Revolución 128, 1º de mayo de
2008
Nuevos detalles salen a la luz
La Casa Blanca "casi coreografió" la tortura
En diciembre hubo un breve escándalo cuando el New York
Times reveló que la CIA destruyó miles de horas de grabaciones en video del
submarino y otras técnicas de tortura aplicadas durante el interrogatorio de
varios detenidos en 2001. Ahora ha salido a la luz que esas sesiones de tortura
se planearon deliberada y meticulosamente en docenas de reuniones de altos
funcionarios de la Casa Blanca. Una fuente le dijo al noticiero ABC, que
hizo pública la noticia, que las torturas “casi se coreografiaron”.
En las reuniones secretas estuvieron presentes el vicepresidente
Richard Cheney, la asesora sobre seguridad nacional Condoleeza Rice, el
secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el secretario de Estado Colin Powell, el
jefe de la CIA George Tenet y el secretario de Justicia John Ashcroft. Cuando se
le preguntó sobre el asunto, George Bush dijo que estaba enterado de las
reuniones y que “las aprobé”.
Aquí está la prueba pues, a la plena luz del día. En una reunión
tras otra, altas figuras de la estructura de poder estadounidense discutieron
con lujo de detalle cómo ahogar e infligirles extremos dolores físicos y
mentales a seres humanos. El presidente, quien afirmó por años que “no
torturamos”, ahora dice abiertamente que la aprobó. Esos son crímenes de guerra
y de lesa humanidad. Cualquier persona que dice lo contrario se está negando a
mirar la realidad y pronunciarse sobre qué es justo y qué es injusto e
inmoral.
Pero, ¿acaso esa nueva revelación llegara a ser titular de primera
plana de todos los periódicos y primera noticia en la tele? De ninguna manera;
si siquiera la mencionaron, la trataron como noticia de menor importancia. Hasta
la red ABC —que la hizo pública— informó sobre ella después de pasar otras tres
noticias. ¿Y dónde estaban los llamados iracundos en el Congreso para darles
juicio de destitución a Bush y a Cheney por esos crímenes de guerra y sacarlos
del poder? Simplemente no pasó nada.
El hecho de que esas reuniones no suscitaron protestas airadas por
toda la sociedad es un indicio de la medida en que el uso abierto de la tortura
se ha legitimado en la política y el discurso oficial del país, y del alcance de
la destrucción de las viejas normas de legitimación y su reemplazo por nuevas
normas fascistas. Desde sus comienzos, la prohibición al “castigo cruel e
inusual” fue uno de los derechos “fundamentales” de Estados Unidos. Los
gobernantes siempre han aplicado esos derechos de una manera limitada (y, por
supuesto, no los aplicaron de ninguna manera a los negros y los amerindios) y a
veces los violaron completamente. Pero es algo nuevo y muy peligroso que desde
los puestos más altos del gobierno se aprueban actos como la tortura que en un
tiempo eran violaciones formales de la ley, y se declara que la ley es lo que
ellos digan.
En esas reuniones sobre la tortura, el único que tenía algún
reparo fue John Ashcroft, y eso no fue porque se opusiera a la tortura, sino
porque (como dijo el noticiero ABC) “argumentó que los altos asesores de la Casa
Blanca no deben involucrarse en los duros detalles de los interrogatorios”. Se
preocupaba por la posibilidad de que se les relacionaran a todos con la tortura
y los demás crímenes que estaban planeando. Se sabe también que otras figuras
del gobierno de Bush, las fuerzas armadas y la CIA se inquietaban por la
posibilidad de que el uso abierto de la tortura —una violación directa de leyes
nacionales e internacionales— perjudicara los intereses del imperio
estadounidense en general.
El memorándum de John Yoo sobre la
tortura
En eso entraron los abogados del gobierno de Bush. El abogado de
la Casa Blanca, Alberto González, le dijo a Bush que la Convención de Ginebra
era “anticuada” y que no se aplicaba a la “guerra contra el terror”
estadounidense. Asimismo, un equipo de abogados de la Oficina de Asesoría
Jurídica del Departamento de Justicia elaboró una serie de infames memoranda
secretos para darle un barniz de legalidad a la tortura de los detenidos bajo el
control estadounidense.
Un memorándum, escrito por John Yoo, ayudante adjunto al
secretario de Justicia, y firmado por su jefe Jay Bybee, dijo que las técnicas
que los interrogadores de la CIA aplicaban a los presos se consideraran tortura
jurídicamente solamente si “la intensidad del dolor equivale al dolor provocado
por una grave herida física, como la insuficiencia o la incapacidad de funcionar
de un órgano vital, o incluso la muerte”. De todos modos, Yoo afirmó que las
leyes contra la tortura y el trato inhumano a los presos no importan porque el
presidente, como comandante-en-jefe, goza de poderes ilimitados en tiempos de
guerra. Otro memorándum de Yoo, de marzo del 2003, utiliza los mismos
argumentos para defender las técnicas de interrogatorio de las fuerzas armadas.
