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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

¡NO MAS!
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Domingo, 26 de Octubre de 2008

... ser un guardia en Guantánamo

POR CHRISTOPHER ARENDT

Me gustaba trabajar en el turno noche, porque cuando estaban despiertos, sólo quería pedirles perdón. Mientras dormían, en cambio, eso no me preocupaba, y podía ir y venir por los pasillos toda la noche.

Era siempre uno el detenido que comenzaba el llamado a la plegaria de las cinco de la mañana. Era siempre el detenido de la última celda. Cantaban de una manera hermosa. Era escalofriante escuchar a cuarenta y ocho detenidos despertarse para cantar al unísono esta canción increíblemente hermosa que nunca pude entender, porque el árabe está lejos de mis posibilidades.

El Campo Delta se encuentra en un acantilado frente al mar. Nunca había visto el océano antes. Y no fueron pocos los momentos en el ejército en que se superponían las atrocidades que sucedían y lo hermoso del lugar. Mirar a los detenidos prepararse para su plegaria mientras el sol asomaba en el horizonte fue uno de los momentos más confusos de mi vida.

Cada día caminás ese pasillo con cuarenta y ocho personas en dos filas de veinticuatro celdas, y no tenés idea de por qué están ahí. Uno los alimenta, y si se ponen locos, los rocía con este spray químico a base de petróleo. Después, entran cinco tipos para molerlos a palos.

Crecí en Charlotte, Michigan. Esta fue la primera vez que conocí a una persona musulmana. Mi familia vivía en un trailer, sobre una plantación de choclo, al costado de un camino. Me enrolé a los 17, el 20 de noviembre de 2001. Y, mi Dios, conocí a mucha gente nueva en el ejército.

Había comprado dos porno antes de salir para Cuba, y no imaginaba que me deprimiría tanto que ni esas películas me interesarían. Terminé rompiéndolas y empapelando la pared con las cubiertas. Mi madre me había enviado unos stickers de dinosaurios, así que cubrí las zonas más obscenas con ellos y me pasé horas contemplándolos.

Durante los meses que estuve ahí, pasé más de la mitad del tiempo de trabajo cuidando a los prisioneros. Fue tiempo suficiente para quebrarme. Até una soga al ventilador de techo de mi habitación y traté de ahorcarme, pero el ventilador se zafó. Eso fue dos meses antes de volver a casa.

Lo que extraño son los vasos. A los detenidos sólo se les permitía tener unos vasos de poliuretano, en los que dibujaban y escribían. Aunque no estoy del todo familiarizado con la cultura musulmana, aprendí que no dibujan la figura humana, y dibujan muchas flores. Cubrían los vasos de flores. Y después nosotros debíamos retirarlas. Era ridículo: ¡las enviábamos a la oficina de Inteligencia Militar! Ahí las miraban y las tiraban. Yo amaba esos vasos.

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