La peligrosa lógica de bloquear protestas
en nombre de elegir a Obama |
Sunsara Taylor
Revolución #139, 10 de agosto
de 2008
Millones de personas creen que Barack Obama es el candidato anti-guerra/anti
Bush. En realidad, Obama está resultando el candidato más efectivo para hacer
que demasiados “líderes” del movimiento anti-bélico se callen y más aún, insten
a otros a acceder a las guerras por imperio.
Con el propósito de hacer que Obama sea elegido, se está desmovilizando el
movimiento anti-bélico, y se está silenciando la firme oposición a la “guerra
contra el terrorismo”.
En mayo, los activistas anti-bélicos de Chicago trajeron a Scott Ritter, John
Mearsheimer, Stephen Kinzer y Doug Cassel para hablar en una reunión del cabildo
del consejo de la ciudad y todos esperaban que el consejo aprobaría una
resolución al día siguiente contra un ataque sobre Irán. Pero antes de que esto
pudiera pasar, el alcalde Daley se opuso diciendo: “Aprobar una resolución como
esta pone mucha carga sobre la candidatura [de Obama] y le inyecta algo que no
se debería inyectarle” a la campaña presidencial. Desde entonces, los concejales
y algunos activistas que proclaman personalmente apoyar la resolución pero que
han aceptado la lógica de Daley, han archivado la resolución.
Y ahora que la Convención Nacional Demócrata se aproxima a fines de agosto en
Denver, gente como Leslie Cagan de Unidos por la Paz y la Justicia está echando
agua fría sobre los intentos de construir una sólida protesta política.
Recientemente sugirió que el movimiento anti-bélico no más “abandone la idea de
una gran marcha el domingo 24 de agosto” y ha insistido que “mientras hay mucho
que criticar sobre el liderazgo del Partido Demócrata, NO quisiéramos que la
gente vea esto como una protesta contra el partido Demócrata”.
Pero ¿es verdad que bajarle la protesta y la crítica anti-bélica con el fin
de elegir a los demócratas, puede darnos buenos resultados?
Cómo se impone la lógica: 2006
Vale la pena recordar cómo una lógica similar se impuso en 2006.
En octubre de 2006, apenas unas semanas antes de las elecciones intermedias,
los demócratas se juntaron a los republicanos en el Congreso para aprobar la
“Ley de comisiones militares” de Bush. Aunque esta ley hacía trizas el habeas
corpus y legalizaba la tortura, muchos “progresistas” disculparon a los
demócratas argumentando que tenían que apoyar esta ley con la finalidad
de no parecer “débiles contra el terrorismo” y de allí perder las elecciones. Al
mismo tiempo, había un movimiento creciente para interpelar o destituir al
presidente basado en evidencia contundente del espionaje ilegal del régimen de
Bush y los crímenes de guerra y contra la humanidad cometidos en Irak. No
obstante, cuando Nancy Pelosi, y poco después John Conyers, insistían que
interpelar al presidente no estaba “sobre la mesa”, muchos líderes
anti-belicistas refrenaban sus críticas. Otra vez, argumentaban que tales
“compromisos” fueran necesarios con la finalidad de hacer elegir a los
demócratas.
¿Recuerdan cuánto júbilo había en la gente en todo el país cuando los
demócratas ganaron? Entonces, recuerdan cómo, una vez que tuvieron a más gente
“razonable” en el Congreso, estos líderes “anti-belicistas” le entraron de
lleno, convocando en toda la nación al abandono de clases de los colegios por
los estudiantes, protestas callejeras y asambleas de cabildos en los pueblos más
importantes, para aplicar su bien conocida “presión”? ¿Y cómo, después de eso,
los demócratas inmediatamente cortaron los fondos para la ocupación de Irak y
empezaron a traer las tropas de regreso a casa, mientras al mismo tiempo se
abrían investigaciones y se juzgaba por crímenes de guerra a los más altos
funcionarios del gobierno que le habían MENTIDO al pueblo al lanzar esa guerra?