En 81 páginas, Yoo examina fríamente si el presidente debe permitir que los
interrogadores estadounidenses le saquen el ojo a un preso o le tiren “agua
hirviente, ácido corrosivo o sustancias cáusticas”, que figuran entre los
ataques brutales prohibidos específicamente por un estatuto (una ley)
estadounidense contra la “mutilación”. Responde que eso depende de cuáles
circunstancias o “partes del cuerpo se especifican en el estatuto”. Pero otra
vez, nada de eso importa en el razonamiento perverso de Yoo, porque en últimas
instancias la autoridad del presidente como comandante en jefe tiene prioridad
sobre cualquier ley.
Tras la difusión pública por fin de ese memorándum hace unas
semanas, el Gremio Nacional de Abogados y otros comenzaron una campaña para que
le despidan a Yoo de Boalt Hall, la prestigiosa facultad de Derecho de la
Universidad de California donde ha trabajado como profesor tras salir del
gobierno de Bush en 2003. El director de Boalt Hall y otras personas más se
oponen a esa demanda, diciendo que despedirle de su cátedra con titularidad
perjudicaría la libertad académica.
Es cierto que la libertad académica se encuentra bajo un feroz
ataque hoy en Estados Unidos. Están acosando a profesores, los están silenciando
y los despiden por su pensamiento crítico o fuera de convención. Pero esa es una
ofensiva derechista sistemática encabezada por fuerzas como David
Horowitz que tienen lazos en altos círculos del país y en el propio gobierno de
Bush para el cual Yoo trabajaba. Yoo no es simplemente un profesor que ha
publicado escritos académicos polémicos o que propugna opiniones de poca
aceptación. Fue uno de los principales arquitectos jurídicos del uso y la
legitimación de la tortura que hace el gobierno de Bush. Se puede comparar su
papel con el de los abogados nazis que le asesoraban a Hitler sobre cómo llevar
a cabo “legalmente” atropellos como la desaparición de gente de los territorios
ocupados a los campos de concentración secretos... abogados a quienes los
juicios de Nuremburg tras la II Guerra Mundial condenaron por cometer crímenes
de guerra.
No solo hay que despedirle a Yoo de su puesto de profesor
“respetable” de derecho; ¡tanto él como todo el gobierno de Bush (y Bush mismo)
son criminales de guerra!
Yoo y otros elaboraron sus memoranda con la plena intención de
justificar y excusar jurídicamente la tortura que ya se hacía bajo la dirección
de altos niveles del gobierno de Bush. Esos memoranda abrieron el camino para
cometer más crímenes de guerra y de lesa humanidad. Vincent Warren, director
ejecutivo del Centro pro Derechos Constitucionales, ha escrito que esos
memoranda fueron “la piedra angular del programa de tortura y la necesaria
condición previa para la creación y la implementación del programa de
tortura”.
Conocemos unos de los horrores de ese programa de tortura: la
muerte de por lo menos 108 detenidos desde el 11 de septiembre, en muchos casos
debido a la tortura; el uso de perros de ataque, ataques sexuales y otros tipos
de terror contra los presos de Abu Ghraib en Irak ocupado; los centenares de
presos aislados por años en el campo de tortura de Guantánamo y los otros (no
pocos) que se volvieron locos o se suicidaron; el horror del submarino, en que
el torturador le amarra al preso a una tabla, le cubre la cara con una tela o un
plástico, y le vierte agua en la nariz y la garganta para “simular” el
ahogamiento. Todavía quedan muchos horrores más envueltos en el mayor secreto.
La Ley de Comisiones Militares: La
institucionalización de la tortura
Más tarde se revocaron ciertos memoranda de tortura. No obstante,
la Ley de Comisiones Militares, que el Congreso aprobó en el 2006 y que Bush
firmó, institucionaliza el uso de la tortura de parte del gobierno
estadounidense y da una inmunidad retroactiva a los funcionarios y militares que
ya torturaron. En marzo, Bush vetó un proyecto de ley que hubiera prohibido que
la CIA aplicara el submarino y ciertas técnicas de tortura. La legitimación de
la tortura y su uso generalizado son parte de un programa integral del sistema
de hacer un salto cualitativo en la consolidación y la expansión de su dominio
global para alcanzar la posición de imperio indiscutible e indisputable. Ese
programa significa la violencia reaccionaria y el sufrimiento en escalas masivas
para los pueblos del mundo, como se ve en las guerras de Afganistán e Irak que
ya han matado a cientos de miles de personas y han desplazado a millones, y
ahora Irán está en la mira de Washington. Significa un cambio radical y
represivo en Estados Unidos, con leyes fascistas como la Ley Patriota, la
intervención telefónica y el espionaje en un nivel sin precedente, el auge de un
movimiento teocrático de fundamentalismo cristiano que está hasta en los altos
niveles del gobierno, y también redadas tipo Gestapo para detener y deportar a
miles de migrantes.
Esta es la realidad que millones de personas por toda la sociedad
estadounidense tenemos que confrontar... y movilizarnos para oponer una
resistencia política de millones, de convicciones morales y una determinación
intrépida. “Nuestros” gobernantes están torturando abiertamente y cometiendo
otros crímenes de guerra. El silencio frente a eso es hacerse cómplice con esos
crímenes horrorosos y es inaceptable.
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