Revolución en línea, 24 de
septiembre de 2008
Toma de posición contra la tortura en la convención de la Asociación
Estadounidense de Psicología
Stan Lawrence
Del 14 al 17 de agosto, la Asociación Estadounidense de Psicología (APA,
siglas en inglés) celebró su convención anual en Boston. Es una de las
asociaciones médicas más grandes del país y casi 20.000 personas se
inscribieron. Una gran sala se llenó de exposiciones y concesionarios. Muchos
asistentes aprovecharon la oportunidad para charlar con colegas lejanos y ex
compañeros de universidad, y para turistear un poco. Pero un debate mucho más
serio estaba tomando lugar en los pasillos de la sala, en las reuniones más
pequeñas y en los talleres, y en la calle fuera de la convención: ¿Seguirá
siendo la APA la única asociación médica estadounidense de importancia que
aprueba la participación de sus miembros en la tortura de los presos detenidos
en la bahía de Guantánamo, Cuba, y en los “sitios negros en todo el mundo” de la
CIA?
Tras la revelación de las técnicas de interrogación aplicadas en la base
aérea de la Marina estadounidense en Cuba y en otras partes, que en palabras de
la Cruz Roja Internacional son “equivalentes a la tortura”, la Asociación Médica
Estadounidense y la Asociación Psiquiátrica Estadounidense han aprobado
referendos de condena y tomado medidas para asegurar que sus miembros no
participen en ellas. A pesar de que los referendos no autorizan restricciones
directas al ejercicio de profesión a los miembros, influyen muchísimo en este y
otros sectores.
Ante las crecientes pruebas de tortura y de la participación de profesionales
de la medicina en ella, la APA se ha negado a aprobar un referendo de condena;
es más, la dirección de la APA y poderosas fuerzas en la APA con vínculos
militares han montado una oposición a tal referendo. Como informó el New
York Times el 16 de agosto, esa situación ha llevado a una lucha intensa y
a veces desgarradora en las filas de la APA, con implicaciones respecto a si los
gobernantes del país podrán alistar, o no, a sectores importantes de la
comunidad médica para desempeñar el papel de “buenos alemanes” y dejar su
impronta profesional en los crímenes de guerra que Estados Unidos comete contra
los pueblos del mundo.
Eso se vio claramente en la protesta fuera del centro de convenciones de
Boston, donde había veintenas de carteles a lo largo de la calle que decían
“Alto a la tortura, alto a la complicidad” y “No hagan daño”, y manifestantes
vestidos de monos de color naranja y capuchas negras que saludaban a los
psicólogos y otros que entraban.
En la protesta, convocada por Psicólogos de Boston para una APA Ética y
patrocinada por varias organizaciones como Médicos para los Derechos Humanos y
la Coalición pro Psicología Ética, había psicólogos que habían renunciado a la
APA en protesta de la negativa de la misma a alzar su voz contra las técnicas de
tortura del gobierno estadounidense, y también otros que se han quedado en la
APA para seguir luchando dentro de sus filas. Un manifestante habló de que (y el
artículo del Times hace referencia a esto) psicólogos miembros de la
APA no solo han colaborado en equipos de interrogación de Guantánamo y otros
lugares, sino también en el desarrollo, la aplicación y la evaluación de los
resultados de dichas técnicas de tortura: “Nuestro juramento hipocrático dice:
‘No haga daño’; no dice ‘Supervise el daño para asegurar que quede dentro de los
límites aceptables’”. Esa respuesta se dirigió específicamente a los miembros de
la APA que argumentan que las técnicas de tortura podrían ser peores sin la
presencia de profesionales de la medicina para observarlas.
Al centro de la protesta y de lo que ha llegado a ser el motivo toral de la
lucha en la APA está un referendo, patrocinado por Psicólogos para una APA Ética
y aprobado por más de mil psicólogos, que le pide prohibir el trabajo de sus
miembros en “un entorno en que las personas se hallan detenidas fuera del marco,
o en violación, del derecho internacional (por ejemplo, la Convención contra la
Tortura de la ONU, o la Convención de Ginebra) o de la constitución de Estados
Unidos (en su caso, a menos que el miembro esté trabajando directamente a favor
de las personas detenidas o para un tercero independiente que trabaja para
proteger los derechos humanos)”.
Los términos del referendo son relativamente leves, pero las consecuencias
podrían ser muy dramáticas. Un orador explicó que, aparte del papel crucial de
los psicólogos en el interrogatorio, las leyes que el régimen de Bush desarrolló
y promulgó dicen que no se puede procesar por crímenes de guerra a militares
estadounidenses, cuyas acciones se realizaran bajo los auspicios de
profesionales de la medicina. Aunque el referendo no permite que la APA limite
directamente el ejercicio de su profesión a sus miembros, la amenaza de una
condena profesional constituiría un fuerte rechazo a su participación en la
tortura.
La dirección de la APA ha intentado acallar esta protesta de varias maneras.
Primero, la pasó por alto y, luego, trató de “matarla con un caluroso abrazo”
(en palabras de otro orador). La dirección ha repetido una y otra vez que acaba
de aprobar varias resoluciones de oposición a que sus miembros participen en
técnicas de interrogación que implican la tortura y que, como organización, le
ha informado al gobierno de Bush de su “preocupación” por las denuncias de las
técnicas específicas aplicadas en Guantánamo.
Los oradores de la protesta señalaron que las previas resoluciones tienen
tantas lagunas que, en realidad, ninguna impide la participación de sus miembros
en las técnicas aplicadas en Guantánamo, y que los psicólogos de la APA siguen
desempeñando un papel central en los interrogatorios militares y de la CIA de
personas clasificadas como “combatientes enemigos”. Por ejemplo, entregan
perfiles psicológicos a los interrogadores para ayudar a determinar el método de
interrogación más adecuado. Evalúan las respuestas a las técnicas de
interrogación y han recomendado técnicas “más eficaces”, como usar perros de
ataque, privación del sueño y amenazas de enterrarlos vivo.
Hace poco salió a la luz que, en el grupo de trabajo nombrado por la
dirección de la APA para investigar la ética de participar en técnicas de
interrogación, la mayoría de los miembros venía de instituciones militares, y
que cuatro habían sido parte de la cadena de mando implicada en el maltrato a
los detenidos de Guantánamo.
Todo eso ha enfurecido más a muchos miembros de la APA, además de suscitar
profundas preguntas éticas sobre la complicidad, en la era del imperio, que
trascienden la resolución actual. Las posibilidades de un ataque contra Irán y
de que el gobierno de Estados Unidos use armas nucleares les han intranquilizado
a muchos psicólogos, y unos ya tenían planes de ir a Denver para las protestas
fuera de la Convención Nacional Demócrata.
Es más, unos han empezado a preguntarse en qué clase de sociedad quieren
vivir, y si hay alguna manera de conciliar su dedicación muy sentida como
personas que curan a los demás y como seres humanos, con el rumbo en que va la
sociedad estadounidense hoy.
El referendo va por correo a todos los miembros de la APA, quienes votarán
durante las próximas semanas. Debemos seguir estos sucesos muy de cerca para
saber el resultado.
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