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El Mundo no Puede Esperar organiza a las personas que viven en Estados Unidos para repudiar y parar el rumbo fascista iniciado durante el régimen de Bush y evidenciado en las ocupaciones asesinas, injustas e ilegítimas de Irak y Afganistán; la “guerra de terror” global de tortura, rendición extraordinaria y espionaje; y la cultura de discriminación, intolerancia y avaricia. A ese rumbo no le darán marcha atrás los líderes que nos instan a buscar puntos en común con fascistas, fanáticos religiosos e imperio. Solo es posible si la población forja una comunidad de resistencia –un movimiento independiente de grandes cantidades de personas—que, actuando en pro de los intereses de la humanidad, pone fin a dichos crímenes y demanda que se procese a los responsables por ellos.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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03-15-11

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Técnicas de tortura en Guantánamo: ¿“de inspiración comunista”...o desarrolladas, refinadas y exportadas por Estados Unidos?

Parte 1: Científicos locos y laboratorios criminales

Revolución #138, 3 de agosto de 2008

Un artículo del 2 de julio del New York Times, “China inspiró interrogatorios en Guantánamo”, dijo que en diciembre de 2002 entrenadores militares en la bahía de Guantánamo basaron una clase entera de interrogatorio en una gráfica que mostraba los efectos de “técnicas coercitivas”. Estas técnicas incluyeron privar de sueño, exponer a condiciones extremas y colocar en posición de estrés prolongado. Según el artículo, “se copió la gráfica de un estudio de 1957 de la fuerza aérea sobre las técnicas de los comunistas chinos usadas en la Guerra de Corea para obtener confesiones, muchas de ellas falsas, de prisioneros yanquis”.

El artículo de 1957 dice que estos presuntos métodos son los mismos que “inquisidores han empleado por siglos” y no fueron nada “que no era práctica común de interrogadores policiales y de inteligencia de otros tiempos y naciones”. Pero también dice que la gráfica evidencia que la clase de tortura que aplica las fuerzas armadas yanquis y la CIA actualmente se basa en los “métodos de interrogación de los comunistas”.

Albert D. Biderman, un sociólogo que trabaja para la fuerza aérea, escribió un artículo, “Intentos comunistas de obtener confesiones falsas de prisioneros de guerra de la fuerza aérea”. Entrevistó a soldados yanquis capturados en la Guerra de Corea. Algunos de ellos, en filmaciones hechas por sus captores, confesaron el uso de guerra bacteriológica y otras atrocidades de Estados Unidos.

¿Llevó a cabo Estados Unidos atrocidades en
la Guerra de Corea?

Sí. De hecho, documentos y fotos estadounidenses recién desclasificados revelan que oficiales del ejército yanqui sabían de las ejecuciones en masa de hasta 200.000 personas, y en algunas instancias las supervisaron. Soldados yanquis llevaron a cabo matanzas indiscriminadas de civiles, entre ellos muchas mujeres y niños. Bombardearon aldeas, aun con napalm. (Ver “La poca conocida verdad de la Guerra de Corea: Pesadilla de matanzas por tropas yanquis y surcoreanas”, en este número de Revolución.) Y hay evidencia creíble que Estados Unidos experimentó con guerra bacteriológica en acciones encubiertas limitadas en la Guerra de Corea. (Ver Estados Unidos y guerra bacteriológica: Secretos de la guerra fría temprana y Corea, de Stephen Endicott y Edward Hagerman, Indiana University Press, 1999, en inglés.)

Pero cuando soldados yanquis capturados confesaron tales crímenes, el gobierno estadounidense no se preguntó: ¿Es verdad, o no? Simplemente dijo que eran “falsas” esas “confesiones” y se preguntó: ¿Cómo les “lavaron el cerebro” a los prisioneros estadounidenses para que dijeran tales cosas? Y sobre esa base, el ejército yanqui se puso a buscar una manera de “vacunar” a sus soldados para que no hicieran tales “confesiones falsas”.

¿Qué es la verdad de cómo los soldados norcoreanos y comunistas chinos trataban a los prisioneros de guerra en la Guerra de Corea? El congreso estadounidense llevó a cabo extensas audiencias, dirigidas por el senador anticomunista de mala fama y mentiroso Joe McCarthy, sobre el tratamiento de prisioneros de guerra estadounidenses en la Guerra de Corea, en que los soldados dijeron que se les trataban mal, algo que hay que investigar más. Biderman sostiene que hay evidencia que a algunos prisioneros de guerra de la fuerza aérea (que se sospechaba hacían experimentos de guerra bacteriológica) les forzaban a hacer cosas como pararse por períodos largos y estar en aislamiento. Pero el artículo de Biderman y las audiencias del congreso no sostienen (ni dan ninguna prueba) que se usaba nada como electrochoques, tortura de agua, o privación sensorial. Otra parte de esta serie explorará y tratará esto en más detalle. Pero el argumento del New York Times de que “China inspiró los interrogatorios en Guantánamo”, es decir, que haya una relación directa entre los métodos de los chinos comunistas en la Guerra de Corea y los métodos como electrochoque y el submarino que se usan en Guantánamo, se basa en suposiciones y especulación. No da hechos ni pruebas concretos el artículo del New York Times. Se difundió este artículo por el mundo entero. Ahora, de repente, hay una nueva “explicación” para la tortura horrenda que Estados Unidos ha usado en Guantánamo y Abu Ghraib: ¡Se puede echar la culpa a los comunistas!

