Revolución #69, 19
de noviembre de 2006
La tortura en Irak y la muerte de la soldada Alyssa
Peterson
Los amigos y conocidos de Alyssa Peterson dicen que era generosa y llena de
vida. Era de una familia mormona y en el 2001, tras recibir una licenciatura de
psicología de la Universidad del Norte de Arizona, entró al ejército. Tenía
aptitudes para los idiomas, así que aprendió árabe y la mandaron a Irak como
interrogadora en agosto del 2003.
Peterson murió el 15 de septiembre del 2003 a los 27 años, tres semanas
después de llegar a Irak. A la familia le dijeron que murió por “una descarga de
un arma de fuego fuera de combate”. A los tres días, el Arizona
Republic informó que el ejército “está considerando varias situaciones
posibles, como por ejemplo que descargó su propia arma o que se disparó el arma
de otro soldado, o que le disparó accidentalmente un civil iraquí”.
Lo que el ejército no mencionó es que murió poco después de poner
objeciones al interrogatorio de los presos iraquíes y decir que no iba a
participar. El ejército tampoco dijo que llegó a la conclusión de que Peterson
se suicidó.
Ahora, tres años más tarde, Kevin Elston, locutor de un programa de la
emisora KNAU de Flagstaff, Arizona (donde nació Alyssa), informó sobre unos
documentos recientes del ejército sobre su muerte. Dijo que no lo convencieron
los informes iniciales, así que buscó más información. A fin de cuentas solicitó
informes con la Ley de Libertad de Información (FOIA).
Los nuevos documentos demuestran que Peterson participó en el interrogatorio
de dos presos iraquíes a finales de agosto del 2003 con su unidad (en una zona
conocida como “la jaula”). Después del segundo, les dijo a sus superiores que
“no puedo participar” en más interrogatorios y pidió que le dieran otra tarea.
La mandaron a patrullar en la puerta de la base. Dos semanas después se suicidó
con su rifle.
En un artículo del 5 de noviembre del Arizona Republic, Elston
escribió: “El informe sobre la investigación dice que un sargento y un líder de
equipo ‘detallaron su aversión a los métodos con que interrogaban a los
detenidos’”. El sargento James D. Hamilton les dijo a los investigadores: “Le
era difícil tratar agresivamente a los detenidos. Pensaba que los métodos eran
crueles”.
Elston resumió los comentarios de los integrantes de su unidad sobre el
suicidio: “Dijeron que no sabía separar los sentimientos personales y los
deberes profesionales. Todos dijeron que puso objeciones a las técnicas de
interrogatorio, sin describirlas”.
Los voceros del ejército no han querido hablar sobre la muerte de Peterson ni
las técnicas de interrogatorio. Un vocero del fuerte Campbell, sede de la Unidad
de Inteligencia Militar 311, dijo que todos los archivos de los interrogatorios
de su unidad fueron destruidos.
La muerte de Peterson ocurrió siete meses antes de conocerse las torturas de
Abu Ghraib y de que millones de personas se enteraran de los crímenes que comete
Estados Unidos en los penales de Irak: las muertes a golpes, el submarino, los
ataques con perros, las pilas de hombres desnudos, las posiciones de estrés,
etc.
Todavía no se saben todos los detalles de la muerte de Alyssa Peterson, de lo
que vio en el interrogatorio de los presos iraquíes ni del impacto que tuvo en
ella. Lo que sabemos es que este caso recalca la importancia de apoyar a los
miembros del ejército que se oponen a la tortura y otros crímenes del
gobierno.
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