Marco Rascón
Bush, martes 13
13 de marzo, 2007
Es muy fácil hablar mal de George W. Bush. Decir desde la pasión y
la razón que es malo, terrorista, sanguinario, loco y fundamentalista, nos
introduce en los lugares comunes de su obra, mientras nos aplasta con su flota
de helicópteros, aviones, guardias y blindados que le anteceden y lo protegen a
donde se anuncia y llega.
Nos hace querer ganar desde la propaganda lo que no hemos resuelto desde la
eficiencia política, pues millones de ciudadanos del mundo, en cientos de
manifestaciones dentro y fuera de Estados Unidos, no pudimos parar la invasión a
Irak y la destrucción de esa nación, cuyo principal delito era tener petróleo y
una posición estratégica en los mercados del mundo.
Lo duro al hablar de George W. Bush es que hay ciudadanos que votaron por él,
muchos latinos, minorías raciales y religiosas, que creen en los fundamentos de
su guerra, en los discursos maniqueos sobre "el bien y el mal" y la misión que
tiene de Dios. Al final, frente a su belicismo e irracionalidad, topamos y
apelamos en busca de leyes de la contradicción, para justificar que un personaje
como Bush ayuda y contribuye a acelerar la descomposición del imperio. Pero
mientras tanto, a diario mueren personas en el mundo a consecuencia de un
fenómeno como George W. Bush.
Lo más avanzado no es entrar en la sicología del emperador enloquecido,
mandando ejércitos a matar y morir, mientras él puede morir de miedo frente a
una Pretzel en la garganta o cuando su fama de joven cobarde acompaña sus
decisiones militares, como un niño enajenado frente al Nintendo. Lo más que se
puede decir, es que detrás de George W. Bush están los intereses de la gran
industria automotriz y militar, que son, también, los mismos que nos venden
aparatos electrónicos, ropa, calzado, alimentos y hacen de nuestra inseguridad
el gran negocio.
Son los que promueven a Rudolph Giuliani y sus teorías de cero
tolerancia, que a su vez aplican en las calles de Bagdad con la policía de
los invasores y que aquí en México se aceptan sin rechazo alguno, pues las
impulsa "la izquierda", en espera del aplauso de la derecha.
George W. Bush es un emperador integrista, y por ello su secretaria de Estado
es Condoleezza Rice y su procurador general es Al Gonzales, un mexicanoamericano
proyectista de penas de muerte; ambos son productos de la cultura del esfuerzo,
ejemplo de los que vienen de abajo y aplican la espada del imperio sin ninguna
duda ni remordimiento, pues al final ellos son el símbolo de las ventajas de la
sumisión, del camino que deben aceptar los pueblos del mundo ante la misión
divida que tiene la justicia universal estadunidense.
Gracias a la respuesta de George W. Bush, al ataque de las Torres Gemelas en
Nueva York, que más bien fueron su señal aliada, su punto de partida para que
"la violencia se hiciera un hecho cotidiano y formara parte del imaginario
mundial", como afirma Paul Leduc en su próxima película Cobrador. In God We
Trust, que se estrenará próximamente, en la que expone una historia global
donde "la imaginación no es suficiente, la violencia no es suficiente, la muerte
no es suficiente" para acomodar en la racionalidad mundial la naturaleza de Bush
y la decadencia del imperio.
En este viaje de George W. Bush por América Latina, mostrando el poderío
militar que aplasta todo lo que se le atraviesa, desde naciones, medio ambiente
y hasta la seguridad y supervivencia del planeta, se encontró con un estado de
ánimo adverso, más exacerbado en donde supondría tener aliados, como en
Colombia, donde se realizó el mayor operativo de seguridad que insultó
a los habitantess.
George W. Bush representa los fanatismos en el mundo, y su lenguaje maniqueo
de estás conmigo o estás contra mí ha sido adoptado en todo tipo de formaciones
políticas en el mundo. Esta gira trata de emular aquella de 1961 denominada
Alianza para el Progreso, impulsada por John F. Kennedy para aislar y
contrarrestar la fuerza alternativa de la Revolución Cubana en el continente
latinoamericano.
El fenómeno de George W. Bush y sus guerras, su belicismo, sólo es comparable
con el de Adolfo Hitler, pero decir eso también es un lugar común. El objetivo
de derrocar y enjuiciar a Saddam Husseim le costó la existencia misma a Irak, y
ahora, a manera de estrategia, se ha provocado una profunda escisión religiosa
en ese que era un Estado laico, avanzado, donde había procesos reales de
integración étnica y religiosa.
Nuestro error es pensar que Bush es un monstruo, como el alemán o el
italiano, y no reconocer que este emperador y este imperio son obra de la
naturaleza humana, y que este siglo será crucial para entender la crueldad como
parte de la especie. Solo así, partiendo de lo humano, podremos encontrar el
fondo para erradicarlo y terminar con los fanatismos que hoy nos dominan.
Este día, por su nombre, evoca la historia contada por el cineasta cubano
Santiago Alvarez, Hanoi, martes 13, y nos recuerda que el martes, día
de la guerra, era fundamental para la simbología del imperio romano.
marcorascon2004@yahoo.com.mx
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