De hecho, hay una larga historia de cómo el electrochoque y la privación sensorial los usó Estados Unidos como formas de tortura. Y no tiene nada que ver con los dizques “métodos de interrogación de los comunistas”.

Experimentos en técnicas
de tortura: conejillos
de indias humanos

El New York Times sí tenía razón cuando dijo que el ímpetu para desarrollar técnicas de tortura vino del miedo estadounidense al comunismo durante la guerra fría. Una continuación del artículo del New York Times (6 de julio) habla cómo, después de la Guerra de Corea, la CIA se puso a buscar “técnicas de control de la mente para interrogar a sospechosos de ser agentes dobles”.

La CIA estableció prisiones secretas en Alemania y Japón cuando estaban ocupados por Estados Unidos y, según el artículo: “En estas celdas, la agencia realizó experimentos en el lavado de cerebro con drogas y otras ‘técnicas especiales’ para interrogatorios. Estos continuaron dentro y fuera de Estados Unidos, a veces a conejillos de indias humanos que no sospechaban nada, por mucho tiempo después de que terminó la Guerra de Corea en 1953”.

En otras palabras: Se desarrollaron y refinaron técnicas de tortura crueles e inhumanas, como tratamiento de electrochoque, privación sensorial y drogas alucinógenas, por medio de experimentos crueles e inhumanos. Y esto lo concibieron, financiaron y utilizaron la CIA y el ejército yanqui.

PRUEBA A: MK-ULTRA

Proyecto MK-ULTRA fue el nombre en clave del programa encubierto de la CIA que empezó a principios de los 1950 y siguió al menos hasta finales de los 1960. La meta de este proyecto fue investigar “el control de la mente” y el uso de drogas, o sea “interrogatorio químico”, y encontrar una manera de manipular y alterar cerebros a para conseguir información.

MK-ULTRA se hizo público en 1975 por medio de una investigación por un comité del congreso estadounidense. Esfuerzos para desenmascarar completamente este programa encubierto los obstruyó el hecho de que Richard Helms, director de la CIA, había ordenado que se destruyeran todos los archivos de MK-ULTRA en 1973. Pero es obvio que este programa aplicó los experimentos financiados por la CIA a cientos de personas en universidades, prisiones, hospitales psiquiátricos y centros de rehabilitación de drogas.

Según un artículo de 1994, “Los experimentos de la guerra fría”, en U.S World and News Report: “Del fin de la II Guerra Mundial a los 1970, la Comisión de Energía Atómica, el Departamento de Defensa, las fuerzas militares, la CIA y otras agencias usaron a prisioneros, drogadictos, pacientes psiquiátricos, estudiantes universitarios, soldados y aun clientes de cantinas, en una vasta gama de experimentos orquestados por el gobierno para probar los efectos de varias cosas, de la radiación, LSD y gas nervioso a intensos electrochoques y ‘privación sensorial’ prolongada. Algunos conejillos de indias humanos sabían en qué se metían; muchos otros ni siquiera sabían que eran objetos de experimentos”.

El oficial de la fuerza aérea Lloyd Gamble se ofreció como voluntario en 1957 a tomar parte en una prueba de los Laboratorios de Guerra Química del Ejército en Edgewood, Maryland. Dijo que le dijeron que iba a probar mascarillas de gas y otro equipo de protección. Después Gamble sufrió desmayos, depresión profunda, ansiedad aguda y conducta violenta. En 1960 intentó suicidarse. Dieciocho años después del experimento, en 1975, Gamble se enteró que a él y mil soldados más les habían dado LSD.

En otros experimentos el ejército yanqui expuso a hasta 3.000 soldados a BZ, un potente alucinógeno que se estaba desarrollando como arma química. BZ ataca el sistema nervioso y causa mareo, vómito e inmovilidad. Aplicaron pruebas con gas nervioso y varias vacunas y antídotos a miles de otros conejillos de indias humanos, como parte del Programa de Voluntarios Médicos del Ejército.

Durante una década, MK-ULTRA gastó 25 millones de dólares en investigaciones, y 80 instituciones se involucraban en el programa, entre ellas 44 universidades y 12 hospitales.