Ah, espérame. Eso no es como las cosas sucedieron. Tan pronto como los
resultados de las elecciones salieron, Nancy Pelosi empezó a reinterpretar la
voluntad de la gente que había votado. Una y otra vez repetía la mentira de que
“el pueblo norteamericano votó para restaurar la integridad y honestidad en
Washington, D.C.”
Y después, el nuevo Congreso bajo control demócrata, incluyendo a
Obama, aprobó cada una de las leyes para financiar la guerra en Irak. Este
Congreso bajo control demócrata “más inclinado a escuchar al pueblo”,
incluyendo a Obama, legalizó el espionaje de las telecomunicaciones sin
autorización judicial de Bush. Este Congreso bajo control demócrata secretamente
le dio autorización a Bush para que condujera operaciones especiales, incluyendo
el uso de fuerza letal, dentro del territorio soberano de Irán.
A lo largo de todo el camino, estos “líderes anti-belicistas” no estuvieron
llamando a que la gente saliera a las calles para ejercer su tan prometida
“presión”. Mas al contrario, han estado ocupados manteniendo la energía de la
gente enfocada en la más larga carrera presidencial de todos los tiempos. Ante
escándalo tras escándalo, continúan dejando la construcción de una verdadera
oposición popular para un futuro lejano, haciéndole a la gente permanecer pasiva
al mismo tiempo que la tortura y la guerra se incrementan.
En lugar de “mover a los demócratas hacia la izquierda”, esta estrategia
terminó movilizando al movimiento “anti-bélico” a aceptar cada vez más la
monstruosa “política de lo posible” y, a pesar de la existencia de un creciente
sentimiento anti-bélico en el país, a volverse menos visible y menos efectivo.
No se puede captar más vivamente lo que Bob Avakian escribió contra eso cuando
dijo: “Si caes en la orientación de intentar hacer que los demócratas sean algo
que no lo son, y nunca lo serán, terminarás volviéndote más en lo que los
demócratas realmente son”.
¿Por qué los demócratas actúan de la manera como
lo hacen?
¿Por qué esto es así? En lo fundamental, es porque la esencia de este país no
es democracia sino dictadura capitalista. Una clase dominante de capitalistas,
que se sientan encima de toda una red global de explotación y saqueo, monopoliza
el poder político. Es esta clase la que controla el ejército al que envía a
pelear guerras por recursos naturales y ventaja geoestratégica sobre sus
rivales. Es esta clase la que controla las elecciones y esta clase la que los
partidos políticos más importantes, demócratas y republicanos, son
representantes. Cuando estos partidos difieren, algunas veces bastante
agudamente, lo hacen sobre cómo mejor defender los intereses de su
sistema en un mundo de grandes retos y mayor volatilidad.
Este es el caso con las críticas de Obama a la guerra de Irak, a la
presidencia de Bush y a su oponente McCain. Desde su primer discurso
“anti-bélico” hasta hoy, Obama ha dejado bien en claro que su oposición a la
guerra de Irak emanaba de su creencia de que había debilitado la fuerza
económica, política y militar de los EE.UU. Quiere retirar algunas tropas de
Irak con la finalidad de incrementar la guerra en Afganistán. Mientras
tanto, promete su voluntad para actuar con fuerza, incluyendo el potencial
de usar bombas nucleares, contra Irán y que está dispuesto a lanzar
operaciones militares dentro de Pakistán. No elaboró ninguna de estas posiciones
con la finalidad de reflejar los intereses de la mayoría, sino que son parte de
su intento de convencer a la clase dominante de que sería el mejor
comandante en jefe para los intereses imperialistas yanquis.
La clase dominante no usa las elecciones como un medio por el cual
se toman decisiones básicas, sino principalmente con el propósito de legitimar
su sistema, sus decisiones y sus políticas. Por tanto, las elecciones le
permiten a quienquiera que gane proclamar que tiene un “mandato popular”. Pero
recuerda el año 2006, y nota bien la lección: ellos te dicen lo que tu
voto, y su supuesto mandato, significan. Así como vimos en 2006 y lo vemos
repetirse otra vez con Obama, las elecciones son una manera en que este sistema
y sus representantes canalizan y confinan la actividad política de la gente en
un callejon sin salida y sin sentido.
