Revolución #79, 25
de febrero de 2007
Zafarse de los confines de la política oficial
Sunsara Taylor
El canal de televisión pública PBS está presentando una serie
sobre la historia de la Suprema Corte. Un episodio sobre las leyes y los fallos
en materia de derechos civiles tiene una lección interesante para todos los que
están preocupados por la guerra de Irak y el futuro de la humanidad. Esto me
confirmó una gira de dos semanas con Liam Madden y Anastasia Gomes, en que
hablamos con universitarios y otros jóvenes sobre los retos que tiene esta
generación: parar la guerra y sacar al gobierno de Bush.
La serie cubre el período que va desde la traición de la
Reconstrucción [el lapso de 1867 a 1877, tras la guerra de Secesión, en que el
gobierno federal presionó a los estados del Sur a instituir cambios políticos y
sociales que representaron cierta apertura para los negros—Revolución],
una traición que se consolidó con el fallo de la Suprema Corte Plessy vs.
Ferguson de 1896, hasta el fallo de la Suprema Corte Brown vs. Board of
Education de 1954, que afirmó que la Constitución no avala la doctrina
segregacionista de “separados pero iguales”.
En medio de la crueldad de la segregación, los linchamientos y
el terror del Ku Klux Klan, entre los años 1920 y 1950, los demócratas sureños
no permitieron que se debatieran en el Congreso leyes sobre los derechos
civiles, y ningún presidente intervino. La NAACP (Asociación Nacional para la
Promoción de la Gente de Color) acudió a los tribunales, pero cuando Earl Warren
asumió la presidencia de la Suprema Corte en 1952, nadie se imaginó que
empezaría un período de “activismo” en pro de los derechos civiles. A fin de
cuentas, a Warren lo seleccionó el presidente Eisenhower [un
conservador—Revolución] y participó en el programa de internamiento de
los japoneses-americanos en campos de detención durante la II Guerra
Mundial.
Es que estaban operando mayores fuerzas. En el país y el mundo
se estaban dando dramáticos cambios económicos y políticos tras la II Guerra
Mundial. Estados Unidos recorría el mundo con la bandera de “líder del mundo
libre”, pero la asquerosa inhumanidad que sufrían los negros dentro de sus
fronteras era una vergüenza internacional. En gran medida esto fue lo que llevó
a la Suprema Corte a fallar (en Brown vs. Board of Education) que
“separados pero iguales” violaba la enmienda 14 de la Constitución.
Así y todo, la Suprema Corte dejó pasar un año antes de decidir
cómo efectuar ese cambio. Después, muchos distritos escolares, como el del
condado Prince Edward, cerraron las escuelas por una década en vez de
integrarlas. En 1964, ¡¡10 años después!!, solo uno de cada 1,000 estudiantes
negros asistía a una escuela integrada.
Esa situación solo cambió cuando por todo el país los
estudiantes se lanzaron a la acción política independiente. Dejaron de
peticionar al Congreso y a las cortes, y en vez organizaron los Freedom Rides
(Viajes por la Libertad). En la primavera de 1960, desafiaron la segregación e
iniciaron una década de batallas valientes que obligaron a todos a tomar
posición. Su justo sacrificio y posición moral estremeció la política nacional y
conmovió el corazón de la nación.
Hoy día nos encontramos ante una situación parecida, al borde
del precipicio, ante una escalada de la guerra contra Irak y un posible ataque a
Irán. La voluntad política del pueblo ha chocado directamente con un presidente
que ha proclamado su intención de “crear la realidad” extendiendo la guerra y un
Congreso renuente a aprobar siquiera una resolución simbólica contra la guerra,
y ni hablar de pararla.
Es asombroso ver la rapidez con que han enterrado las lecciones
de la historia y ver que tantos de esta generación, una vez más, se encuentran
maniatados por la política oficial, esperando las acciones de un congresista o
las próximas elecciones, y confiando en el funcionamiento mortífero y lento de
un proceso político que no oye sus deseos.
En casi todas las escalas de nuestra gira, los estudiantes
respondieron con entusiasmo cuando hablamos de la rapidez con que este gobierno
ha llevado al mundo en una dirección espantosa y planteamos la necesidad de que
surja un movimiento desde abajo para parar la guerra y sacar del poder al
gobierno de Bush. Pero luego casi siempre nos hacían las mismas preguntas: “¿Por
quién piensan que debemos votar en el 2008?”, “¿Cómo decidimos por quién votar
cuando no hay candidatos a favor del aborto y contra la guerra?”, “¿Cuál de las
resoluciones simbólicas que se están debatiendo en el Congreso les parece
mejor?”.
Como durante el impasse impuesto desde arriba a la lucha de
derechos civiles, hay que romper el impasse de hoy con una masiva resistencia
política, protestas, lucha abnegada y agitación social. Una vez más, el futuro
depende de no esperar y de no dejarnos confinar por los límites que imponen los
partidos políticos de la clase dominante. ¡¡Lamentablemente, muy pocos entienden
eso!!