PRUEBA B: EL LABORATORIO DE “LAVADOS DE CEREBRO” DEL DR. CAMERON

En los años 1950 en Canadá, el psiquiatra Dr. Ewen Cameron desarrolló un método para tratar a sicóticos usando lo que llamaba “depatterning” (borrar recuerdos) y “psychic driving” (manejo psíquico). Cameron daba dosis enormes de electrochoque (ECT) a pacientes psiquiátricos. Les daba toda clase de drogas experimentales, entre ellas alucinógenos como LSD y PCP. Y los mantenía en aislamiento por semanas.

El hecho de que la CIA financió todo esto se reveló a finales de los 1970 por medio de una petición de Libertad de Acceso a Información del Gobierno que dió origen a audiencias en el senado estadounidense. Se han documentado ampliamente los detalles de los crímenes de Ewen Cameron auspiciados por la CIA, como en el libro La doctrina del shock de Naomi Klein (Paidós, 2007).

Los pacientes de Cameron le habían pedido ayuda para cosas como depresión de posparto y ansiedad. Algunos simplemente querían ayuda con un matrimonio lleno de problemas. Pero, sin su conocimiento ni permiso, se volvieron objeto de experimentos para dar a la CIA métodos para controlar la mente humana.

Cameron era un ciudadano estadounidense muy respetado en su profesión. Había sido presidente de la Asociación Psiquiátrica Estadounidense, presidente de la Asociación Psiquiátrica Canadiense y presidente de la Asociación Psiquiátrica Mundial. En 1945 testificó en los juicios de crímenes de guerra en Nuremburg sobre el estado mental de Rudolf Hess, diputado de Adolfo Hitler.

En medio de la histeria de la guerra fría, la CIA desarrolló un programa encubierto para investigar “técnicas especiales de interrogación”. Un memorando desclasificado reveló que este programa “examinó e investigó varias técnicas inusuales, como acoso psicológico y asuntos como ‘aislamiento total’, así como ‘el uso de drogas y químicos’” (CIA, “Memorandum for the Record, Tema: Project ARTICHOKE”, 31 de enero de 1975, en www.gwu.edu/~nsarchiv.)

En este contexto, la CIA se interesó en las teorías y experimentos de Cameron. Éste, un anti-comunista acérrimo, estaba muy contento con sacrificar a sus pacientes para los esfuerzos de la CIA en la guerra fría.

La teoría que sustentaba los experimentos de Cameron no solamente era criminalmente inhumana sino también faltaba de rigor científico. La idea básica fue que repetidos choques eléctricos al cerebro borrarían una mente “defectuosa”. Sobre esa base, Cameron supuestamente podría reconstruir una nueva personalidad sobre una tabula rasa.

Cameron les aumentaba continuamente la dosis de electrochoque a los pacientes, hasta dos por día por 30 días para algunos pacientes, que sumó 60 choques individuales por paciente.

Veamos el caso de Gail Kastner, uno de los “pacientes” del Dr. Cameron. No menos de 63 veces le aplicó de 150 a 200 voltios a los lóbulos frontales del cerebro. Cada vez, su cuerpo tuvo ataques convulsivos violentos. Como resultado, sufrió fracturas, esguinces, labios ensangrentados y dientes rotos.

Las víctimas de Cameron experi–mentaban amnesia y pérdida de memoria. Muchos volvieron a un estado infantil, chupándose los dedos y asumiendo una posición fetal. Era necesario darles de comer en la boca y lloraban por su madre. Algunos olvidaban cómo caminar y hablar. Algunos se orinaban y se defecaban sobre sí mismos (incontinencia). Algunos sufrían daños permanentes al cerebro.

Después de supuestamente “borrarles las memorias y recuerdos” de la mente, Cameron los sometían a mensajes grabados. La premisa totalmente no científica era que si los pacientes “absorbieran” lo que oían repetidas veces, empezarían a actuar según el “mensaje”. Las cintas decían cosas como: “Eres una buena madre y esposa y a la gente le gusta su compañía”.

Con dinero de la CIA, Cameron construyó una cámara de aislamiento. Se usó este cuarto a prueba de ruido para someter a sus pacientes a extrema privación sensorial. El cuarto estaba oscuro. Se oía ruido blanco. Gafas oscuras les cubrían los ojos. Les tapaba los oídos. Y les envolvían manos y brazos con tubos de cartón para restringir todo sentido de tacto. A veces Cameron les dejaba así por semanas. En un caso, dejó a alguien en la cámara de aislamiento por 35 días.

Los crímenes horribles del Dr. Ewen Cameron los financiaron la CIA hasta 1961.

Parte 2: Los orígenes estadounidenses del submarino


 

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