Para traer la clase de cambio que la humanidad necesita, la gente tiene que
alejarse y oponerse al marco político oficial en este país. En lo fundamental,
esto significa hacer una revolución, ir más allá del sistema que está enraizado
en las más brutales y degradantes formas de opresión, violencia reaccionaria y
explotación aquí y en todo el mundo y a través de su historia, y liberarnos
completamente de los términos y las elecciones que este sistema usa como parte
de su manera de gobernar.
Los “líderes” de estos movimientos no solo caen en la trampa de las
elecciones, ciclo tras ciclo, sino que arrastran a otros hacia lo mismo, y
tratan de silenciar a aquellos que sí quieren montar protestas reales.
Pese a lo que personalmente crean o entiendan, estas fuerzas retratan a los
crímenes de Bush como una traición de los ideales norteamericanos y no una
extensión, aunque a veces extremas y de muchas maneras sin precedente alguno, de
lo que este país siempre ha representado, fundado en la esclavitud y el
genocidio y empapado de la sangre de la gente de Latinoamérica a Sudáfrica
rebanada por regímenes represivos respaldados por los EE.UU. Según su deseo de
“perfeccionar”, y no derrocar ni trastornar, el sistema de democracia
norteamericana, repetidamente pretenden enfriar cualquier cosa que salga de los
cauces oficiales.
Realismo… y revolución
Pero también hay otros, que ven claramente algo podrido en la médula del
sistema de los EE.UU., y no obstante insisten que los revolucionarios deberían
apoyar a Obama. En un intercambio de correos electrónicos reciente, un amigo mío
insistía en que “estaba de acuerdo de que Obama era parte del sistema, y que
necesitamos una revolución. Pero a menos que la revolución esté a la vuelta de
la esquina, tenemos que ser realistas y apoyar a Obama”.
Eso está equivocado.
Nadie puede prometer que una situación revolucionaria esté a la vuelta de la
esquina. Pero lo que se puede decir con certeza es que muy
frecuentemente en la historia, las oportunidades revolucionarias han emergido
súbitamente y aparentemente de la nada. Tales oportunidades se dan
principalmente debido en lo fundamental a la naturaleza y al funcionamiento del
sistema mismo, a la manera en la cual las subyacentes “grietas” políticas y
sociales puedan súbitamente abrirse. Pero lo que los revolucionarios hacen en el
período que lleva a eso tiene mucho que ver con la manera en que la
propia situación se presenta. Y si los revolucionarios no están
trabajando todos los días hacia eso y no están midiendo todo lo que hagan con
respecto a acelerar el surgimiento de una situación revolucionaria y a gestar un
pueblo revolucionario…si “no están preparando mentes y organizando fuerzas” para
tan rara oportunidad…, pues no serán capaces de reconocer, sin mencionar
siquiera aprovecharse de una situación revolucionaria cuando finalmente
emerja.
La revolución no es solo una idea en la cual “hay que creer” en abstracto y
después ponerla de lado, mientras sigamos en nuestras cositas en el mundo tal
como está. Hay que luchar por ella activamente a través de un conjunto de
actividades revolucionarias, luchar contra el poder, y transformar al pueblo,
para la revolución. Un aspecto importante es confrontar, y decirle a otros la
verdad y no encubrir, la verdadera naturaleza de las elecciones burguesas como
un vehículo para ejercitar y ocultar la dictadura burguesa, y lo que la
humanidad realmente necesita es una revolución comunista y un sistema totalmente
diferente. También significa la construcción de una resistencia política masiva
a las principales formas en que, en un momento dado, el carácter explotador y
opresivo de este sistema se centra en las políticas y acciones de la clase
dominante y sus organismos. En este momento, esta resistencia incluye
presentarse durante la Convención Nacional Demócrata y protestar contra las
guerras, la represión y los demás elementos importantes del programa a que hay
que oponerse y derrotar.
