de la situación en Irak y los
peligros al imperio en un ataque contra Irán. No se sabe qué tan serias son esas
riñas en la cúpula del poder. Al cierre de esta edición, los representantes de
Bush dieron a entender que esperan llegar a un acuerdo. Pero esas riñas
presentan una oportunidad y un reto crítico para que surja un programa
alternativo de las masas que rechace la tortura, la represión fascista y
todo el programa de Bush.
Para decirlo sin pelos en la lengua, permitir que Bush legalice la tortura,
implementar cambios fascistas al sistema judicial o que el debate se restrinja a
Bush vs. McCain, es ser cómplice de los horrores que se han cometido y los
mayores horrores por venir. El reto de PONERLE FIN a todo esto está concentrado
hoy en la movilización de grandes cantidades de personas para las protestas del
5 de octubre de El Mundo no Puede Esperar.
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