No tenemos dos años y ni siquiera varios meses para dar marcha
atrás a esta dinámica; tenemos que hacerlo ya.
Esta semana el historiador Howard Zinn escribió un fuerte
artículo contra el “cotorreo” de unidad y bipartidismo de los demócratas, y a
favor de acciones audaces para cambiar el curso actual. Dijo:
“Es hora de iniciar una campaña nacional de destitución del
presidente Bush y el vicepresidente Cheney. El representante John Conyers…
preside el Comité Judicial de la Cámara de Representantes y desde ahí puede
luchar por esto. Pero parece que sus colegas demócratas lo han callado con
palabras sabias sobre el ‘realismo’ (que ignoran la realidad) y le dicen que ‘la
política es el arte de lo posible’ (que pone límites a lo que es
posible)”.
¡Es posible “volver a poner sobre el tapete” un juicio de
destitución! ¡Es posible parar la guerra! ¡Se puede rechazar, repudiar y dar
marcha atrás a la tortura, el espionaje y la teocracia! Pero eso solo sucederá
si hay acción masiva diversa y resuelta por gente comprometida a forjarlo en los
hechos, a pesar de lo que hoy parezca “viable” en los salones del poder. Y solo
sucederá si florecen una onda diferente, valores completamente diferentes, y una
noción completamente diferente de por qué vale la pena vivir, luchar y
sacrificarse. En estos tiempos de tortura legalizada y peligro de más guerras,
para conservar nuestra moral y dignidad humana no podemos escondernos tras las
esperanzas de que los que detentan el poder vayan a arreglar las cosas, y en vez
debemos asumir nuestra responsabilidad de tomar la historia en nuestras propias
manos y no dejarnos embaucar.
Esta semana los estudiantes están dando un paso gigantesco con
huelgas estudiantiles el 15 de febrero en la Universidad de California en Santa
Bárbara, la Universidad Columbia y otras por todo el país. El Mundo no Puede
Esperar y la gira Misión de una Generación lo apoyan porque es un paso
importante para crear la clase de situación política necesaria para parar la
guerra y sacar al gobierno de Bush. Ahora, si esta huelga inicia un nuevo
período de lucha y galvaniza la sociedad, a pesar de las burlas y el desdén de
los partidarios de la “política oficial”, o si se deja abrumar por la avalancha
de las elecciones del 2008… es algo que queda por verse.
Cualquier demanda, ya sea parar la guerra, un juicio de
destitución o darle marcha atrás a la teocracia, se puede hacer de tal manera
que entregue la iniciativa del pueblo a las manos de los políticos, quienes
buscan mantener a la gente agachada, canalizar sus energías a las elecciones del
2008, y sofocar su ira y energía. Pero estas demandas también se pueden impulsar
de una manera que ayude a zafarse de los confines mortales, y de una manera que
podamos imponer nuestras condiciones y transformar el terreno político por medio
de acción política independiente, tal como lo hizo el movimiento de derechos
civiles.
Los que ven lo que está en juego y las consecuencias de estos
dos caminos cuentan con una importante arma política, que lamentablemente no ha
sido plenamente apreciada: la convocatoria de El Mundo no Puede Esperar—Fuera
Bush y su Gobierno.
El mensaje político de la convocatoria de El Mundo no Puede
Esperar brilla en el terreno político de hoy porque dice la verdad sobre los
crímenes intolerables y el rumbo fascista en que está encaminado este gobierno,
y también porque dice que “el marco político tradicional no ofrece una
alternativa” y que solo la resistencia masiva popular puede frenar esos
crímenes. El diagnóstico que hace la Convocatoria de los crímenes de Bush, así
como las acciones que propone, tienen que marcar el paso por toda la sociedad.
En el período inmediato millones deben leer y firmar la Convocatoria,
repartirla, y de esa manera crear más capítulos de El Mundo no Puede
Esperar.
La Convocatoria habla de una manera contundente del momento
histórico en que nos encontramos y de las lecciones de la historia, la cual está
“repleta de luchas justas que triunfaron contra enemigos superiores. Pero
también está llena de ejemplos de gente que se mantuvo al margen, esperando
pasivamente que pasara la tormenta, y quedó ahogada por horrores que no se
imaginó”.
Este gobierno es injusto y por todo el mundo lo odian. No
podemos, como dice Howard Zinn, “poner límites a lo que es posible”, ¡y aceptar
los crímenes contra la humanidad que se están cometiendo en nuestro nombre!
Tenemos que reconocer que el futuro está en juego. Es hora de portarnos con la
resolución de que tenemos que responsabilizarnos nosotros mismos de poner fin a
estos horrores. Es hora de mantenernos firmes y afrontar el reto que la historia
nos ha planteado y que la Convocatoria reconoce: “Nosotros, a millones, debemos
y podemos responsabilizarnos por cambiar el curso de la historia”.
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