Pues, NO se trata de que algo menos que la revolución, o que para aquellos
que no están de acuerdo con la necesidad o la conveniencia de la revolución, que
no hay nada que podamos hacer sino aceptar el “mal menor”. La elección que
tenemos no está entre Obama y McCain. Nuestra elección está entre aceptar el
ofrecimiento de la clase dominante, de Obama a McCain, como los límites de lo
que es posible, o rechazar todo ese marco y librar una resistencia política
masiva que importa a toda la dirección fascista a la que están arrastrando las
cosas.
Cuando la gente se soltó en un masiva protesta política en 2002 y 2003 en el
período previo a la guerra de Irak, importaba mucho. Dio esperanzas a
todo el mundo, de saber que el pueblo de este país se oponía a lo que su
gobierno estaba haciendo y estaban actuando para detenerlo. Estas protestas, a
las que luego se sumaron millones de personas en todo el mundo, despojaron de
legitimidad a Bush que no obstante lanzó la guerra. Cuando la guerra empezaba a
ir de mal en peor, el reto que se le había planteado ante la gente por esas
protestas siguió influyendo en su pensamiento en general ya que cada vez más se
volvieron contra la guerra y el presidente.
¿Quién hubiera sabido, en la medida en que la gente lo hace, sobre los
crímenes de guerra y la tortura llevados a cabo en esta guerra, si no fuera por
los actos de valentía y desafío de la gente? No se trataba de los demócratas,
sino de los soldados y excombatientes anti-bélicos que valientemente dieron un
paso al frente para denunciar los crímenes de guerra en Irak. No se trataba de
los funcionarios elegidos y los compromisos que hicieron con el fin de ganar las
elecciones, sino de los funcionarios que respondieron a su conciencia y
sacrificaron su carrera quienes dieron la alerta sobre la tortura. No fue por la
campaña, sino los plantones y las negativas a moverse, que los padres que
perdieron a hijos en esta guerra ilegal capturaron los corazones de millones de
personas e hicieron despertar a millones mas.
Desde el momento de las protestas de un tamaño sin precedente en el mundo, la
indignación y repugnancia por el programa de Bush y sus guerras sólo han crecido
más profunda y generalizadamente. Pero ahora, ¿en qué se convertirá toda esta
indignación? ¡Permitir, o ayudar a que todo eso sea canalizado en apoyo a Obama,
cuando éste está ocupado diciéndote que quiere continuar mejor las guerras del
imperio, es la idea más irrealista que hay!
Sí, millones votarán a favor de Obama creyendo, o al menos diciéndose a sí
mismos, que él va a traer el cambio que quieren ver. Pero a medida que las
acciones de un imperio criminal avancen, de una u otra forma bajo la próxima
administración (con el supuesto de que Bush permita que las elecciones prosigan
adelante), ¿estas personas se desmoralizarán y se desmovilizarán, o van a
radicalizarse y se llenarán de energía?
La respuesta a esa pregunta tiene MUCHO que ver con lo que el movimiento
contra la guerra hace ahora. ¿El que le bajemos el tono al mensaje para que,
como Leslie Cagan dice, no sea “como una protesta contra el Partido Demócrata”,
y no ofenda a los delegados, o que plantemos un polo de oposición real ahí mero
contra las despistadas esperanzas de la gente que se proyectarán en la
Convención Nacional Demócrata?
En un momento en que están pacificando y acorralando en un callejón sin
salida a decenas de millones de personas que tienen el potencial y la fuerza
para poner fin a esta guerra, ¿qué sentido tiene llamarse a sí mismo
“anti-bélico o estar contra la guerra” si no se está protestando fuera de la
convención? Cualquier persona seria que quiera parar toda esta dirección de
guerra injusta, tortura y represión fascista debe estar en las calles.
La elección que tenemos no está entre Obama y McCain. Nuestra elección está
entre aceptar el ofrecimiento de la clase dominante, de Obama a McCain, como los
límites de lo que es posible, o rechazar todo ese marco y librar una resistencia
política masiva que importa a toda la dirección fascista a la que están
arrastrando las cosas.
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